EL GATILLO
ANTONIO TURIEL
Hace unos días, mi
hija me enseñó un vídeo que quería que viese. Se trataba de la última pieza de
un youtuber más o menos conocido, un chico joven que hace vídeos sobre temas de
actualidad y de interés para su público objetivo, que en su caso se trata de
gente muy joven. El estilo de este muchacho (me cuesta un poco usar el término,
porque aunque esté en la veintena no dejo de considerarle un adulto, joven pero
adulto) es muy desenfadado, demasiado en realidad, rondando lo faltón. Aunque a
mí me resulte repelente, en realidad es eso lo que espera su público: es así
como ha conseguido millones de subscriptores y es así como consigue los
preciados likes con los que se gana su dinero
–likes que obviamente no obtendría de (casi) cincuentones como yo.
Como es natural, yo
nunca tendría el más mínimo interés en mirarme un vídeo de esta persona, pero
mi hija me dijo que era importante que lo viera, porque hablaba de Greta. Mi
hija estaba indignada, porque le habían pasado el enlace y no daba crédito a lo
que veía: ese individuo se dedicaba a criticarla de manera denigrante y por
supuesto infundada.
No voy a poner un
enlace al vídeo de este señor porque no quiero darle una publicidad inmerecida,
que, no olvidemos, es de lo que vive. Aunque, bien mirado, después de ver el
vídeo llegué a la conclusión de que probablemente ha conseguido otras vías de
financiación. En medio de una serie de críticas ramplonas y completamente
infantiles (insisto: a los 25 años uno ya es, o debería de ser, adulto),
encontré un discurso bien estructurado e intencionado que me resultó muy
familiar, completamente disonante con la vulgaridad y falta de profundidad de
las críticas anteriores. Mientras que en la primera mitad del vídeo sus
críticas son meramente imbéciles (una retahíla de apelaciones al ridículo y
argumentos ad hominem sazonados con grititos, vocecitas e imágenes deformadas),
en la segunda mitad se dedica a hacer una crítica argumentada contra las
energías renovables por caras e ineficientes y una loa a la energía nuclear (en
la que no podía faltar la famosa –y falseada– referencia a que como
consecuencia del accidente de Chernóbil solo murieron 31 personas). La
conclusión de este señor era que “ya hay gente que se está ocupando del cambio
climático y no hace falta por tanto que venga una niñata sueca, que llora como
una tonta porque le han robado su infancia cuando en realidad es una privilegiada”.
No creo que merezca
la pena desmontar toda la sarta de tonterías y falsedades que destila el vídeo
de este señor (ya llevamos mucho blog para repetir siempre las mismas cosas).
Mucho más interesante me parece, sin embargo, ver que el negacionismo a sueldo
de los grandes think tanks de las petroleras ha intensificado sus actividades
ante lo que podríamos denominar “la amenaza Greta”. Por una parte, es obvio que
se ha puesto en nómina a “profesionales” de un nuevo segmento comunicativo, el
de los youtubers, influencers y toda la nueva comunicación social. Estos nuevos
ingresos en la larga caterva de empleados del negacionismo profesional tienen
ciertamente por objeto llegar a la gente más joven, y está claro que se busca
contrarrestar el gran predicamento que Greta tiene precisamente sobre ese
segmento de la población. Por el otro lado, el gran despliegue mediático y el
debate que se ha generado durante estas semanas sobre la joven sueca muestran
hasta qué punto los negacionistas han comprendido que estamos en las
postrimerías de la guerra climática. Se ha buscado centrar toda la discusión
sobre Greta, como si destruyendo el mito montado sobre la pobre niña se pudiera
cancelar el problema con la desestabilización climática.
Seamos claros:
Greta es irrelevante. Da igual cuáles son las intenciones reales u ocultas de
Greta. Da igual si ella es muy coherente o no lo es en su vida personal. No
tiene ninguna importancia si está recibiendo una atención inmerecida porque lo
que ha hecho no tiene tanto mérito al entender de algunos. El hecho de que
muchos activistas ambientales en tantos lugares del mundo hayan perdido la vida
por defender lo que es justo y que casi nadie lo sepa, tristísimo e indignante
como es, no hace ni peor ni mejor a Greta, ni cambia la gravedad e importancia
de lo que Greta habla.
Lo cierto y lo
verdaderamente importante no es Greta. Es la crisis climática. Es la crisis
ambiental. Es la crisis de los recursos. Es la crisis de sostenibilidad. Dejen
a la niña en paz. ¿No tienen nada mejor de qué hablar? ¿No creen que deberíamos
centrar nuestras energías en el problema gordo y real que tenemos? Y si esta
chica inspira y moviliza a la gente más joven y no tan joven, ¿cuál es el
problema? ¿Tenemos que exigirle a Greta que sea una santa para que esté a la
altura del problema del cual habla? ¿Por qué tanta gente se obsesiona con
Greta? En Italia han llegado a ahorcar su efigie (estamos hablando de una niña,
no lo olvidemos). No somos pocos los que pensamos que lo que más ofende de
Greta es que sea tan joven y mujer, aunque eso es ya otra discusión.
