[TRAGEDIA DEL TARAJAL] LOS MISERABLES
POR RAFAEL CID
Una jueza de Ceuta
acaba de archivar la tragedia del Tarajal, aquel episodio criminal fruto de la
violencia del Estado que acabó con 15 inmigrantes que trataban de ganar a nado
la costa española.
Si no fuera porque
estamos estragados por los innumerables abusos y atropellos infligidos, la
cuestión induciría al vómito o a la trifulca inmisericorde. Una jueza de Ceuta
acaba de archivar la tragedia del Tarajal, aquel episodio criminal fruto de la
violencia del Estado que acabó con 15 inmigrantes que trataban de ganar a nado
la costa española. Sucedió 6 de febrero de 2014, cuando miembros de la guardia
civil (nada beneméritos) descargaron todo su arsenal intimidatorio (145 pelotas
de goma como las que han dejado tuertos a varias personas en Barcelona) para
repeler a los desdichados intrusos. Aturdidos y conmocionados por el brutal uso
de la fuerza, se los tragó el mar a pocos metros de la playa, frontera sur de
una Unión Europea abanderada de los derechos y libertades, apaleados como
perros sarnosos.
La razón (también
de Estado), si razonable es un término aplicable a semejante barbarie, tiene
que ver con una licencia incrustada en nuestra jurisprudencia para golosinar a
ricos, truhanes y potentados. Lo llamarón <>,
porque se inventó ex profeso con objeto de exonerar al patrón del Banco de
Santander, incurso en el caso de las <>.
<>, a decir del
parlamentario Joan Saura de ICV bastantes años antes de que ocupara el cargo de
policía mayor del tripartito catalán. Según aquella innovadora regalía, sin
petición de imputación por la Fiscalía (del Estado, una vez más), no hay juicio
que valga. Aunque se pronuncie en contrario la acusación popular.
Para inhumar el
caso, la instructora del Tarajal ha exhumado <>,
convertida ahora en yunque y martillo a la vez, o en clasista ley del embudo si
mejor se quiere. Ancho para los pudientes y amiguetes y estrecho para los humildes
y adversarios. Azuzada por el ardor guerrero que ensoberbece a las
instituciones del Estado al calor del conflicto catalán, la autoridad judicial
ha concluido consumando la ignominia. No cabe exigir responsabilidades por esas
15 muertes provocadas por el celo cerril de las Fuerzas de Seguridad (del
Estado), hecho que la propia instructora había calificado hace un mes de
<< homicidio imprudente y denegación de auxilio>>. La justicia se
lava las manos, está en cosas de mayor enjundia. Un dubio pro reo con licencia
para matar. Como ya argumentó la vicepresidenta Carmen Calvo, insigne
representante del patriotismo constitucional, no se puede rescatar a náufragos
sin autorización del Gobierno. Extremo que, a la vista de lo sucedido (será que
los fusileros del Tarajal tampoco tenían permiso para socorrer), debe compartir
su mediática colega de Justicia, Dolores Delgado, suprema mandamás en el
putiferio de la Fiscalía.
Quien hace la ley
hace la trampa y lo que le cuelga. La <> no tiene
la misma eficacia en según qué casos. Es reversible, como todo lo que está
sometido al capricho del interés superior que nunca coincide con el interés
general. De ahí que cuando le tocó el turno al presidente de la Cámara vasca,
José María Atutxa, imputado por negarse a disolver al grupo parlamentario
Sozialista Abertzaleak (SA) sucesor de la ilegalizada Batasuna, cambiaran las
tornas. A pesar de haber sido absuelto en tres ocasiones por el Tribunal
Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV), en 2008 el Tribunal Supremo (TS)
condenó al dirigente del Partido Nacionalista Vasco (PNV) plegándose a la
petición del pseudosindicato de extrema derecha Manos Limpias (hoy considerado
<>), aunque la Fiscalía se había abstenido
reiteradamente. El fallo del TS sería confirmado más tarde por el Tribunal
Constitucional (TC), impartiendo justicia en nombre del Rey, comme il faut.
Una aberración que
se ha reparado en parte el pasado martes 29 de octubre, al anular esa aberrante
sentencia el pleno del Supremo en cumplimiento de lo acordado en junio de 2017
por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que consideró vulnerado el
derecho de Atutxa a un juicio justo. Notica que han recogido todos los medios
de comunicación adscritos al statu quo, pero de aquella manera, recauchutando
una suerte de <> informativa. Se menciona la culpa
pero no al culpable ni so dolo. Han sido contados con los dedos de la mano los
que han destacado la circunstancia nada anecdótica de que el ponente de aquella
infamia fue Manuel Marchena, el mismo jurista que ha presidido el Tribunal del
procés (¡ay, cosas veredes: dos años después de conocerse el varapalo del
TEDH!). Curiosamente, y para más inri, pasadas 24 horas de cumplimentarse el
fallo de Estrasburgo, el susodicho y reprendido en sus autos juez Marchena,
procedente de la infelizmente connotada Carrera Fiscal, era recompensado con un
segundo mandato al frente de la Sala Segunda de lo Penal del Tribunal Supremo.
Al servicio del Estado. ¡Señor, sí, Señor!
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