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lunes, 1 de julio de 2019

LOS MATAGUANCHES


LOS MATAGUANCHES
DOMINGO GARÍ
Existe una larga tradición de matar guanches instalada en nuestra sociedad. Normalmente esto está asociado a un deficiente conocimiento de nuestra historia. La gente suele manejarse con cuatro generalidades que aprendieron en el colegio, en los entornos familiares o con amistades tabernarias. Y como si fuese resultado de un mantra que flota en el aire, reproducen tales banalidades y las defienden con determinación. La permanencia de un sistema educativo alienante y unos medios de comunicación reproductores de las cuatro simples ideas del viejo colonialismo, entorpecen la posibilidad de que en este pueblo se contemple el pasado sin complejos y falsas aproximaciones.



La reflexión anterior me vino dada después de asistir este siete de septiembre a la representación que los “guanches de Güimar” hacen en la fiesta de la Virgen del Socorro, en la playa de Chimisay. Asistí a ella con ojos de etnógrafo para anotar la existencia de los elementos más representativos del acto.

Lo primero que me llamó la atención fue una abrumadora profusión de banderas españolas. Incluso bordeando la cruz de tea, lugar emblemático, porque en el pedestal en donde se encuentra se coloca la escultura de la virgen, centro del escenario de la representación. Cuatro ramas de palmera coronadas con cuatro enormes banderas españolas. ¿Pero qué sentido tienen esas banderas cuando la obra que se representa data de 1594 y en consecuencia aún no existía esa bandera? Es llamativo para comenzar.

Cuando arrancó el espectáculo un narrador puso en situación al público. Y entonces comenzaron los primeros disparos contra los guanches. La narración la basa en lo escrito por el dominico Fray Alonso de Espinosa, autor del libro sobre la virgen de la Candelaria escrito a finales del siglo XVI. Y se reproduce tal cual, con las mismas falsedades e invenciones tendenciosas que hiciera el dominico en su momento. Muchas partes de ese relato ya han sido desmentidas por la investigación histórica, hecho que parece no interesar al mantenedor de la fiesta, ni a sus promotores actuales, la parroquia local en este caso.

El narrador nos cuenta que la información referida a los actos que acontecen en la playa, fueron recopilados por el fraile dominico, quien pudo hablar con los últimos guanches antes de que estos muriesen. ¿Estuvieron esos últimos guanches esperando la llegada del fraile para, tras contarle que la virgen “apareció”, luego morir? Esto contado en el siglo XXI es ridículo, tanto como decir que la virgen se les “apareció”. Y no es que sea ridículo contar esto así en el siglo XXI, sino que los propios guanches en 1544 hablaron de la virgen que ellos habían “ayudado a hacer”, tal y como se nos demuestra documentalmente (Santana Rodríguez, Lorenzo: 2009), o bien en un relato posterior cuando se dice que fue “hallada”. Es decir, colocada allí ex-profeso por los misioneros mallorquines al objeto de comenzar “con su táctica de penetración evangelizadora”.

Por su lado, los güimareros que allí se visten a la usanza de los “guanches” para representar una obra “barroca” según el mantenedor, están atrapados bajo el argumentario de Espinosa. Uno, sufre parálisis en la mano que porta una piedra para lanzarla a la Virgen, el otro, se autolesiona con una tabona, cuando quiere atacar ese “objeto extraño” que se les cruza en el camino. Gesticulan pero no hablan, como si los guanches fuesen homínidos imposibilitados para el habla. Se golpean a modo de discurso en una mímica extraña por medio de la cual representan a gente bárbara.  Al fondo, los “trescientos”, se mantienen alejados y temerosos, hasta que Acaymo, rey de Güimar, se acerca a la talla de la virgen y se postra de rodillas. Todo ello es el relato interesado que necesitaban los conquistadores y evangelizadores, pero es insostenible históricamente.

¿No pueden estos “guanche de hoy” hablar durante su representación? Podrían hacerlo en castellano o en tamazight (al menos usar algunas de las palabras documentadas), y mezclar ambos idiomas. Seguir manteniendo de manera literal la narración dominica no deja de ser, en la actualidad, una maniobra de carácter ideológico, igual que lo fue en su momento.

Continuar matando guanches cultural y étnicamente se ve que es un ejercicio en pleno estado de forma, que desdeña reparar en la abrumadora evidencia histórica para poder construir una explicación más racional y verdadera acerca de nuestra historia. La descripción de la ideología del colonialismo-evangelizador ha sido desmontada gracias al trabajo de los investigadores e historiadores. Ahora debe ser también desvelada, rebatida e impugnada en su falsedad por la ciudadanía común.


Las memorias colectivas se conforman de relatos compartidos acerca del pasado, pero nunca deben ser considerados inmutables. Cuando el peso de las evidencias los tornan ridículos, seguir manteniéndolos los transforma en parodias. La actual Cofradía de los Guanches del Socorro de Güimar tiene la oportunidad de poner remedio al asunto, si se compromete en la tarea de revisar y enriquecer su necesaria representación, que cada año congrega a miles de personas para contemplarlos.

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