DUNIA SANCHEZ
LA SOMBRA
1
Temprano se asoma
el sol en este planeta. La primavera brinda un paisaje a mis ojos gris,
melancólico, de dejadez. Ahora embriagada de un parto donde el dolor es
imprevisible, es inexacto, es fatigador, son latigazos que solo los siente la
que haya pasado por esto. Por esto y sola, aquí, en una choza de lata, donde la
miseria abulta más y más mi desesperación, mi sudor frío inacabable. Yo, María,
hija de un mal destino estoy dando a luz en una pobreza de cuchillos. Dolor,
mucho dolor. El, se ha ido. Ha desaparecido tras la cortina de una vida
nutriéndose de la mía. En busca de otra para someterla a sus torturas, al
alquiler de su sexo, de su cuerpo por horas ¡Ah¡ El dolor es agónico, sal ya de
este vientre mío. Parezco que mi conocimiento se evapora, que mis fuerzas están
quebradas ajenas a lo que pueda suceder después. Llevo un hijo, una hija , qué
se yo, dentro y ya es la hora.
Me ciño a un pañuelo y muerdo hasta sangrar por la boca. Grito y grito y nadie me escucha. Estoy aislada en la asquerosidad de esta existencia. Me desoriento y un puente me lleve a las sombras de mi vida, una vida hundida en la droga, en el alcohol, en los guarros. Me doy asco, ahora, cuando el parto ha venido ¡Qué será de esta criatura¡ Sola, en no sé dónde. Hay que sobrevivir ¡cómo por Dios¡ El dolor hace agujeros a mi verticalidad. No, no puedo. Tal vez la muerte esté rondándome. Respirar hondo, jadear ¡sal ya de mi¡ ¡Ya¡ ¡Ya¡ Estoy desquiciada, inmersa en una angustia que clava con sus agujas ardientes mi estómago ¡Usada¡ ¡Solo he sido usada¡ ¡Usar y tirar¡ Tengo frío, mucho frío. Nadie viene por mucho que chille, solo, el desahucio, la marginación. Sola. No hay amigos, no hay amigas, no hay nada ¡Ahhhh ya¡ con mi conocimiento mermado siento un llanto, un llanto de un niño. Estoy cansada, muy cansada. Qué la mierda de vida me dé un tirón para verlo, para verla. Quiero y deseo ¡No¡ Gotas caen sobre mí. Está lloviendo en esta choza de mierda, con toda la basura a mí alrededor. No quiero dormir, no quiero dormir pero un peso superior a mi cae en mi cuerpo y siento que me voy. Frío, tengo mucho frío. Su llanto, su llanto interminable. Está vivo, está viva. No me puedo mover ¡Muévete¡ ¡Muévete cuerpo mío¡ ¡Ay¡ No puedo más ¡No¡ no puedo más, mis pensamientos se cubren de oscuridad, mis ojos caen y caen vertiginosamente en una bruma mortal.
Me ciño a un pañuelo y muerdo hasta sangrar por la boca. Grito y grito y nadie me escucha. Estoy aislada en la asquerosidad de esta existencia. Me desoriento y un puente me lleve a las sombras de mi vida, una vida hundida en la droga, en el alcohol, en los guarros. Me doy asco, ahora, cuando el parto ha venido ¡Qué será de esta criatura¡ Sola, en no sé dónde. Hay que sobrevivir ¡cómo por Dios¡ El dolor hace agujeros a mi verticalidad. No, no puedo. Tal vez la muerte esté rondándome. Respirar hondo, jadear ¡sal ya de mi¡ ¡Ya¡ ¡Ya¡ Estoy desquiciada, inmersa en una angustia que clava con sus agujas ardientes mi estómago ¡Usada¡ ¡Solo he sido usada¡ ¡Usar y tirar¡ Tengo frío, mucho frío. Nadie viene por mucho que chille, solo, el desahucio, la marginación. Sola. No hay amigos, no hay amigas, no hay nada ¡Ahhhh ya¡ con mi conocimiento mermado siento un llanto, un llanto de un niño. Estoy cansada, muy cansada. Qué la mierda de vida me dé un tirón para verlo, para verla. Quiero y deseo ¡No¡ Gotas caen sobre mí. Está lloviendo en esta choza de mierda, con toda la basura a mí alrededor. No quiero dormir, no quiero dormir pero un peso superior a mi cae en mi cuerpo y siento que me voy. Frío, tengo mucho frío. Su llanto, su llanto interminable. Está vivo, está viva. No me puedo mover ¡Muévete¡ ¡Muévete cuerpo mío¡ ¡Ay¡ No puedo más ¡No¡ no puedo más, mis pensamientos se cubren de oscuridad, mis ojos caen y caen vertiginosamente en una bruma mortal.
