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sábado, 28 de septiembre de 2019

EL TERRORISMO Y LA LLAVE ALLEN


EL TERRORISMO Y LA LLAVE ALLEN
GERARDO TECÉ

Ya tenemos, oficialmente, terrorismo en Cataluña. Enhorabuena a los premiados. La Audiencia Nacional ha decretado prisión incondicional para siete de los nueve acusados de terrorismo independentista, ese nuevo género que causa furor. Otros dos han sido puestos en libertad tras confesar que tenían pensado hacer algún acto de sabotaje, pero que estaban lejos de poder llevarlo a cabo y que, en todo caso, nunca hubiera sido contra personas. Se les ha puesto en libertad, pero sigue manteniéndose sobre ellos la misma acusación que para el resto de detenidos: terrorismo. Así, con todas sus letras y todos los recuerdos que nos trae la palabra. Los dos presuntos terroristas puestos en libertad, eso sí, tendrán que ir a firmar a la Audiencia Nacional cuando se les requiera. La imagen de los dos terroristas pillando el AVE Barcelona-Madrid para firmar y volver a casa, es, por lo menos, curiosa. Creo que fue desde la llegada de Ikea a nuestras vidas. Desde entonces, a cualquier cosa lo llamamos mueble o terrorismo. La ventaja, eso sí, es la variedad de opciones que el sistema de llave Allen te ofrece a la hora de montarte el salón de tu casa o la acusación de terrorismo según te apetezca.


De un tiempo a esta parte –desde la desaparición de ETA para ser más precisos– la amplia gama de tipos de terrorismo que han aparecido en España se ha convertido en una riqueza más del país, como el vino o los quesos. Tenemos formas de terrorismo tan originales que asombran al mundo. A quemar un contenedor en Francia, a hacer explotar un artefacto durante una manifestación, se le llama –menudos paletos están hechos– protesta de los “chalecos amarillos”. Con la ley española en la mano, no habría cárceles suficientes en Francia para encerrar a las decenas de miles de terroristas que incendiaron las calles de París contra las políticas de Macron. En España, avanzados como somos para lo que nos motiva, somos más sofisticados. Quemar un contenedor es terrorismo si se hace en el lugar adecuado, la zona norte. Si usted quiere visitar la Audiencia Nacional por todo lo alto, no vaya a quemar un contenedor en Badajoz o la cosa acabará en una escena tan ridícula y poca cosa como un municipal multándolo mientras le echa una bronca.


A darse de hostias en un bar con un policía de paisano, en el Reino Unido se le llama ver un partido de fútbol de tranqui. O pelea de bar a secas si –cosa rara– ese día no pusieran fútbol en la tele. En España, una pelea de bar en la zona especial norte, de nuevo vuelve a llamarse terrorismo y lleva consigo décadas de cárcel para el grupo de amigos involucrado. A escribir una canción o un tuit violento, en Portugal, Tanzania, Alemania o Estados Unidos, se le llama libertad de expresión y el castigo suele ser que los ofendidos se acuerden de la familia del autor. En España, hipersensibles que somos a algunas cosas –las más estúpidas normalmente–, la justicia actúa haciendo que esto también se apellide terrorismo. Hasta exiliados tenemos por este motivo. Un orgullo nacional exportar este tipo de inventos originales. Luego, que si no se nos da bien el I+D.

El terrorismo independentista catalán ha llegado para quedarse. ¿Qué sería de la reivindicación de un referéndum pacífico en Cataluña sin una buena criminalización? Lo explica el auto del juez de la Audiencia Nacional que ha decretado prisión para siete de los terroristas y que ha mandado a su casa a dos de ellos (también terroristas, recordemos): ese material que tenían, susceptible de convertirse en un explosivo, lo tenían porque eran indepes. Porque con ese potencial acto que podrían haber llevado a cabo, no hubieran hecho otra cosa que reivindicar la existencia de una República catalana. En Francia, Alemania, Tanzania o Portugal, a un proceso judicial que incluye motivaciones políticas se le llama juicio político. Aquí lo llamamos justicia a secas, porque la vida consiste en no complicarse la vida con menudeces. Mientras el juez motiva que el terrorismo existe porque existe una ideología, los medios van poniéndole nombre al nuevo terrorismo de referencia nacional: los CDR. No importa que la Guardia Civil explicase en un primer momento, tras las detenciones de los nueve acusados, que “habían formado un grupo ajeno a los CDR”. Días después, no queda un solo medio de comunicación que no una en sus titulares las palabras terrorismo y CDR. ¿Qué sería del terrorismo sin unas buenas siglas que lo acompañen? Nueve flipados se hacen con grandes cantidades de detergente para meterle fuego a algo. Sonaría poco serio. Y aquí somos gente seria.

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