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martes, 26 de noviembre de 2019

AMPUAM....10 PARTE


AMPUAM....10 PARTE
DUNIA SANCHEZ
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Las habitaciones, rectangular superficie con su escritorio, su ropero y su cama y ventanas…ventanas dando a un patio tragado de flores y flores cuidadas exquisitamente. Ahora que estaban aisladas una de otras, sus pensamientos trazaban círculos en el aire que respiraban. Las habitaciones continuas, esperaban a que todas las luces de la residencia estuvieran apagadas. Cuando todas dormían , monjas y compañeras, Anne se reunía con Ágata. Una reunión que las llevaba por los paraísos perdidos del primer amor. Se ejercía una atracción cuando ambas, solas, con la ceguera y sordera de las otras se agrupaban como una sola. Sí, estaban cansadas ante lo arduo de la jornada, ante la severa pena. Pero la pena, la queja no llegaban a ellas. Lo tragaban como una aventura más de sus vidas.
Ahora, a solas, sus labios furtivos se juntaban con cierta timidez, con cierto cimbrar de cuerpos deshojados por las placenteras caricias del amor , de una emoción vertiginosa que les hacía atraerse más y más. Todo era oculto, todo era insonoro a cualquiera incluso a Delfina. Sentían un cierto temor, una cierta prudencia, un cierto pánico terrorífico que las llevaba por vastos laberintos de la duda.  Y si se enterasen…esa es la interrogante de sus ojos cuando se cruzaban en el océano de la pasión, del abrazo largo por un cielo tatuado de estrellas. Anne y Agatta. Agatta y Anne , existencias mezcladas con el jugo del amor. Y se preguntaban, ¿es lo nuestro amor? A sus entendimientos no llegaban una respuesta franca, una respuesta afincada en el espejo de los otros sino de ellas. Sí, si es amor, respondía Anne. Un amor de lenguas agazapadas en los túneles oscuros. Un amor exaltado por el anonimato, por la máscara de nuestras sombras cuando la noche llega. Un amor marcado por la claridad de nuestra mirada. Sí, amiga mía. Sí, querida mía, esto es amor. La atmósfera que nos atrapa conquista cada beso, cada caricia, cada palabra inexacta. Y es que no hace falta hablar, conversemos con nuestros sentidos. Sensaciones enaltecida en lo oculto, hambre liada por lejanos desiertos donde el sol brilla sin mesura ¡Oh, el otoño¡ resuelto de escalinatas serpenteantes a ras de una cumbre donde cada uno es verticalidad de sus sueños. Sí, sueños …porqué no. Hay que soñar con las alas despiertas, con los pies desnudos sobre el arco de colores, con la entrega de lo puro de nuestros sentimientos. Agatta y Anne. Anne y Agatta. Duermen juntas, solo se escucha el goteo de un tejado maltratado por las estaciones y la luna ¡Ah, la luna¡ Apoteósica, purificada , entregada a las dudas, entregada a la certeza, entregada a las soñadoras de una noche de otoño ¡Oh, el otoño¡ Ven, ven con tus cascadas. Ven, ven  con tus manantiales alimentando el frescor de un amor…CONTINUARÁ
AMPUAM...11PARTE

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Y la noche…la noche doblando esquinas hasta encontrarse con la mar. Y la mar…la mar inquieta en la desavenencia del tiempo. Un mar de fondo donde las tonadas fúnebres flotan en el ambiente donde las olas rompen con las rocas. Todos duermen. Duermen los placeres prohibidos de los sueños, unos sueños que se transforman en el fondo de sus estómagos. Algún perro parece anquilosar la atmósfera con sus ladridos, un perro vagando sin rumbo en busca de comida, en busca de cobijo para sus huesos oxidados, podridos ante el otoño ¡Oh el otoño¡ fugaz como las nítidas lágrimas de estrellas fugaces cuando el firmamento es claro. Y todos duermen…duerme la superiora en un mundo inhabitable, invidente para los demás. Duerme Delfina tras ser lastrada en su habitación gris. Duermen Agata y Anne , juntas, con atención a que el alba no las alcance, antes que las campanas anuncien el despertar. Ellas están momento en que quisieran la eternidad de la calidez del amor, aun imposible en la moralidad de una sociedad estrecha en su razón. Y la noche…la noche observadora de vidas, de pequeñas vidas que escuchan en su letargo el rumiar de las mareas. En el boscaje exuberante, espeso se halla también ese hombre que mira a su esposa. El no descansa, en su duermevela se revuelve en la atención de ser vigía de su territorio. Dominado por la angustia se levanta de su cama. Mira todo lo que hay bajo su techo y siente el desplome de sus cimientos. El oleaje sigue y sigue rompiendo con las olas, estrangulándose con el gorjeo del nocturno. Recorre la casa hasta que llega a una puerta. Una puerta donde se arroja el dolor, el odio, un secreto bajo cadenas insonoras. De nuevo vuelve a su cama y medita, hace un recorrido de su ser, de su existencia y cierra los ojos. Progresivamente se duerme. Un quejido se escucha, ballenas cantando al son del movimiento del océano. El océano que rodea a la isla, el océano conversando con la luna roja. El océano donde los riachuelos terminan para ser brazos acogiendo de este planeta ¡Oh, el otoño¡ anguloso, perfilando los desastres de un mundo perdido en su complejidad. Y la noche quiere cantar. Y la noche quiere irse. Y la noche quiere descansar. Y la noche masa de grillos quiere apagar el mal que tira de nosotros. Y la noche se va despacito, con el ronroneo de una brisa suave que eleva los corazones en la serenidad, en el sosiego necesitado después de la desesperación, de la rabia contenida. Cuerpos que se dejan. Cuerpos abandonados a ras del equilibrio, cuando duermen. Cuerpos libres , manoseado por el vals del otoño ¡Oh, el otoño¡ bello y apagado a la vez. Cuerpos animados por su mañana. Cuerpos ascendiendo a lo más alto de sus emociones, cuando duermen…cuando duermen…CONTINUARÁ

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