2
Las horas crecen,
una fina lluvia resbala por su tez y despierta con la fatiga prieta en su
pecho. No oye nadie. Intenta levantarse y recuerda que ha dado a luz. Se mira,
corta el cordón umbilical y el pequeño comienza a llorar. Su rostro sucio más
el mal que recorre su espalda desaparecen en medio de un sonrisa de sus
sentidos. Se incorpora y el temblor de su cuerpo en esa cabaña del infierno le
evoca una cierta firmeza ante aquel bebe. María..María, así es como ella se
llama envuelve al niño en un manda deshecha, derruida. María, María da unos
paso con el bebe en brazos y se detiene. En sus muslos de mujer rajada con el
tiempo la sangre no deja de correr. Se esfuerza y María sabe que en algún lugar
seguro lo tiene que dejar. No, no quiere cuidarlo, ni puede. Sale de esa
maldita cabaña y la llovizna juega con una neblina que no le permite concretar
sus pasos. María, María aunque no puede, aunque la fatiga le ingesta la
fatalidad, camina sin rumbo ¿Qué buscas mujer? El delirio con su bebe en el
pecho no la vence, no la condiciona para continuar ¿A dónde vas mujer? Otra vez
esa voz impertinente en sus pasos, en su andar desbaratado, desequilibrado.
Parece que va a desmayar, un mareo navega en sus venas. No deja de sangrar y
sangrar. Voy dónde este niño quede protegido, voy donde la maldad se acto de
desgana, voy donde los retorcidas miradas no adviertan de donde viene, voy
donde dejarlo y yo poder descansar. Me da igual todo, está ciudad me pesa, pesa
demasiado. La basura me consume, tanto, que este es único bien que haré y
después…y después no sé. No puedo, no puedo. Mi estado me rompe, me patalea
desmesuradamente. Y caigo, caigo en un pozo donde la sombra de mi ayer me
corroe ¿Dónde? ¿Dónde dejarlo? Ya no puedo más...¡no puedo más¡ Pero de sé de
una clínica cercana ¡Aparece ya¡ ¡Débil¡ Estoy muy débil, en cualquier momento
caeré y después…y después no sé. No sé si sobreviviré. Ahí está. María pierde
el equilibrio pero deja el pequeño en la puerta del hospital. Ella, sin
saberlo, huye y huye, corre con la sangre en sus muslos, corre en un sudor
punzante que la aleja de la zona, corre con el convencimiento de que nadie la
ve, corre por las aceras cenizas sin dejar rastro de su llanto, de su dolor.
María vuelve a la choza. No sabe cómo ha llegado y se tumba en su miseria.
3
Estoy delirando, no
puede ser, todo se vuelve blanco…muy blanco. Paredes blancas, sábanas blancas,
silencio blanco. Todo es limpieza y miro a mi derredor y solo logro halcanzar
una ventana donde la luz que penetra incide en mis ojos. Intento incorporarme
pero mis manos están atadas al hierro de esta cama. Sí, estoy en una cama donde
el olor no se distingue. Parece que me recupero, pero si no mal recuerdo me
hallaba en una choza de techos de plásticos y más plásticos, pero si no mal
recuerdo había parido un niño, una niña no sé, pero si no mal recuerdo la deje
en alguna puerta para salvar su vida, pero si no mal recuerdo volví bajo a mi
cueva. Ahora estoy aquí, en un lugar donde la nitidez es evidente, alguien abre
la puerta y entra con bata blanca. María hospitalizada, la han traído en el
chillar incesante de una sirena. Alguien ha seguido sus huellas y la ha
encontrado. Ella, en medio del caos no se ha dado cuenta. María observa todo y
se siente en paz, una paz inundando su respiración que es rítmica, pausada.
María no entiende que la hayan amarrado y deja de hacer el esfuerzo por
desquitarse de esas cuerdas. María es mirada por un médico de blanco, por una
enfermera de blanco y tras ellos alguien vestido de calle. María cavila más
allá de su reconditez, aunque, perezosa de razonar , sabe a lo que han venido.
¿Qué será de ti? Ah, pobre desgraciada. Escucha María un sentido que la hace
desdichada. ¡Qué será de mi¡ Y María espera a que ellos hablen, el médico de
blanco, la enfermera de blanco, el vestido de calle. Has infringido la ley
María, le dice el médico de blanco. Sí , la has infringido dice la enfermera de
blanco y tras ellos el vestido de calle. Irás a la cárcel, no hay otra
solución. No tienes nada, tu vida te ha llevado a esto, al final entre rejas. Y
no te culpo a ti María, ¿María, es tu nombre? Veinte años María…veinte años
entre rejas, no hay otra, no tienes nada. Me pongo en su situación María y la
comprendo. No, no llore. El comisario quiere hablar con usted, quiere saber lo
que sucedió. Sabemos que aún está muy frágil María, ¿puedo llamarla así? Aunque
aquí todos imaginamos la situación, su vida por…Pero dígame por qué no pidió
ayuda antes, usted tendría que saber que estaba embarazada. Me va decir que
existen fuerzas mayores a su estado. Me va decir que lo ignoraba. Me va decir
que se lo impedían. Me va decir que creía que todo sería distinto, que todo
cambiaría. No, María, el humano cuando es engullido por la maldad lo sigue siendo.
