LOS BOLOS DE RIVERA
GERARDO TECÉ
La última parada en
la Gira Euskadi 2019 de Albert Rivera ha sido Ugao-Miraballes, pueblo vizcaíno
de 4.000 habitantes. Como en bolos anteriores, las cifras de apoyo a Ciudadanos
en esta localidad (37 votos en las últimas elecciones) descartan que el motivo
de la visita haya sido el de intentar convencer a los vecinos para que voten naranja.
No, cuando Rivera viaja por la Zona Especial Norte le mueven otras cosas. El
patrón que explica los movimientos del líder de Ciudadanos coincide con el
Trending Topic del momento. Ugao lo ha sido tangencialmente estos últimos días
como meses atrás lo fue Alsasua.
En Ugao nació hace
68 años Josu Ternera, dirigente de ETA detenido la semana pasada en Francia. Y
ese nacimiento hace siete décadas, aunque pueda sonar un tanto absurdo, ha sido
el motivo final que ha llevado a Rivera a plantarse allí, con un autobús lleno
de periodistas y otro de ertzaintzas. La película de estos bolos la conocemos:
visita anunciada a bombo y platillo, vecinos que se congregan para demostrar su
rechazo ante la visita y Rivera, escoltado por un amplio dispositivo policial,
recibiendo insultos que quedan convenientemente detallados en prensa bajo el
titular “Radicales boicotean acto de Rivera en Pueblo Radical X”. Hoy, los
vecinos, han intentado cambiar el guión. Sin éxito.
Al llegar al
pueblo, la comitiva naranja se ha encontrado con un par de centenares de
vecinos de espaldas y en absoluto silencio, rompiendo así el pacto tácito
Rivera-Pueblo Radical X consistente en que el uno visita el lugar donde no es
bienvenido y el otro demuestra que, efectivamente, no era bienvenido. Hoy, a
falta de palabras, lo decía una pancarta: “No sois bienvenidos. Así, no”. Con
el incómodo silencio apoderándose de la plaza del pueblo (el silencio es
incómodo cuando uno ha ido allí a otra cosa), Rivera ha intentado reconducir la
situación alzando la voz hacia los congregados que escenificaban pasar de él.
¡Egun on! El saludo con ánimo provocador de Rivera se ha encontrado con
–¿escuchan eso?– el silencio. Un segundo intento, “¡Egun on! ¡Buenos días!”,
consiguió sofocar algo el incómodo ambiente, generándose al fin un par de
insultos por parte de algún vecino: “Fuera de aquí, fascista, provocador”. Todo
en orden.
Tras el paseíllo,
Rivera ha rendido homenaje a las 11 víctimas provocadas por el atentado contra
una casa cuartel de la Guardia Civil en 1987. “Si en este pueblo se homenajea
al asesino, nosotros hemos venido aquí a homenajear a las víctimas”, explicaba
Rivera mientras sonaba una sirena que pretendía incomodar a la comitiva. “El
pueblo de Josu Ternera boicotea el acto de Rivera en homenaje a las víctimas”,
se ha titulado la película de hoy.
El homenaje a las
víctimas es absolutamente respetable y aplaudible. Quienes defendemos los
derechos humanos y nos duelen las víctimas de norte a sur, lo tenemos claro. El
homenaje, eso sí, ha sido sospechosamente sobreactuado siendo el protagonista
precisamente un Rivera que ha demostrado actuar de un modo justamente opuesto
en otros lugares y con otras víctimas. Es difícil olvidar aquella semana en la
que los líderes de derechas, empeñados en la foto antiinmigración, se
aglomeraron en torno a las vallas de Ceuta y Melilla. Rivera eligió El Tarajal.
No era cualquier sitio. Allí, no en 1987 sino poco tiempo antes, 15 personas
morían ahogadas mientras, tratando de llegar a nado a la costa, recibían disparos
por parte de la Guardia Civil. Desde el lugar del terror (a algunos les
sorprenderá, pero morir ahogado mientras te disparan se llama terror), Rivera
no tuvo ni una sola palabra de homenaje para aquellas víctimas que hicieron
famosa aquella playa de Ceuta. Sí que tuvo su momento selfie con los
representantes del cuerpo implicado en un suceso que se intentó tapar y
manipular y que, finalmente, se cerró sin que nadie asumiera responsabilidad
alguna por aquellas muertes.
El de Rivera es el
tipo de comportamiento que, a quienes nos duele lo mismo una víctima de ETA que
una que se ahoga mientras le disparan, nos hace desconfiar de estos bolos.
Genera desconfianza quien siempre llora ante las cámaras y exclusivamente por
un tipo muy específico de víctima. Rivera seguirá haciendo sus bolos aunque
generen crispación en una tierra que trata de cerrar heridas. La crispación
genera votos a cientos de kilómetros del epicentro. Unas veces, como esta, lo
hará en nombre de las víctimas. Otras en nombre de la libertad. Así es como
Rivera llama a poder ir a cualquier lugar de la Península sin ser insultado por
unos vecinos que llevan toda una vida siendo insultados por quienes llaman
radical o terrorista a todo el que no entre en el traje de la España uniforme.
Para conocer la siguiente parada de Rivera, permanezcan atentos a la lista de
tendencias del momento.
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