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sábado, 17 de agosto de 2019

CUANDO LOS RICOS SÍ PUEDEN CONTAMINAR


CUANDO LOS RICOS SÍ PUEDEN 
CONTAMINAR
PASCUAL SERRANO
La propuesta de los socialdemócratas alemanes y Los Verdes, apoyada también por sectores de la Unión Cristianodemócrata de Angela Merkel, de subir el IVA a la carne del 7% al 19% para que se reduzca su consumo por razones ecológicas nos da pie a una importante reflexión. Si observamos bien, está siendo recurrente en el capitalismo acudir al sistema impositivo como mecanismo de protección medioambiental: subir impuestos a la gasolina, pagar por las bolsas de plástico...



Esa política aparenta ser progresista y, por supuesto, plausible desde el punto de visto ecológico, pero olvidamos que, en esencia, se trata de iniciativas que, una vez más, se basan en permitir que quienes tengan dinero puedan hacer algo (contaminar) que no pueden hacer los que no lo tengan. Los ricos son los que pueden tener grandes coches que emitan muchos gases, despilfarrar el plástico que consideren y, por supuesto, comerse los chuletones que ahora quieren encarecer. Para los no pudientes todo eso se ha acabado.

Es como si las emisiones de contaminantes de los coches ya no lo fueran tanto después de haber pagado impuestos, o las bolsas de plástico no hicieran daño en nuestros mares si proceden de un adinerado que pagó por ellas. O si contribuyéramos mejor al hambre del mundo impidiendo que los pobres comieran pollos aumentando el IVA mientras los ricos pueden seguir comiendo langosta en un restaurante. No, eso no es ecologismo, es más capitalismo y desigualdad social.

Se me podrá argumentar que con este sistema impositivo se reduce el consumo y la contaminación, por tanto, es indiscutible al eficacia de la medida. Pero se trata de una reducción clasista, algo que se nos olvida al llevar años inmersos en un sistema que establece las medidas coercitivas y punitivas mediante dinero y, por tanto, desiguales porque dependen mucho del dinero del que uno disponga: no es lo mismo una multa de 200 euros para un desempleado que para un banquero.

El mantra de las libertades individuales impuesto por la mentalidad neoliberal ha logrado consolidar la idea de que no hay que prohibir nada, basta con la imposición fiscal, que es algo así como prohibir solo para los pobres y permitir que puedan seguir haciendo los ricos. Si de verdad necesitamos disminuir la emisiones de gases contaminantes, el uso de plásticos o el consumo de carne habría que establecer regulaciones no clasistas. Es decir, prohibir en determinadas circunstancias o permitir solo en casos excepcionales. Pero para todos, no solo para los que no tengan dinero para el impuesto. Nadie puede pensar que sea razonable que si pagas puedas matar especies protegidas, talar árboles centenarios o verter tu basura a los ríos.

Las medidas que sean necesarias deben imponerse sin diferenciación del bolsillo de los ciudadanos. Un ejemplo, en Cuba el consumo de carne de res está limitada, prácticamente prohibida en el mercado libre. La razón es sencilla, no disponen de grandes extensiones de tierra para esa ganadería y la producción es poca. El mercado lo hubiera resuelto como lo hace siempre, subiría el precio y solo los ricos comerían esa carne, sin embargo, el Estado cubano ha considerado que no deber ser ese el criterio. Debe haber un sector ganadero mínimo para producir leche para distribuir gratuitamente a los niños evitando que esas vacas se las coman los ricos. Y se debe reservar la poca producción a enfermos, ancianos o sectores que, según criterios médicos deben alimentarse con carne de res.


Nuestra visión neoliberal dirá que se trata de una prohibición dictatorial, qué barbaridad prohibir comer carne de vaca y sancionar a quien lo haga. Cuando en realidad es aplicar criterios sociales y humanos en lugar de criterios de poder adquisitivo, algo que ya nos resulta muy ajeno en nuestras sociedades impregnadas de un clasismo que dice quién puede viajar, quién puede comer qué productos, quién puede bañarse en la playa o quién puede respirar aire puro.

Olvidamos que en el capitalismo las prohibiciones son constantes cuando no se dispone de dinero, pero ya se puede presentar como libertad. Y así, en nombre de buenas intenciones, logran imponer prohibiciones para los pobres y privilegios para los ricos

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