Le da igual todo, incluso su muerte María ¿Quiere decirme algo? Sus ojos están
repletos de incomprensión, de un sin
saber el por qué de su destino. La cárcel María, ha dejado abandonado un bebe.
Veinte años María. Ya el mañana dirá, no quiero hacerle daño más de él que le
han hecho. Pero María no huiste cuando debías de huir, de ese chulo lleno de
hipocresía. No me pregunte por él. No sabemos nada, estará con otra. Usted es
lo único que nos importa ahora. La hemos encontrado en una chabola con un charco
de sangre a su alrededor. No diremos quien no los dijo. Pero fíjese usted,
recién a dada luz y andando sin orientación en esta ciudad ante la mirada de
los que pasaban al lado suyo. No, no se dio cuenta en su razón eclipsada en
esos instantes. María deja de mirarlos ,
guía sus ojos hacia el techo. Un recorrido maligno, desagradable, incómodo es
imagen de toda su vida hasta ahora. Cierra los ojos y se siente cansada. María,
sabe de este camino arduo que le espera, un camino que no sabe si será peor o
mejor que la otra vida que llevaba. María pierde el control y llora y llora
¿Qué va ser de ti María?....
4
Me dicen que el
niño ha muerto ¡No¡ Yo lo oí llorar y llorar. Me dicen que la imprudencias de
la vida se pagan ¡Si¡ Pero mi vida vertiginosa no tiene nada que ver con él
¡No¡ Yo lo oí llorar y llorar. Me siento hastiada, me siento herida, me siento
rabiosa, me siento descender en un abismo donde mi vientre se encoge, se
engarrota, se asoma a un precipicio de tumba. Me dicen que el niño ha muerto,
me lo reiteran una y otra vez. Y yo le digo ¡No¡ Yo lo oí llorar y llorar ¡Mi
vida¡ ¡Mi vida, ay¡ involucrada en las miserables manos de la droga, en las
manos tétricas, demoniacas de la prostitución ¡No¡ no me quieren decir la
verdad, me dicen que el niño ha muerto. Yo no tengo la culpa ¡No¡ no soy
culpable ¡Sí¡ si soy culpable. La duda se encara a mí y un muro de ortigas me
balancea al vacío. Vacío vientre, vacía existencia. Yo lo oí llorar y llorar.
No, no me escuchan. Solo dicen sin mirarme a los ojos que ha muerto. Mis ojos,
vagos, febriles, petrificados, cansados. Y no me mira, yo quiero que me mire
¡Míreme mujer¡ La mentira absorbe la verdad, la mentira hace una tapia de
enredaderas punzantes donde no tiene cabida los ojos frente a otros ojos. Yo lo
deje en una puerta ¡Sí¡ un hospital. A lo mejor es este, pero mujer ¡míreme¡ No
me niegue la verdad. Y estaba vivo, yo lo oí llorar y llorar. No se marche, al
menos desáteme las manos. No voy a escapar ¿para qué? No hay salida en mi vida.
No tengo nada, ni a nadie. ¡No¡ no se vaya. Solo quiero escucharla ¿qué va a
ser de él? No me entiende, yo soy la madre. Sí, la madre aunque ahora no lo
pueda ver, aunque no lo pueda acariciar, aunque no me quiera decir nada ¡No
comprende¡ ¡No¡ no me diga más que está muerto ¡Vírese¡ ¡Deténgase¡ ¡Dígame,
por muy puta que sea tengo derecho a saber¡ ¡No’¡, no me entiende, usted es la
única que me puede ayudar antes…Ya sabe, antes que ingrese a prisión. Solo
quiero saber si está bien, solo eso. Está muerto, son las únicas palabras que revela.
