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domingo, 8 de diciembre de 2019

EL GATILLO


EL GATILLO
ANTONIO TURIEL
Hace unos días, mi hija me enseñó un vídeo que quería que viese. Se trataba de la última pieza de un youtuber más o menos conocido, un chico joven que hace vídeos sobre temas de actualidad y de interés para su público objetivo, que en su caso se trata de gente muy joven. El estilo de este muchacho (me cuesta un poco usar el término, porque aunque esté en la veintena no dejo de considerarle un adulto, joven pero adulto) es muy desenfadado, demasiado en realidad, rondando lo faltón. Aunque a mí me resulte repelente, en realidad es eso lo que espera su público: es así como ha conseguido millones de subscriptores y es así como consigue los preciados likes con los que se gana su dinero  –likes que obviamente no obtendría de (casi) cincuentones como yo.



Como es natural, yo nunca tendría el más mínimo interés en mirarme un vídeo de esta persona, pero mi hija me dijo que era importante que lo viera, porque hablaba de Greta. Mi hija estaba indignada, porque le habían pasado el enlace y no daba crédito a lo que veía: ese individuo se dedicaba a criticarla de manera denigrante y por supuesto infundada.

No voy a poner un enlace al vídeo de este señor porque no quiero darle una publicidad inmerecida, que, no olvidemos, es de lo que vive. Aunque, bien mirado, después de ver el vídeo llegué a la conclusión de que probablemente ha conseguido otras vías de financiación. En medio de una serie de críticas ramplonas y completamente infantiles (insisto: a los 25 años uno ya es, o debería de ser, adulto), encontré un discurso bien estructurado e intencionado que me resultó muy familiar, completamente disonante con la vulgaridad y falta de profundidad de las críticas anteriores. Mientras que en la primera mitad del vídeo sus críticas son meramente imbéciles (una retahíla de apelaciones al ridículo y argumentos ad hominem sazonados con grititos, vocecitas e imágenes deformadas), en la segunda mitad se dedica a hacer una crítica argumentada contra las energías renovables por caras e ineficientes y una loa a la energía nuclear (en la que no podía faltar la famosa –y falseada– referencia a que como consecuencia del accidente de Chernóbil solo murieron 31 personas). La conclusión de este señor era que “ya hay gente que se está ocupando del cambio climático y no hace falta por tanto que venga una niñata sueca, que llora como una tonta porque le han robado su infancia cuando en realidad es una privilegiada”.

No creo que merezca la pena desmontar toda la sarta de tonterías y falsedades que destila el vídeo de este señor (ya llevamos mucho blog para repetir siempre las mismas cosas). Mucho más interesante me parece, sin embargo, ver que el negacionismo a sueldo de los grandes think tanks de las petroleras ha intensificado sus actividades ante lo que podríamos denominar “la amenaza Greta”. Por una parte, es obvio que se ha puesto en nómina a “profesionales” de un nuevo segmento comunicativo, el de los youtubers, influencers y toda la nueva comunicación social. Estos nuevos ingresos en la larga caterva de empleados del negacionismo profesional tienen ciertamente por objeto llegar a la gente más joven, y está claro que se busca contrarrestar el gran predicamento que Greta tiene precisamente sobre ese segmento de la población. Por el otro lado, el gran despliegue mediático y el debate que se ha generado durante estas semanas sobre la joven sueca muestran hasta qué punto los negacionistas han comprendido que estamos en las postrimerías de la guerra climática. Se ha buscado centrar toda la discusión sobre Greta, como si destruyendo el mito montado sobre la pobre niña se pudiera cancelar el problema con la desestabilización climática.

Seamos claros: Greta es irrelevante. Da igual cuáles son las intenciones reales u ocultas de Greta. Da igual si ella es muy coherente o no lo es en su vida personal. No tiene ninguna importancia si está recibiendo una atención inmerecida porque lo que ha hecho no tiene tanto mérito al entender de algunos. El hecho de que muchos activistas ambientales en tantos lugares del mundo hayan perdido la vida por defender lo que es justo y que casi nadie lo sepa, tristísimo e indignante como es, no hace ni peor ni mejor a Greta, ni cambia la gravedad e importancia de lo que Greta habla.

Lo cierto y lo verdaderamente importante no es Greta. Es la crisis climática. Es la crisis ambiental. Es la crisis de los recursos. Es la crisis de sostenibilidad. Dejen a la niña en paz. ¿No tienen nada mejor de qué hablar? ¿No creen que deberíamos centrar nuestras energías en el problema gordo y real que tenemos? Y si esta chica inspira y moviliza a la gente más joven y no tan joven, ¿cuál es el problema? ¿Tenemos que exigirle a Greta que sea una santa para que esté a la altura del problema del cual habla? ¿Por qué tanta gente se obsesiona con Greta? En Italia han llegado a ahorcar su efigie (estamos hablando de una niña, no lo olvidemos). No somos pocos los que pensamos que lo que más ofende de Greta es que sea tan joven y mujer, aunque eso es ya otra discusión.


