LE VOY A HACER UNA OFERTA
QUE NO PODRÁ RECHAZAR
EMILIO DE LA PEÑA
Pedro Sánchez ha
vuelto. Y lo ha hecho para dedicar sus esfuerzos a la propaganda. Fotos con una
amalgama de organizaciones de la sociedad civil, entrevista de campanillas para
su redifusión, y un programa de Gobierno, que en su interpretación reúne todo
lo que la izquierda puede esperar. De los 52 días entre el fracaso de la última
sesión de investidura y el próximo intento, Sánchez va a dedicar apenas cuatro
para dialogar con los líderes de los otros partidos, al borde mismo de su
aceptación para ser investido, si es que llega de verdad ese momento. Negociar
sería una expresión falaz en este caso, por eso la evito. Si Sánchez quiere ser
presidente necesita la abstención de los partidos independentistas. Estos suman
22 de los 48 diputados procedentes de Cataluña, y cuatro más con Bildu. Sin
embargo, el presidente en funciones hace como que no existen.
En el tiempo de
retiro veraniego del líder socialista, Unidas Podemos le trasladó una propuesta
para negociar. De las 119 páginas que ocupaba, 108 estaban dedicadas al
programa de gobierno. El resto, a plantear cuatro alternativas de su
participación en el gobierno. Es más extenso, pero no difiere apenas del
pactado entre el ejecutivo de Sánchez y Unidas Podemos para sacar adelante los
presupuestos de 2019, aún pendientes. Eso significa que ahí no radica el
problema. Sin embargo, Sánchez dijo no a ese documento. Entre la publicación
del texto (poco antes de las 10 de la mañana) y el rechazo del PSOE (a las
14,31) pasaron cuatro horas y media. Esto parece indicar que ni lo leyeron. El
presidente del Gobierno volvió a la vida el 21 de agosto. Desde entonces,
reanudó sus reuniones con colectivos de la sociedad civil (dicen que hasta
100), que, como todo el mundo sabe, disponen de un significativo número de
escaños en el Congreso para aprobar su investidura. En total han sido 24
reuniones. Ahora, ha optado por que su partido y Unidas Podemos negocien el
programa común. Para ello no hay más de siete días. Y ¡peligro! será Carmen
Calvo quien encabece la delegación socialista.
Aseguran en su partido que el programa presentado por Sánchez es una
oferta que no podrá rechazar, aunque ni siquiera incorpora algunas de las
medidas ya pactadas con UP en el acuerdo presupuestario.
En el primer
intento de investidura fracasado las cosas no fueron muy diferentes. Eso sí,
todo trufado de cambios continuos de argumentos, de enredos, filtraciones y
mentiras. Pretendo que esto no sea un juicio de valor, sino que lo apoyo en
hechos, que repasamos.
Mentir conlleva
riesgos indudablemente, pero en muchas ocasiones el riesgo es mayor si no se
hace, porque uno puede quedar desnudo ante una realidad que le es adversa.
Quien miente en este caso puede sacar partido de ello. Una mentira aislada
puede tener su desmentido inmediato. La estrategia para evitarlo suele
consistir en decir muchas mentiras, algunas encubiertas. Incluso acompañarlas
de frases despechadas o de largas peroratas que desvíen el objeto de discusión.
Además, quien miente puede contar con una ventaja: la dificultad de comprobar
sobre la marcha si lo que afirma es verdadero o falso.
Esta forma de
actuar es la que ha estado practicando la vicepresidenta del Gobierno, Carmen
Calvo, desde que asumió la tarea, encomendada por Pedro Sánchez, de impedir un
gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos y echar la culpa al
contrario. Ha contado con una ventaja: la pasividad, cuando no el beneplácito,
de los grandes medios de comunicación, que han renunciado a comprobar si lo que
decía era cierto. Todo lo más, los medios se sonrojan con las maneras en las
que Calvo se expresa.
Así corre el riesgo
de pasar por ridícula, pero no por mentirosa al servicio de una causa. Es como
aquel cojo que se apoyaba en un paraguas los días sin una nube: prefería hacer
el ridículo a mostrar su cojera.
Aunque los enredos
verbales de la vicepresidenta son cuantiosos, trato de entresacar algunas de
sus falsedades. 25 de julio. Calvo había conseguido la tarde anterior desbaratar
cualquier intento de negociación con Unidas Podemos. Entrevistada por la Cadena
SER aseguró: “Hemos tenido la gallardía de no filtrar nada”. En este caso, para
mentir se necesita también una tremenda caradura, al implicar, sin riesgo
alguno, a los medios de comunicación en la jugada. “Lo conocieron todos los
españoles a través de ustedes, los medios”. Se refería al documento enviado a
los medios por su secretaría tras manipularlo. Era un texto de UP con
propuestas para la negociación, con un encabezado falseado bajo el título
“Exigencias de Unidas Podemos al PSOE”. “Nos han pedido literalmente el
Gobierno”.