Greta es solo un
síntoma, la fiebre de una enfermedad largamente larvada. Es la punta del
iceberg que sobresale en un mar de malestar, el epítome de una generación que
sabe que le están robando el futuro con las peores y más deleznables excusas.
Si fueran capaces de entender el momento histórico que estamos viviendo, no
perderían energía intentando destruir a Greta: es solo un átomo en lo más alto
de una montaña que mañana va a seguir ahí. Bajo Greta están Fridays For Future,
By 2020 we rise up y Extinction Rebellion, entre otros, y más abajo todos los
grupos ecologistas que han venido trabajando durante décadas para preparar el
camino. Y más abajo aún está una parte creciente de la sociedad que empieza a
comprender lo que está en juego.
En particular,
Extinction Rebellion está aquí, y ha venido para quedarse. Extinction Rebellion
(abreviado XR) es un movimiento que pretende pasar a una acción más directa
para exigir a nuestros veleidosos gobernantes que tomen ya medidas realmente
efectivas para atacar la crisis ambiental. No se conforman con hacer meras
manifestaciones; XR toma las calles y con sus acciones intenta interrumpir el
normal devenir de la economía, porque es el normal devenir de la economía el
que está causando la normal destrucción de la biosfera. En el Reino Unido es
donde el grupo es más numeroso y activo. XR había preparado dos semanas de
intensas actividades en las calles del Reino Unido, pero ya antes de comenzar
la policía allanó sus locales y detuvo a unas 200 personas; en este momento,
hay ya casi 600 detenidos. Se ve que protestar contra la destrucción de nuestro
futuro es algo que no es aceptable dentro del BAU (o statu quo, como prefiere
que se designe mi amigo Sebastián). Cuando ves que la policía detiene
preventivamente a centenares de personas, antes incluso de que hagan algo, te
das cuenta de hasta qué punto las grandes empresas se sienten amenazadas por la
ola de protestas contra la inacción climática. A una escala más modesta pero
significativa, en España varios centenares de personas han acampado delante de
la sede del Ministerio de Transición Ecológica e incluso algunos de ellos fue
detenido por el grave delito del cortar el tráfico con sus protestas. La gente
empieza a levantarse y el capital tiene miedo.
Arabia Saudí
Tiene miedo y más
que debería de tener. A la cada vez más palpable evidencia de que nos estamos
dirigiendo a la siguiente crisis económica se añaden numerosos nubarrones en el
horizonte internacional, que apuntan a que las cosas pueden acabar yendo mucho
peor. En particular, hay amenazas muy serias en lo que a la producción de
petróleo se refiere. Arabia Saudí ha podido contrarrestar temporalmente las
pérdidas de producción que le produjeron los ataques a sus instalaciones, pero
sin duda alguna esta normalización del flujo de petróleo se ha conseguido
simplemente vendiendo el que ya tenía almacenado. Esto le da un par de meses de
margen antes de tener que reducir drásticamente sus ventas por falta de mercancía;
el país deposita su esperanza en que en estos dos meses, trabajando
frenéticamente, se pueda reparar lo suficiente las instalaciones para volver
prácticamente a los niveles anteriores. Un equilibrio muy precario que en
cualquier momento puede desmoronarse como un castillo de naipes: basta un
pequeño retraso de un contratista o cualquier accidente menor para que todo se
vaya al traste, y no digamos si vuelve a haber otro ataque. Y para añadir más
grados de complejidad a la situación, la relativamente tranquila vida del reino
saudí está sufriendo últimamente muchas perturbaciones que no auguran nada
bueno –una de las últimas, la muerte del guardaespaldas del rey en un incidente
bastante turbio. La inestabilidad en el entorno de la casa de Saud alimenta aún
más las sospechas de que los ataques a las refinerías no fueron de origen iraní
–máxime cuando ya no se habla de atacar al país persa.
España
Hay otras
situaciones que nos tocan más directamente en casa. Aquí en España uno de los
escenarios más peligrosos se sitúa en Argelia, el país que nos suministra el
60% del gas natural que consumimos y que algunos años ha sido nuestro principal
proveedor de petróleo y siempre está entre los cinco más importantes. Pero la
producción de petróleo llegó a su máximo en 2008, y la producción de crudo es
ahora un 25% inferior a entonces. Por otro lado, la producción de gas está
estancada desde principios de siglo mientras que el consumo interno ha ido
aumentando, dejando cada vez menos gas para la exportación y además la calidad
del gas se ha resentido. Todo ello combinado ha llevado a un rápido descenso de
los ingresos por la venta de hidrocarburos, y este empobrecimiento sin duda
aumenta la inestabilidad social en el país. De momento el Gobierno anuncia una
tremenda reducción del 9,2% en los Presupuestos Generales para el año que
viene. Si esta situación se prolonga demasiado, Argelia va a estallar. ¿Qué
hará España, entonces?