Yo no le voy hacer daño, compréndame. Solo soy una desgraciada de la vida. No
tome prejuicios falsos de porqué soy lo que soy. Póngase en mi lugar , un hijo,
el abandono, la dejadez, la droga y todo lo que se mueve a su alrededor cuando
solo hay hambre, ¡mucha hambre¡ ¡No¡ no soy culpable ¡Sí¡ si soy culpable. No
puedo más, deme un vaso de agua, la fatiga me arrebata el aliento. María
pálida. María vencida. María rajada pero a la vez inconclusa. La enfermera le
trae un vaso de agua pero no la mira. No quiere mirar el dolor, no quiere mirar
la miseria humana, no quiere mirar la pena reventando a María…
5
María , la
prostituta de la planta cinco insiste en ver a su hijo, qué no está muerte me
ha repetido incesantemente. Yo, doctor, no he podido mirarle, plasmar la
mentira me traiciona, me columpio en grietas de donde emana la lástima. Siento
lástima por esa mujer ¿ No es posible Doctor decirle la verdad? Sé que es duro
y tal vez no se lo merezca. Ella no tiene la culpa. El caos, el desequilibrio
de su vida la ha llevado hasta las sombras, hasta la oscuridad, hasta una cueva
donde no ve la luz. Ella, quiere verlo, quizás Doctor podríamos hacer algo. Que
no se enteren la justicia, solo verlo. Usted me mira con su pregunta ¿Cuál será
la reacción? No lo sé, veo a esa chica, María, una buena persona donde vaya
usted a saber las turbulencias que ha habido en su existencia desde que vino al
mundo. No creo que le haga daño al crío. Además está atada. No sé lo que es lo
mejor. Usted quiere evitar drama y espectáculos en el hospital. Pero hay que
comprender que es su hijo. Qué mala suerte el pequeño. Que mala suerte la
madre. El destino de él no se cual será, alguna casa de acogido para después en
adopción, esperemos que dé con buena gente. Ella, entre rejas por una larga
temporada, después saldrá. Ya lo entiendo, después saldrá y puede que vaya en
su búsqueda. A no ser que su vida exista
un giro, creo que esto la ha hecho pensar muy profundamente e irá a su
encuentro, no lo dude doctor. A esa mujer, no puedo engañarla más. Me presiona.
Le dejo en su cavilar lo quiera hacer, si que lo veo o no. Vaya primavera
doctor, todo se altera. Hasta yo que nunca me he visto en esta situación me
deprimo. La lluvia parece que no va cesar hoy, una lluvia estrambótica,
destructiva. Si digo yo que ya no sabemos cuándo hay inviernos, otoños,
primaveras, veranos. Si digo yo que el curso que nos entabla la vida es
difícil. Yo doctor, solo soy una simple enfermera, un personal más que trabaja
en esta clínica. Pero este caso me clava, no me deja distraerme, solo soy fijo
pensamiento en esa mujer, María. Sí, doctor, se llama María. Porque hay que
llamarla por su nombre provenga de donde provenga, a mi eso, me es igual. Estoy
hablando de una persona que ha cometido muchos y muchos errores, creo que
todavía existe el cambio de camino como las que cubren este mundo. Malas
amistades, malas vivencias, malos todos. Qué aquí no nos salvamos ni nosotros,
no dejamos ver a su hijo ¡Muerte¡ ¡Muerte doctor¡ Me mira y yo le miro, ¿qué
hacemos? Una pequeña trampa, un pequeño trato de silencio por parte de ella. No
sé, me siento confundida doctor. Sé que es muy arriesgado. Ya sé que no se fía
de ella. Pero, hombre, qué puede decir. Nadie la creerá. Y que injusto es eso,
de que nadie te crea. Me erizo, tiemblo, ya me dirá usted. Sabe de que esté
recuperada ingresará en prisión después de juicio. No lo ha pensado…
6
Hoy en la mañana,
una mañana que parece risueña en el canto de los pajarillos le he dicho que su
hijo está vivo, qué está bien pero que no lo puede ver. Uhm…doctor ya está
totalmente recuperada, pronto será el juicio. De la clínica a juzgado, del
juzgado a la cárcel. Me ha mirado con cierta nota de tristeza, he presentido un
quejido en su reconditez aunque ella no sepa ¿cómo es la vida doctor? Esa pobre
mujer con sus torpezas, con sus vaivenes dislocados…no creo que sea culpa de
ella, aunque la ley es la ley. La han llevado hasta el fango otros…vaya a usted
a saber. Su familia, esos hombres de mirada afilada, de mirada de mortandad, de
mirada marmórea, de mirada neutral, de mirada gélida la habrán manipulado y así
ha terminado. Pero aun vive, le espera un largo recorrido. Quizás en la cárcel
se desintoxique, quizás allí se alimente de buenas tonadas para respirar de la
vida. Los años pasarán y volverá a la calle, ella tendrá tiempo de decidir lo
que desea, es joven aún. No dijo nada cuando le dije lo de su hijo, su hijo
está vivo. Una sonrisa alboroto su rostro repuesto, un suspiro emano en su
silencio, en su callada manera de resignación. Me sorprendió y me dejo
tranquila. Yo estaba muy nerviosa, no sabía como ella iba actuar. Sabe doctor,
me da mucha pena, demasiada. No estoy preparada para estas cosas. Mire que me
encontrado casos y casos, casos reales donde los críos han fallecido. Pero la
mentira doctor…compréndame. El sol ha salido, se ve la isla de enfrente, esto
quiere decir que va a llover. Por un momento nos deja un cierto respiro como
ella en su calma. Después llegará la tormenta, una tormenta que no se avecina.
