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viernes, 14 de junio de 2019

ANOCHECE, QUE NO ES POCO


ANOCHECE, QUE NO ES POCO
GUILLEM MARTÍNEZ
SUBIDÓN-SUBIDÓN. TS. Informes finales de las defensas. La cosa consiste en que cada carácter individual de la defensa evalúa lo que el juicio ha probado y lo que no. Cargarán sobre la prueba de cargo, y plantearán la de descargo.
Es el momento del subidón-subidón de las defensas, el momento en el que los acusados aparecen desde su lado mejor, cargados de verdad y de derecho. Ese lado permanecerá en la percepción hasta que, glups, llegue la sentencia. Momento en el que vete a saber qué percepción impera –los informes de las acusaciones, tan fuera de madre, no ayudan a prever un futuro en el que no nos invadan los Transformers–. Cada abogado tiene para todo ese pack una hora por cliente. Algunas defensas se han quejado de ese escaso tiempo –que no está mal; el TEDH ofrece media horita a sus usuarios–, si bien el tiempo, en esta franja, como en la vida, no es tan importante como la genialidad en su uso. Un informe corto, repleto de efectos, con vigor narrativo, con juego de piernas, seductor, con capacidad intelectual, empático, y con una frase chachi con levantamiento de ceja en el momento indicado es mejor que un discurso largo y plomizoZzzzzz y, por lo tanto, afuncional. Estos discursos, para el caso, serán/deben de ser técnicos, pero en alguna defensa también serán políticos. Posibilidad que no debería excluir lo de la genialidad que les decía antes. Pero que, visto lo visto, no ayudará.


EL CASO DE LA COSA. Lo político, en este juicio, está resultando en ocasiones contraproducente. Salvo, diría, en la defensa de Cuixart, centrada en derechos fundamentales, como el de asociación, reunión, manifestación. En el resto de las defensas que han apostado por esa vía, no se ha apostado por esa vía. Los tramos políticos son como discos dedicados. Han tendido a ser, en este juicio, fragmentos orientados, antes que a la defensa, al espectador procesista. A otra defensa en otro frente, vamos. En ellos se recurre a un temario y a una épica que la defensa técnica se come con patatas para construir una defensa más efectiva. La defensa técnica, en este juicio, ha consistido en explicar y demostrar que los acusados mintieron a su sociedad. Así como suena. Literalmente. Ni más ni menos. Cuidadín. Este juicio, que nunca se tenía que haber llevado a cabo, y nunca jamás con los cargos que han dibujado las acusaciones, tiene esa contradicción. Un Estado y unos medios de comunicación –por aquí abajo, el Estado es eso: lo que uno quiera, pero con unos medios de comunicación Ultra Sur– defienden que hubo un golpe de Estado. Otra instancia del Estado y otros medios defienden que hubo un proceso de autodeterminación. No pasó nada de eso. Y creo que este juicio lo ha demostrado para quien lo quiera oír. Es decir, para nadie. Este juicio es, pues, una pelea entre dos instancias del Estado. Una de ellas, con garrote y capacidad de llevarte a galeras. La otra, incapaz incluso de eso. Es difícil practicar la defensa en este juicio buscando el máximo beneficio para tu cliente –algo sagrado– y, a la vez, apostar por el derecho penal –ese mal rollo– como fuente ética de solución a un conflicto social en el que chocan dos mentiras, pocos políticos y millones de ciudadanos. En ese sentido, hoy les hablaré de Javier Melero.


LA INSOPORTABLE MELERIDAD DEL SER. Melero empezó este juicio, hace 51 sesiones, a su bola. Fijó que aquí se juzgaban derechos fundamentales. Pero que esto era un juicio penal. “Ni más, ni menos”, dijo. Y agregó que este juicio podría ser cualquier otro juicio penal, “como el de una estafa, como el de una alcoholemia”. Podría haber citado, en lugar de esos ejemplos, otros más edificantes. Pero dijo “estafa” y “alcoholemia”. Ahora creo comprender que, con esos ejemplos, daba una descripción de lo sucedido, un posicionamiento moral ante ello, a través de dos sinónimos: de mentira y euforia. No son delito. Son una región de la política. Por aquí abajo, pronunciada, autosuficiente. El informe inicial de Melero finalizaba planteando el absurdo de la situación, lo absurdo de los cargos. Durante el juicio, a través de esa defensa técnica, y de esa broma para consumo propio –estafa, alcoholemia–, Melero ha puesto contra las cuerdas a la Fiscalía. Y a su planta superior, que no es lencería, sino todo lo contrario: Gobierno y Estado. Ha solventado, con habilidad, la defensa de su cliente –es más, diría que la ha ampliado al resto de acusados–, y el posicionamiento ético desde el derecho penal. Hoy, con su informe final, lo ha bordado. Simplemente. Ahora mismo estará en casa, con los pies sobre la mesa, tomándose un Cardhu, o lo que sea que se metan los Melero.

