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sábado, 8 de junio de 2019

CHINA, DEL COMUNISMO AL FASCISMO


A contracorriente

CHINA, DEL COMUNISMO AL FASCISMO
Enrique Arias Vega
Los politólogos andan preocupados ante nuevas formas de autoritarismo occidental, desde Trump en Estados Unidos hasta Orban o Salvini en Europa. Callan como muertos, en cambio, ante el capitalismo salvaje de China, ante la transmutación ante sus ojos de un régimen comunista en otro fascista, sin necesidad para ello de modificar su nomenclatura.

No sé qué pensarían Mao y sus colegas si levantaran la cabeza, tan obsesionados con el igualitarismo social al coste de miles y miles de cadáveres. A lo mejor, a ellos, tan pragmáticos, no se les caía la cara de vergüenza, por aquello que dijo en 1985 Den Xiaoping, autor del cambio de chaqueta: “Gato blanco, gato negro, poco importa si caza ratones”.
De haberlo dicho menos de 20 años antes, durante la omnipresente revolución cultural, habría sido enviado a un campo de reeducación, donde los trabajos forzados y las torturas habrían tratado de corregir semejantes pensamientos burgueses. No se puede negar, pues, que el régimen chino sea práctico y funcional, pudiendo parodiar a Grucho Marx y su famosa frase: “Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros”.
Los de ahora se parecen más a los de Mussolini y Hitler que a los de Lenin, sin inferir cuál es peor. El perenne partido único se sigue llamando comunista, pero en vez de a la igualdad está al servicio del Estado, en el que coexisten clases sociales, de una riqueza intolerable unas y de una miseria abyecta las más, sin una legislación social que las ampare. A su sombra, sin necesidad de guerras clásicas, la que será la próxima potencia mundial ya ha extendido su imperio sobre los recursos de África y lleva camino de hacerlo sobre los de Latinoamérica, recibiendo, en vez de la hostilidad de las democracias, sus parabienes y hasta su envidia.     

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