Mientras seguimos en la cotidianeidad, ahora me tengo que ir, sigo con las
pacientes. La enferma sale de la puerta del despacho del médico, el se queda
solo, meditativo. Uhm, se dice, no sabe si la decisión tomada es acertada o no.
Solo, piensa en la pesadez de su profesión, en lo difícil que es ante algunas
situaciones. Uhm…ya llueve y con fuerza y con constancia y con severidad. Se
queda mirando la ventana y observa como el agua engulle el asfalto, las aceras,
todo lo que está a su paso. Uhm..piensa, no le gusta que la policía merodee
entorno a él, al hospital. Aquí solo hay enfermos, gente recuperándose para
lanzarse a la calle, a la vida. Uhm..se dice a si mismo, iré a ver la paciente María. Quiere saber cómo va a
actuar en su presencia, quiere saber de sus palabras ante la noticia de que su
hijo está vivo.
7
Hoy es el día. Un
día donde todo será alboroto y desazón. Pero voy tranquila, sé que está vivo
aunque me han prohibido verlo. Quién cuidará de él, no sé, espero que alguna
buena persona. Yo no tengo nada…nada. Solo este corazón que late ya sano, solo
estás manos esposadas, esperando a que vengan a buscarme para ese juicio
perdido. Solo trámites antes de entrar en prisión. Mi salud anda bien, mis
emociones confusas, perdidas en el vaivén de los vientos bruscos de la vida. Me
da igual quien lo eduque, quien lo cuide, solo espero que sea buena gente y que
haga de el libre ave que surca los caminos bonancibles, benevolentes. No, yo no
estoy preparada, me parece bien que lo hayan dado en adopción, en una casa de
acogida, lo que sea con tal que emerja con el valor suficiente para enfrentarse
a esta existencia, para que nadie lo pise, para que nadie hunda su mazo sobre
su espalda. Valiente hijo mío, sé valiente, solo pido eso. Qué la mierda que me
ha condenado a mi no roce tu tez, tu verticalidad. Oigo pasos, ya viene la
policía. Me llevan sin casi tocarme, yo con mi propias piernas y serena los
sigo ¡No¡ no soy culpable. El juez no para de preguntar y yo digo ¡No¡ no soy
culpable. Me grita y grita, me trata mal…muy mal con su voz mortal. Respiro
hondamente y pienso en mi hijo, en ese hijo que ha vivido. El juicio ha sido
rápido, me declaran culpable. Culpable por muchas cosas que no logro entender
en este mundo de abogados y jueces. Solo sé que soy culpable. Me conformo, mi
hijo está vivo. Yo no soy la persona adecuada para educarlo ¡No¡ no lo soy.
Solo soy un desecho de esta sociedad. Solo soy una marioneta de los hilos que
han gobernado mi vida y ahora, sola, a prisión. Me pondré bien hijo mío, tal
vez en un futuro, en un mañana incierto te conozca, te vaya a buscar ¡Ahora no¡
tengo que estar entera, tengo que estar curada, tengo que ser yo, tengo que
recorrer un largo camino hasta que quizás pueda ir a buscarte. No para que
vengas conmigo, solo un beso, solo una mirada, solo una caricia. Yo ya en tu
vida no soy nada, solo un telón que no lograrás pasar. ¡No¡ no quiero que pases
si algún día te dicen …sí, te dicen la verdad. Yo no lo deseo, me avergüenzo,
como te haría comprender que estaba ciega, que yo tuve la culpa. Una llovizna
fina cae de camino a la cárcel. Todos vamos en silencio. Mis ojos hartos de
esta situación la mira y la mira. Soy como la lluvia caigo y desaparezco en las
alcantarillas, en las cloacas. Esa ha sido mi andar por la vida. ¡María estás
perdida¡ escucho los latidos del alma ¡María estás perdida¡ escucho el resoplar
de mis emociones.