FAULKNER. Ha empezado alto. Ha explicado el Derecho Penal como Derecho Constitucional aplicado. Ha explicado lo poco que ha participado la disciplina en los sucesos –tortazo con la mano abierta a instrucción y Fiscalía–, y que eso, tachán-tachán, es lo que va a pasar ahora. Se pela los cargos de rebelión y sedición –figura que ni trae a colación–. Para ello utiliza “los brillantísimos” informes de las acusaciones –plaf–. Explica que Fiscalía trajo a colación la pirámide de Kelsen para “traer a colación a los nazis”. “Y en una discusión, el primero en citar a los nazis, pierde”. Explica el absurdo de una rebelión por parte de la Gene, en tanto que “aunque esto puede no gustar a alguien” –los acusados, el público consumidor de procesismo–, “la Gene hizo todo lo posible para abandonar el poder” –el 27O; plaf–. Vamos, que hizo lo contrario a lo comunicado a su sociedad. Establece aquí qué hechos no son relevantes para la causa. No lo son todos los hechos que se inician en 2012, mucho antes de que se abriera la instrucción, y que han aparecido en el informe de Fiscalía como pruebas. No lo es el Llibre Blanc, no lo es ningún programa electoral. No lo es la actuación policial –de todas las polis– los días en los que se ha centrado el juicio. Habla de un “gravísimo déficit de organización policial” –y “a la policía no se la defiende dándole coba, sino explicando la ineptitud de sus mandos”–. Explica que el 1O, las policías coordinadas por Pérez de los Cobos –una figura cuya singularidad de coordinador sin mando que mandaba supone otro plaf– incumplieron el mandato judicial. Plaf. Optaron, vamos, por un objetivo político, no por el encargado. Plaf.

 Por otra parte, la ciudadanía, el 1O, “no estaba ejerciendo ningún derecho, pero tampoco ningún delito”. Habla de lo que sí debe de ser objeto de enjuiciamiento. Y alude a la desobediencia. Asume el delito de desobediencia –exento de cárcel– para su cliente. “Desobedeció al TC, pero dispuso los Mossos para el 1O, reforzó los servicios tal y como pedía Fiscalía y el TSJC” –plaf–. Más sobre rebelión: no pudo haberla cuando no hubo Estado de Sitio, ni refuerzos en estructuras críticas, ni el Gobierno tampoco hizo informes de adjudicación de armamento a los cuerpos policiales. No la hubo porque hubo reversión: desde el primer momento, no hubo resistencia gubernamental cat al 155 –plaf–. No hubo rebelión porque el Fiscal General declaró, el 27O, que no habría cargo de rebelión si no se declaraba DUI, y que no la declaró –“la Gene incumplió todo para declarar una República”; plaf–. No hubo rebelión porque esas cosas se hacen con armas, y en el articulario se detalla que quien las deponga tendrá beneficios jurídicos, a los que no pueden acceder los acusados, al no tener, precisamente, armas. Habla de la creciente desconfianza del Estado hacia cualquier institución catalanista, desconfianza que lo ha impregnado todo y, en primer lugar, las actuaciones policiales. Habla de delitos producidos en aquellos días: contra el orden público, y actos concretos y aislados de resistencia a la autoridad. Habla de que una manifestación, por molesta o ruidosa que sea, debe de ser asumible en democracia. Habla de que todos los planes policiales para el 1O fueron inútiles, pero que sólo el de los Mossos tenía aspecto de plan –hojas, grapas, lógica–. Se pela la malversación –“los presupuestos de mi cliente fueron aprobados por Consejo de Ministros”–. Para finalizar, arquea una ceja y cita un fragmento de la peli Amanece que no es poco. La GC detiene a un vecino porque ha plagiado a Faulkner. Y reivindica una Esp en el que las polémica sean esas. Es decir, equipara lo que aquí sucede a un problema forzado o absurdo en una peli absurda, como plagiar a Faulkner. Por otra parte, un genio en lo suyo, pero un racista. Quizás es el último plaf de Melero.

ORACIÓN Y CIERRE. Melero, más brillante que este pálido resumen, crea empatía, sobriedad intelectual, atención. Y se pela los cargos a través de las pruebas facilitadas por la Fiscalía. En mi opinión, con solvencia. Para ello dibuja la gran mentira procesista, su “estafa”, su “alcoholemia”. Lo lógico, si ese discurso ha suscitado el interés y la lógica del Tribunal, es que mañana, cuando todo esto acabe, el Tribunal levante la prisión provisional de los acusados. Ya veremos. Hoy Larra, por cierto, no trabaja. Le ha dado un telele cuando Melero, aludiendo a la violencia del 20S, ha explicado que “se tiró una lata de cerveza y una botella de agua. Conociendo al tipo de manifestantes, la lata estaría vacía, y la botella de agua, llena”. Ahora mismo voy al Centro de Atención Primaria para Fantasmas “Vuelva Usted Mañana”. Hasta mañana.

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