Sé que todo esto
queda ya lejos, medido en plazos periodísticos. Sin embargo, en el mes
transcurrido desde entonces, nada ha cambiado. Sánchez ha pasado casi todo
agosto como los osos o las marmotas en los meses más fríos, en hibernación, por
contradictorio que parezca. Lo quiera, o no, se llega a la hora de la verdad
con idénticas posiciones a las de julio. Por eso me parece útil analizar ese
punto de partida.
¿Qué pidió en
realidad el grupo de Pablo Iglesias? ¿Qué ofreció Pedro Sánchez? Veamos y
comprobemos el peso de ambas propuestas en dinero, es decir con lo que cuentan
en los Presupuestos del Estado. La oferta de tres ministerios y una vicepresidencia
que hizo Sánchez a Unidas Podemos sumaba
en total 4.237 millones de euros, el 2,6% del gasto del Presupuesto del Estado
para 2019. “Políticas muy importantes y áreas de trabajo muy atractivas” decía
en otras declaraciones Calvo. Pero su celo por desbaratar todo intento de
coalición y acusar a Unidas Podemos prosiguió. Tras la advertencia de Pablo
Echenique de que el Ministerio de Igualdad que le ofrecían no era sino una
secretaría de Estado cambiada de categoría, la vicepresidenta aparentó asombrarse
en la SER para decir enfática: “Pero si ya es un ministerio, ¿No lo saben?” En
esto parecía mentir no por necesidad, sino por vicio: no es un ministerio, sino
una secretaría de Estado que pertenece a su departamento. Nadie salió al paso
de semejante engaño.
¿Hasta dónde
llegaba la codicia ministerial de Unidas Podemos, que desató el fingido enfado
de Sánchez y su equipo? Basta con repasar las partidas presupuestarias de lo
reclamado. En total alcanzaba una vicepresidencia, y tres ministerios: Trabajo,
Sanidad y Ciencia. Se suma y alcanza la cifra de 22.237 millones del
Presupuesto, el 13,5% de todo el gasto del Estado. “Unidas Podemos ha
pretendido todo el tiempo negociar en una posición que no se corresponde al
respeto a las urnas”, aseguró tajante la vicepresidenta. En su mentira llevaba
algo de razón, porque las urnas dieron a la formación de Iglesias el 14,% de
los votos, luego se habían quedado cortos. Si lo que se compara es el número de
diputados, la austeridad ministerial de Unidas Podemos es aún mayor: dispone
del 25% de la suma de diputados que formarían la coalición. En el último
momento, Iglesias propuso renunciar a la totalidad del ministerio de Trabajo y
solicitar a cambio las políticas activas de empleo. En ese caso, el porcentaje
sobre el gasto total del presupuesto es menor: el 9,3%.
Elaboración propia, a
partir de los Presupuestos del Estado.
Se puede argumentar
que la capacidad para gobernar no depende solo del dinero del que se disponga.
También es importante saber qué competencias se asumen. En este caso, las cosas
no eran más favorables para Unidas Podemos. Por ejemplo, el ministerio de Vivienda
ofrecido era solo la secretaría general de Vivienda y esta carece de capacidad
sobre los problemas más urgentes en esta materia: la normativa sobre desahucios
y desalojos, la ley hipotecaria, los impuestos sobre bienes inmuebles o
transmisiones patrimoniales, la regulación que permite actuar a los fondos
buitre u otras sociedades. En el caso del Ministerio de Igualdad, este no es
competente para regular sobre la brecha salarial, sobre el trato a los
inmigrantes, sobre los planes de enseñanza, por citar solo algunas cuestiones.
En Sanidad y Consumo, la regulación del juego on line, probablemente el asunto
donde más se abusa del consumidor desprotegido, no depende de este
departamento, sino del de Hacienda. La capacidad regulatoria sobre estas y
otras materias similares aumentaría poco la dotación presupuestaria
cuantificada, pero incrementaría claramente el margen de maniobra para hacer
política social.
En resumen, con
plazos reducidos a su mínima expresión cuando había tiempo de sobra; con
actuaciones propias de una campaña electoral, como las innumerables fotos con
colectivos sociales; o la presentación de su programa urbi et orbi, y con el
veto a compartir el gobierno, toda parece indicar que Sánchez se prepara antes
que nadie para nuevas elecciones. Como suelen decir los sindicatos: “en las
largas reuniones con empresarios que acaban sin acuerdo, sale mejor parado el
que más aguanta”, por eso nadie quiere ser el primero que se levante de la
mesa.
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