Greta es solo un síntoma, la fiebre de una enfermedad largamente larvada. Es la punta del iceberg que sobresale en un mar de malestar, el epítome de una generación que sabe que le están robando el futuro con las peores y más deleznables excusas. Si fueran capaces de entender el momento histórico que estamos viviendo, no perderían energía intentando destruir a Greta: es solo un átomo en lo más alto de una montaña que mañana va a seguir ahí. Bajo Greta están Fridays For Future, By 2020 we rise up y Extinction Rebellion, entre otros, y más abajo todos los grupos ecologistas que han venido trabajando durante décadas para preparar el camino. Y más abajo aún está una parte creciente de la sociedad que empieza a comprender lo que está en juego.

En particular, Extinction Rebellion está aquí, y ha venido para quedarse. Extinction Rebellion (abreviado XR) es un movimiento que pretende pasar a una acción más directa para exigir a nuestros veleidosos gobernantes que tomen ya medidas realmente efectivas para atacar la crisis ambiental. No se conforman con hacer meras manifestaciones; XR toma las calles y con sus acciones intenta interrumpir el normal devenir de la economía, porque es el normal devenir de la economía el que está causando la normal destrucción de la biosfera. En el Reino Unido es donde el grupo es más numeroso y activo. XR había preparado dos semanas de intensas actividades en las calles del Reino Unido, pero ya antes de comenzar la policía allanó sus locales y detuvo a unas 200 personas; en este momento, hay ya casi 600 detenidos. Se ve que protestar contra la destrucción de nuestro futuro es algo que no es aceptable dentro del BAU (o statu quo, como prefiere que se designe mi amigo Sebastián). Cuando ves que la policía detiene preventivamente a centenares de personas, antes incluso de que hagan algo, te das cuenta de hasta qué punto las grandes empresas se sienten amenazadas por la ola de protestas contra la inacción climática. A una escala más modesta pero significativa, en España varios centenares de personas han acampado delante de la sede del Ministerio de Transición Ecológica e incluso algunos de ellos fue detenido por el grave delito del cortar el tráfico con sus protestas. La gente empieza a levantarse y el capital tiene miedo.

Arabia Saudí

Tiene miedo y más que debería de tener. A la cada vez más palpable evidencia de que nos estamos dirigiendo a la siguiente crisis económica se añaden numerosos nubarrones en el horizonte internacional, que apuntan a que las cosas pueden acabar yendo mucho peor. En particular, hay amenazas muy serias en lo que a la producción de petróleo se refiere. Arabia Saudí ha podido contrarrestar temporalmente las pérdidas de producción que le produjeron los ataques a sus instalaciones, pero sin duda alguna esta normalización del flujo de petróleo se ha conseguido simplemente vendiendo el que ya tenía almacenado. Esto le da un par de meses de margen antes de tener que reducir drásticamente sus ventas por falta de mercancía; el país deposita su esperanza en que en estos dos meses, trabajando frenéticamente, se pueda reparar lo suficiente las instalaciones para volver prácticamente a los niveles anteriores. Un equilibrio muy precario que en cualquier momento puede desmoronarse como un castillo de naipes: basta un pequeño retraso de un contratista o cualquier accidente menor para que todo se vaya al traste, y no digamos si vuelve a haber otro ataque. Y para añadir más grados de complejidad a la situación, la relativamente tranquila vida del reino saudí está sufriendo últimamente muchas perturbaciones que no auguran nada bueno –una de las últimas, la muerte del guardaespaldas del rey en un incidente bastante turbio. La inestabilidad en el entorno de la casa de Saud alimenta aún más las sospechas de que los ataques a las refinerías no fueron de origen iraní –máxime cuando ya no se habla de atacar al país persa.

España

Hay otras situaciones que nos tocan más directamente en casa. Aquí en España uno de los escenarios más peligrosos se sitúa en Argelia, el país que nos suministra el 60% del gas natural que consumimos y que algunos años ha sido nuestro principal proveedor de petróleo y siempre está entre los cinco más importantes. Pero la producción de petróleo llegó a su máximo en 2008, y la producción de crudo es ahora un 25% inferior a entonces. Por otro lado, la producción de gas está estancada desde principios de siglo mientras que el consumo interno ha ido aumentando, dejando cada vez menos gas para la exportación y además la calidad del gas se ha resentido. Todo ello combinado ha llevado a un rápido descenso de los ingresos por la venta de hidrocarburos, y este empobrecimiento sin duda aumenta la inestabilidad social en el país. De momento el Gobierno anuncia una tremenda reducción del 9,2% en los Presupuestos Generales para el año que viene. Si esta situación se prolonga demasiado, Argelia va a estallar. ¿Qué hará España, entonces?

