GRACIAS, PEDRETE
DAVID TORRES
En el mus la peor
mano que un jugador puede sacar es un 4, un 5, un 6 y un 7. Se denomina
«Pedrete» y en algunos lugares -por ejemplo, en el barrio de mi niñez- cuando
uno mostraba un «Pedrete» se apuntaba un punto de chica por tan notoria
exhibición de mala suerte y recibía otras cuatro cartas. A partir de ayer
domingo, el «Pedrete» va a designar también el fenomenal batacazo de Pedro
Sánchez, que con un juego de naipes bastante decente no quiso pactar una
coalición de izquierdas y pidió una segunda ronda electoral después de seis
meses de autismo sólo para conseguir unos resultados mucho peores. Todo gracias
a las presiones del Ibex, a la desfachatez irredenta del PSOE, a los consejos
de un Fouché de autoayuda llamado Iván Redondo y a la soberbia infinita del
personaje, un hombre tan pagado de sí mismo que todavía sigue sin entender que
la democracia no consiste en que lo elijan únicamente a él.
En cierto modo, era
lógico que hasta ayer mismo Sánchez anduviera entusiasmado consigo mismo,
encantado de conocerse, besando los espejos por los que pasaba y aleccionando a
los periodistas sobre lo que tenían que preguntarle. Había sorteado un
magnicidio dentro de su propio partido, había derrotado a la candidata oficial
Susana Díaz y había conseguido auparse hasta la presidencia del gobierno
gracias a una moción de censura en la que recibió el apoyo de Unidas Podemos y
de una alianza de formaciones independentistas. Como en los cuentos infantiles
o en las fábulas mitológicas, Pedro Sánchez aparecía poseído por la hibris, el
orgullo desmedido que despeñó a tantos héroes griegos. ¿Para qué necesitaba
formar gobierno con la ayuda de esos aficionados de Podemos y de cuatro gatos
independentistas? ¿Cómo no iban los españoles a votarlo en masa si era el
candidato más alto y el más guapo?
Ahora sí, ahora,
con tres escaños menos y las fuerzas de sus aliados naturales mermadas, Sánchez
ha visto además que el PP ha recobrado oxígeno y que Vox prácticamente ha
doblado su presencia en el Congreso. Pensaba que la maniobra de sacar a Franco
del Valle de los Caídos le iba a sumar un montón de votos y lo único que ha
conseguido es resucitarlo para que vuelva a tomar parte en la política española
con voz y voto. Unidas Podemos retrocede unos cuantos escaños y Ciudadanos casi
se evapora en el grupo folklórico tras el mayor gatillazo de la democracia
española. Como se ve, el audaz envite de la repetición electoral le ha salido
redondo a Sánchez, Iván Redondo para ser exactos. Nunca les estaremos bastante
agradecidos por la hazaña de lograr que en España la ultraderecha haya salido
por fin del armario histórico.
También hay que
aplaudir la estrategia de mitosis de Más País, que, a costa de hacer un
ridículo pasmoso en su estreno nacional, ha torpedeado a sus antiguos camaradas
y permitido el ascenso de Vox hasta alturas estratosféricas. Gracias a su afán
de protagonismo,Errejón pretendía ser el niño en el bautizo y ha sido el muerto
en el entierro.
Con el «Pedrete» da
igual que los naipes sean oros, copas, espadas o bastos. El escenario político
sigue tan bloqueado como antes, sólo que aun peor, con los eslabones mucho más
débiles, la izquierda más dividida, la derecha más fuerte y los rencores
enconados hasta la exasperación. Pero no hay que descartar, teniendo en cuenta
el optimismo irrefrenable del presidente, que se empeñe en convocar unas
terceras elecciones, a ver si hay suerte y defenestra al PSOE de una vez por
todas. Sánchez ha encarnado en términos electorales aquel chiste de Jaimito, el
de ese delantero centro tan idiota que metió un gol y en la repetición lo
falló.
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