Ecuador
Al otro lado del
Atlántico, las revueltas en Ecuador están ocupando actualmente el foco
mediático. Las imágenes de los asaltantes tomando el Parlamento han dado la
vuelta el mundo. ¿Cuál ha sido el desencadenante de estas protestas? Sin duda
ha habido muchos factores, pero uno de los más importantes es el brutal
encarecimiento de los precios de los combustibles (la gasolina ha aumentado a
más del doble de su precio anterior). Ecuador, país productor de petróleo, no
se puede permitir continuar subvencionando la gasolina a sus ciudadanos.
Seguramente, los analistas económicos clásicos no vean la clara relación entre
la eliminación de los subsidios domésticos y que hace unos días Ecuador
anunciara su salida de la OPEP para el año que viene. Sin embargo, la explicación
es simple si uno mira la evolución de la producción de petróleo del país.
Ecuador
probablemente superó su peak oil particular en 2016 y está haciendo todo lo que
puede por remontar la caída que ha sufrido desde entonces, abriendo nuevos
campos, aunque ello implique una mayor degradación ambiental y que la calidad
del crudo sea mucho peor. Pero no le está bastando con eso; así pues, la única
manera que tiene de intentar evitar la debacle fiscal es disuadir el consumo
interno para tener más petróleo disponible para la exportación. Eso, al mismo
tiempo, implicaba salirse de la disciplina de la OPEP para intentar sacar el
máximo beneficio de su petróleo. Así de simple y así de complicado, porque
Ecuador no conseguirá vencer a las leyes de la Física y de la Geología, y por
más empeño que le ponga no conseguirá mantener de manera duradera su producción
de petróleo. Es de esperar mucha más inestabilidad y problemas en el país
andino.
Siria
Volviendo a Oriente
Medio, son éstos días inciertos en Siria. EE.UU. ha decidido retirarse tras la
anunciada ofensiva turca contra los kurdos del norte de Siria. Se trata, sin
duda, de un acto de guerra turco, ya que está atacando más allá de sus
fronteras, pero obviamente nadie dirá nada: ni el Gobierno sirio, al cual ya le
conviene que se debilite a las facciones insurgentes del norte del país, ni
Rusia, país aliado de Siria, ni el resto de la comunidad internacional, que
harán seguidismo a los norteamericanos. Se puede decir que es cosa hecha y que
la autonomía del kurdistán sirio estará en breve liquidada. ¿Quién controlará
los campos de petróleo del kurdistán sirio-iraquí? Eso es lo que se tendrá que
decidir en las próximas semanas. En todo caso, los EE.UU. se lavan las manos.
La segunda fase de la era del petróleo es demasiado costosa para que los
americanos intenten mantener el control de todo el mundo.
Y todo eso es solo
rascar la superficie de un conjunto de situaciones cada vez más complejas e
inestables en todo el mundo. La situación se va degradando en muchos sitios de
donde solo nos llegan noticias esporádicas e inconexas o ni tan solo oímos
hablar: Yemen (donde la guerra de exterminio sigue), Venezuela (donde la
interinidad de tener dos presidentes se ha convertido en algo estructural, dado
el equilibrio táctico entre los dos bloques), Brasil (donde la deforestación
del Amazonas sigue, aunque no se hable de ella, mientras se atropellan cada vez
más los derechos civiles), Argentina (donde se aplican a machamartillo una vez
más las draconianas normas del Banco Mundial, para mayor sufrimiento de la
población), Chile (donde la preocupación por la caída de la producción de cobre
crece a la par que la inquietud por el futuro),... Y podríamos seguir, también
por Europa (por ejemplo, mirando al vodevil italiano, el brexit, el embate de
los chalecos amarillos que después de un año no cesa en Francia, etc).
Mucho más cerca de
mí, la situación de Cataluña es, ahora mismo, tensa, por decir lo menos. El
mundo político y social está en la espera del próximo anuncio de la sentencia
que condenará a los líderes independentistas que hace dos años tuvieron la
osadía de poner las urnas en la calle y preguntarle a la gente. Nadie duda de
que los juzgados serán todos ellos condenados a prisión; solo los más ingenuos
creen que las sentencias no serán tan duras como muchos anticipamos. El mundo
independentista espera la sentencia para saltar a calle y protestar a una
escala nunca antes vista. Yo tengo mis dudas sobre cuál será el alcance y la
extensión real de estas protestas, y por su lado el estado español se prepara
para lo que tenga que venir enviando más policías a Cataluña. Está claro que
vamos a vivir unos días muy turbulentos.
El mundo entero es
como un resorte comprimido por un pistón, y alguien está acercando su dedo al
gatillo.
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Antonio Turiel es
licenciado en Ciencias Físicas y en Ciencias Matemáticas por la UAM. Doctor en
Física Teórica por la UAM. Científico titular en el Institut de Ciències del
Mar del CSIC.
Este artículo se
publicó originalmente en el blog del autor.
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