8
Mis piernas pasan
mi nueva vida, entre rejas, entre gente que a veces me mortificarán, que a
veces me alegrarán. Todo puede ser. No sé si he hecho bien, le he dejado una
carta a la enfermera ¿por qué a ella?,
me interrogo y las dudas me asaltan. Porque ella me lo dijo, me dijo que estaba
vivo. Una corta carta para que se la a quien sea, a quien lo rescate de la
suciedad, de la miseria. Estoy satisfecha, porqué no. Aunque no veré la luz de
la ciudad durante años me recuperaré. Seré normal como dictan las reglas de la
existencia. Ausente de las drogas y tal vez esta rehabilitación me ayude a
levantar mi destino. Un trabajo, una techo erecto donde guarecerme…Me hubiera
gustado verlo, no puede ser en estas condiciones por muy inocente que él sea,
por muy pequeño. Me lo han prohibido, me lo han quitado como quien arrebata el
bien a una persona no digna. Tendré que aguantar mucho, mucho…Asaltar mi
conciencia y erigirme donde los vientos suenen bien. No, no estoy asustada. Sé
que de este lugar seré transformación, huida de todo mal. Creceré y creceré,
sola, acompañada. No sé cómo pero alargare mis virtudes, mis cualidades para
una mejor calidad de vida. Entro y las presas me miran, no quiero que sepan de
mi pasado, a nadie le interesa. Ahora soy yo, más vital, más crecida. Me quitan
las esposas, me revisan, me examinan pero no me preguntan nada. Ya saben todo
¿Le llegará la carta a lo largo de los años? Sí, cuando su madurez sea
vertical. Confío en esa enfermera de mirada ahuyentada ante mi desesperación.
La lluvia se ha ido y un sol en su plenitud enseña su lengua broncínea, su
lengua cálida en mis sentidos. Es curioso, cuando voy a mi celda, veo un
huerto, hay mujeres trabajando en la tierra. Pero yo no. Pero yo sí. Haré todo
lo posible, incluso estudiaré en la medida de lo posible para cuando vea las luces
de la libertad conducir mis pasos por una vereda reconfortante. No será fácil,
pero la crueldad, pero lo duro, pero los errores ya han pasado. Seré veraz,
seré horizonte de esperanza, seré yo. Ese yo cautivo, desconocido en mi
reconditez. Sacare lo mejor de mi sin que alguien me manipule. Me caigo. El
vértigo repentino de las alambradas me causa cansancio. Pero podré superarlo,
todo es acostumbrarse mientras edificamos un nuevo arco iris, una nueva etapa
en las curvas que tiene la vida. Ahora que no soy de nadie, tendré que
respirar, tendré que abrazar al rumor de la brisa que impregna mi rostro. Solo
yo, sola comienza la curación, las raíces nuevas que crecerán a mi sombra.
9
Libre , soy libre.
Se me han hecho corto los años, todo pasa rápido. Salgo de este enjambre de
barrotes a otra vida y no me arrepiento del ayer. La educadora me ha echado un
gran cabo. He estudiado, me he liberado la mierda y ahora puedo decir que soy
humana, que soy mujer. Libre, soy libre. La emoción está en mi piel erizada, el
temor porqué no también ¡Qué será¡ ¡Qué será de mi vida¡ Llevo una maleta más
bien llena de libros, llevo una dirección donde me hospedaré hasta que alquile
una casa, llevo un trabajo, en un supermercado. No me he maquillado, ello me
hace presa del pasado. No, no quiero pintura de labios, de unas, de lo que sea
para demostrar mi verticalidad. No tengo que demostrar nada a nadie, solo, tal
como soy. Ahora la batuta la llevo yo, tomo dirección al hostal que creo saber
donde se encuentra, en frente de un parque de grandes árboles, Sencilla y
humilde, así soy. Basta ya de ser espejo de los demás. Cojo un taxi, el frío es
afilado. Estamos en inverno, de repente comienza a granizar, siento el romper
de las bolitas minúsculas en el coche. Mejor, así no me mojo y le doy la
dirección a donde voy. El chofer no pregunta nada y es que nada debe preguntar,
a que le importa mi vida, porque lo he cogido en las puertas de la prisión.
Llegamos a hostal y me bajo. Me ofrece ayuda para la maleta pero arranco yo
sola con ella y le pago, nada más. La granizada a cesado y todo en la pensión,
el hostal , como quiera que se llame. Me abre y entro, se ve pulcro, limpio,
claro. Le doy mi nombre y el recepcionista me da una llave con número. Cojo el
ascensor hasta la tercera planta y entro donde será mi cueva durante un tiempo
indeterminado, según me vayan las cosas. Una mesa con flores, una cama, un
espejo, una ventana. No es muy grande pero es cómodo, confortable y silencioso.
El silencio es lo más que adoro. Mucho ruido desordenado hubo en el ayer. Dejo
mis cosas y me asomo a la ventana, da al parque que yo recordaba. Como escampa
bajo escaleras abajo y cruzo. Me pierdo en ese inmenso parque donde árboles
hermosos, grandiosos me cubren de la desnudez de las secuelas. Libre, soy libre.
Sola, estoy sola. Recorro su camino de tierra batida, ahora fangosa pero me es
lo mismo. Libre, soy libre. Nadie me llamará la atención. Solo hay en él un
vigilante, me saluda y me siento en uno de sus bancos mojados. No pienso en el
mañana, me produce nervios, una inquietud de que si lo haré bien o lo haré mal.
