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miércoles, 12 de junio de 2019

JORNADA TRISTE EN LA ASAMBLEA DE MADRID


JORNADA TRISTE EN LA ASAMBLEA
 DE MADRID
JUAN TORTOSA
El Eroski que había en Vallecas, justo frente a la Asamblea de Madrid, ya no existe, ahora se llama Carrefour. Cristina Cifuentes también es historia por estos lares, desde aquel video en que la grabaron llevándose dos cremas sin pagar y sus propios compañeros guardaron celosamente hasta el momento en que creyeron conveniente acabar con ella. Ya no queda ni su sombra, pero la de Esperanza Aguirre sí que anda aún por aquí, encarnada en la eficaz amanuense que prosperó a su lado y que en un mes, si nada se tuerce, será la próxima presidenta de la Comunidad: con Isabel Díaz Ayuso, su partido alcanzará los treinta años seguidos gobernando Madrid.


Los sueños de Gabilondo y Errejón se esfumaron, y tanto ellos como Isa Serra vagan por los pasillos sin que apenas les hagan caso los tropecientos mil micrófonos y cámaras que rodean el hemiciclo de la Asamblea de Madrid este martes once de junio. Las estrellas del día son los diputados de Vox, en esas estamos. El ambiente me recuerda al que viví en Enero en el Hospital de las Cinco Llagas, en los días fríos de la investidura de Juanma Moreno como presidente de la Junta de Andalucía. En Sevilla los doce diputados de Vox eran toda era novedad y aquí ya no lo son tanto , pero existe un denominador común en los dos paisajes, la irrupción de la ultraderecha en las instituciones, que este martes en Madrid toca pelo ya con un puesto en la mesa de la Asamblea. Un asunto cuya gravedad no debe hacernos bajar la guardia un solo minuto, ni mucho menos perder la perspectiva.

 Los fotógrafos y los cámaras de televisión buscan a Juan Trinidad, diputado de Ciudadanos que desde las 12:53 de este martes ha sido elegido presidente de la Asamblea de Madrid. En la cafetería, y hasta en los lavabos, los doce diputados de Vox no disimulan su orgullo tras haber conseguido colocar el primer peón en un sillón institucional: Ignacio Arias, vicepresidente tercero, ahí queda eso. No olvidemos nunca que su líder, Santiago Abascal, prosperó en la vida gracias a haber crecido a los pechos de Esperanza Aguirre. Aguirre, el PP: desde que robaron la cartera al socialista Rafael Simancas, allá por el 2003, han destrozado la Comunidad de Madrid, y ahora que la cosa parecía pintar algo mejor, la izquierda se ha quedado de nuevo a las puertas del cambio, con un palmo de narices y con la ultraderecha sentada en la mesa de la cámara para mayor vejación. En la expresión de Gabilondo parece adivinase un cierto hastío: madre mía, otros cuatro años en la oposición, ¿los resistirá? Con una humillación añadida: ni en los tiempos de mayoría absoluta del PP, la izquierda llegó a tener solo dos representantes en la mesa. De los siete puestos en total, la correlación solía ser 4-3. Esta vez, 5-2. Para que no queden dudas de la cera que va arder durante los próximos cuatro años.

Lo que sucede en Madrid estos días trasciende bastante más allá de las fronteras de la Comunidad. No es una plaza más, es el predio que impide a Pedro Sánchez sacar pecho tras los resultados en las elecciones generales. Perder la Comunidad y el Ayuntamiento de la capital es un sonoro fracaso, por mucho que los socialistas se empeñen en repetir una y otra vez que fueron ellos quienes ganaron las elecciones autonómicas y municipales. Se perdió Andalucía y no se ha recuperado Madrid. Eso significa un serio hándicap para las expectativas de la izquierda en los próximos cuatro años. Se trata de dos trofeos de la máxima envergadura, que llenan de oxígeno los pulmones del líder del Partido Popular a pesar de haber perdido, en las elecciones generales, casi la mitad de los representantes que su partido tenía en el Congreso de los Diputados.

El desafío de toda la izquierda es enfrentarse desde el primer día a ese impostado triunfalismo de la derecha, no dejarles respirar ni mucho menos pavonearse. Y no olvidar ni un minuto que si la derecha continúa en las instituciones madrileñas es gracias a los pactos con los ultras, cuya hoja de ruta consiste en liquidar derechos conquistados durante decenas de años con mucho sudor: derechos de las mujeres, de los inmigrantes, de los jóvenes, de los colectivos más desfavorecidos. Malas noticias en una jornada triste. Toca pelear. Mucho.

J.T.

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