Ecuador

Al otro lado del Atlántico, las revueltas en Ecuador están ocupando actualmente el foco mediático. Las imágenes de los asaltantes tomando el Parlamento han dado la vuelta el mundo. ¿Cuál ha sido el desencadenante de estas protestas? Sin duda ha habido muchos factores, pero uno de los más importantes es el brutal encarecimiento de los precios de los combustibles (la gasolina ha aumentado a más del doble de su precio anterior). Ecuador, país productor de petróleo, no se puede permitir continuar subvencionando la gasolina a sus ciudadanos. Seguramente, los analistas económicos clásicos no vean la clara relación entre la eliminación de los subsidios domésticos y que hace unos días Ecuador anunciara su salida de la OPEP para el año que viene. Sin embargo, la explicación es simple si uno mira la evolución de la producción de petróleo del país.

Ecuador probablemente superó su peak oil particular en 2016 y está haciendo todo lo que puede por remontar la caída que ha sufrido desde entonces, abriendo nuevos campos, aunque ello implique una mayor degradación ambiental y que la calidad del crudo sea mucho peor. Pero no le está bastando con eso; así pues, la única manera que tiene de intentar evitar la debacle fiscal es disuadir el consumo interno para tener más petróleo disponible para la exportación. Eso, al mismo tiempo, implicaba salirse de la disciplina de la OPEP para intentar sacar el máximo beneficio de su petróleo. Así de simple y así de complicado, porque Ecuador no conseguirá vencer a las leyes de la Física y de la Geología, y por más empeño que le ponga no conseguirá mantener de manera duradera su producción de petróleo. Es de esperar mucha más inestabilidad y problemas en el país andino.

Siria

Volviendo a Oriente Medio, son éstos días inciertos en Siria. EE.UU. ha decidido retirarse tras la anunciada ofensiva turca contra los kurdos del norte de Siria. Se trata, sin duda, de un acto de guerra turco, ya que está atacando más allá de sus fronteras, pero obviamente nadie dirá nada: ni el Gobierno sirio, al cual ya le conviene que se debilite a las facciones insurgentes del norte del país, ni Rusia, país aliado de Siria, ni el resto de la comunidad internacional, que harán seguidismo a los norteamericanos. Se puede decir que es cosa hecha y que la autonomía del kurdistán sirio estará en breve liquidada. ¿Quién controlará los campos de petróleo del kurdistán sirio-iraquí? Eso es lo que se tendrá que decidir en las próximas semanas. En todo caso, los EE.UU. se lavan las manos. La segunda fase de la era del petróleo es demasiado costosa para que los americanos intenten mantener el control de todo el mundo.

Y todo eso es solo rascar la superficie de un conjunto de situaciones cada vez más complejas e inestables en todo el mundo. La situación se va degradando en muchos sitios de donde solo nos llegan noticias esporádicas e inconexas o ni tan solo oímos hablar: Yemen (donde la guerra de exterminio sigue), Venezuela (donde la interinidad de tener dos presidentes se ha convertido en algo estructural, dado el equilibrio táctico entre los dos bloques), Brasil (donde la deforestación del Amazonas sigue, aunque no se hable de ella, mientras se atropellan cada vez más los derechos civiles), Argentina (donde se aplican a machamartillo una vez más las draconianas normas del Banco Mundial, para mayor sufrimiento de la población), Chile (donde la preocupación por la caída de la producción de cobre crece a la par que la inquietud por el futuro),... Y podríamos seguir, también por Europa (por ejemplo, mirando al vodevil italiano, el brexit, el embate de los chalecos amarillos que después de un año no cesa en Francia, etc).

Mucho más cerca de mí, la situación de Cataluña es, ahora mismo, tensa, por decir lo menos. El mundo político y social está en la espera del próximo anuncio de la sentencia que condenará a los líderes independentistas que hace dos años tuvieron la osadía de poner las urnas en la calle y preguntarle a la gente. Nadie duda de que los juzgados serán todos ellos condenados a prisión; solo los más ingenuos creen que las sentencias no serán tan duras como muchos anticipamos. El mundo independentista espera la sentencia para saltar a calle y protestar a una escala nunca antes vista. Yo tengo mis dudas sobre cuál será el alcance y la extensión real de estas protestas, y por su lado el estado español se prepara para lo que tenga que venir enviando más policías a Cataluña. Está claro que vamos a vivir unos días muy turbulentos.

El mundo entero es como un resorte comprimido por un pistón, y alguien está acercando su dedo al gatillo.

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Antonio Turiel es licenciado en Ciencias Físicas y en Ciencias Matemáticas por la UAM. Doctor en Física Teórica por la UAM. Científico titular en el Institut de Ciències del Mar del CSIC.

Este artículo se publicó originalmente en el blog del autor.

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