Da lo mismo me dijo la educadora, en esta ruta de la vida siempre tenemos que
aprender sin tener en vigencia la edad. Hace frío, mucho frío…pero es tan
reconfortante este lugar, con sus árboles, con sus flores…muchas flores de cuyo
nombre no sé. Me levanto y ahora que el segurita no ve me abrazo a un árbol,
parece un laurel, este si lo se distinguir. Su olor me llena, inspiro y espiro,
espiro e inspiro y me siento como en casa ¿en casa? No, no me equivoco. La casa
llamada planeta tierra, he aprendido muchas cosas en prisión. Tantas, que
duele. Duele que esta casa esté herida. Me han dicho del deshielo, de extinción
de especies, de subidas de mareas, de enfermedades que antes no existían
corriendo hacia su víctima, de temporales crueles, de un mar alimentado de
plástico. Medito y no recuerdo, todo ello he aprendido. Lo voraz que puede ser
el ser humano. La educadora me ha dicho que en mis tiempos libres estudie, me
implique en cosas buenas aunque la fuerza brusca de la atmósfera descuidada que
nos rodea vaya contra nosotros. Sí, soy libre. Sí, estoy sola. Auxiliare por
esas mujeres de ojos vacios, de ojos blancos, de manos rotas, de muslos
sangrantes a que salgan. Estamos a tiempo, a tiempo de nacer de nuevo. Se nace
todos los días. Sí, todas las mañanas cuando el reloj sol nos advierte que
debemos continuar en la vida, en nuestros sueños. Antes yo ciega. El segurita
viene otra vez, siento sus pisadas y dejo de abrazar el árbol. Me ha
transmitido tanta entereza, tantos secretos inconfesables que me emociono. Soy
libre, si. Me gustaría gritarlo, pero no, me consideraría una loca, una
desvariada, una borracha, yo que sé, una drogadicta. Además, no hay que alzar
la voz muy alto, sino tímidamente, apocadamente para que todo salga bien, para
sujetar lo que no está. No quiero tormentas en mi vida, lo evitaré de manera
serena, con calma. Me siento de nuevo en el banco, no sé cuantas horas llevo
aquí. Me da igual, el tiempo es relativo según se mire. Para mí solo ha pasado
un pequeño instante que se reflejará eternamente en mi memoria. Para el
segurita serán muchas horas, las horas deseas de terminar su trabajo. Y hace
más frío, la noche viene. No, no quiero estar ya en él para que , la noche
puede ser terrorífica, vibrante en miedo ¿Soportaré esta noche se soledad y
silencio? Me ha dicho la educadora que escriba, que lea, que aleje ese jardín
yermo de malos pensamientos de mí y entonces todo será luz, todo será vida.
Leeré hasta quedarme dormida con la lentitud del nocturno, de las horas. Todo son pruebas que hemos de saltar para
salvarnos y no caer en el quejido de la oscuridad. Menos mal que es invierno,
me no más que este frío metálico me estrecha, así descansaré mejor. Vuelvo a la
pensión, cojo el ascensor hasta el tercero, cierro la puerta con llave, cierro
las ventanas y con la maleta en el suelo la abro…
10
Son pocas mis
cosas, las cartas escritas a mi hijo durante los años entre rejas desbordan la
maleta. Todo cambia hijo mío ¿no lo sabías? No se puede ser certero en el
mañana, es como el tiempo variable, su curso puede cambiar en un instante dado
sin darte cuenta, solo , la sorpresa. No te conozco, pero supongo que estarás
bien. Estoy aquí en la ciudad de nuevo , he venido de un largo viaje que ha
servido para renovarme , para nacer de nuevo. Quisiera abrazarte, lo he soñado,
lo idealizado tanto…que no sé, ahora, en este lugar y en este momento si podré,
si podrás, si se hará realidad. No grito ese roce donde una madre y un hijo se
expanden en complicidad, tengo miedo, un temor a que no me quieras. No, no
grito las ganas de verte la complejidad del proceso dirá que sí, que no, que
tal vez pueda verte, pueda descubrirte y tu descubrirme a mí. No lo que te
habrán dicho, no sé si te dieron aquella carta de letra temblorosa y mala. No,
no lo sé, lo único que acierto es que estoy aquí, en la ciudad de nuevo como
mujer nueva, envuelta en las palabras que años tras año he edificado para estar
aquí, para llegar hasta ti. Siento en este día tan frío exteriormente y tan
cálido en mis adentro el viento. El viento golpea la ventana, arranca las hojas
como almas vivas y se muestras como caras rasgueando en su cristal. El viento
con su osadía, hace una cierta música
aguda, afilada, flauta que se balancea en mis oídos en su monotonía. Las nubes
se disiparán, arrastrará la tormenta invernal a otros lugares ciertos o
inciertos, pero la llevará. No me gusta el viento hijo, se lleva las cosas.
Aunque meditándolo bien, que se lleve, que se lleve todo mal de mi pasado.
Estoy sola, mi mente recuerda vagamente algo de ese ayer , pero todo es
podrido, corrosivo, incoherente. Yo no quiero que tu lo sepas, en este cambio
nadie me conocerá. O , quizás, quieras saber en el caso que me conozca. Fue la
ruta de la ceguera hija. Fue la ruta de la sordera. Fue la ruta de la
ignorancia. Fue la ruta de la sociedad. Y me dirás porqué hijo mío y yo te diré
no lo sé. Simplemente no lo sé. El viento sigue y yo no quiero chillar, se
estampida de esta existencia que es el hoy, espíritu que flota con un aroma
nuevo. Sí, hijo, he venido con floras nuevas, flores recién podadas para
besarte, para abrazarte Y¿el pasado? ¿Qué es el pasado? Es la nada, es el
vacío, hogueras donde solo quedan restos de cenizas de lo que fue, ahora
disueltas en el trepar con esfuerzo de mi vertical. Y me preguntarás, y solo te
diré que antes era una mujer de labios torcidos, de ojos embarrada en negro, de
cuerpo desfigurado. Y no diré más, para que más hijo mío. Lo que vale es el
hoy, el ayer es el aliento del hoy , un hoy valiente, un hoy erecto, un hoy
ascendiente en una apaciguada
respiración. Y el viento se calla, me asomo y un firmamento con luna llena me
embelesa. Miro las cartas esparcidas en el suelo y no sé qué será de ella. Es la
madrugada y he de dormir, a primera hora he de presentarme en el trabajo. Pero
me incomoda pensar en ti hijo mío, cuando salga iré a ese hospital ¿estará o no
estará aquella enfermera que le deje la carta? Yo me hago ilusiones y sonrío. Un soñar despierta, un nerviosismo de
curiosidad de amor, de curiosidad de comenzar de nuevo, de curiosidad de este
día que ya me cerca…
11
María se duerme
entre cartas y cartas eclipsadas en sus pensamientos. A las siete se levanta,
aturdida, con la molicie que tiene dormir sobre una alfombra en el suelo. María
ha soñado y se siente rejuvenecer. María va al baño, se ducha, se mira en el
espejo –el único espejo- que tiene el baño y con su mano sutilmente roza su
tez. Aunque no se maquilla por la corriente nefasta del ayer se siente en buen
estado. María ha recuperado su naturaleza, es selva virgen que tendrán otra vez
que introducirse pero esta vez con una delicadeza, con sensibilidad, con una
sutil acaricia que ella valorará. María toma su pasado como nave naufragada,
como muertos desperdicios que se pierden con el paso del tiempo. Los ojos de
María se agudizan y frente a frente al espejo ve cierta estabilidad, cierta
belleza renovada. María se viste como le han aconsejado. María sale de la
pensión. María va al lugar donde tiene el trabajo caminando, le apetece. La
jornada se ha engendrado azul, un sol tronador se extiende hasta sus poros,
hasta su andar y la anima, la anima a seguir. María observa la ciudad, limpia,
caótica, refugiada en edificios abatidos por la polución. Todo es cemento. Todo
es asfalto. Todo es jardín de alquitrán y gases asfixiantes. Pero María se alegra de vivir en una isla, en
un pequeño o grande según se mire. María ve el mar y lo ve de forma distinta a
antaño. Ahora ve el mar y su rumor acompañado de su olor la hipnotiza. Mar
verdadero. Mar esfera de sus ojos. Por
un momento se detiene, mira atrás y puede divisar con embeleso algo de las
montañas, de la cumbre que tanto nos regala con sus pinares. No lo distingue
bien pero se lo imagina. Tras un suspiro de libertad continua. María continua
hacia la costa, ahí está su trabajo. No quiere dudar. No quiere temer. No
quiere ser reconocida por ello no se maquilla. No quiere ser mujer rota ante
los demás. María es acero. María es el balanceo fenecido en estaciones pasadas.
María se halla segura. María mira esa marea ya ante su figura en calma, en
serenidad. María está ante la puerta del trabajo, espera, y su respiración
pausada habilita lo soñado. María rescata el sueño de la madrugada, de esas dos
horas donde se concilió con su subconsciente. Se fija en sus manos, están
cuidadas. María tiene manos de mujer trabajadora, de mujer luchadora, de mujer
decidida, de mujer emergida después de las tempestades. María respira hondo y
toca, espera a que le abran. Es temprano pero le da igual, no se esconde, no
teme. Y a María le abren, le abren con
una verdadera sonrisa y ello la motiva. María la drogadicta, María la puta,
María la desorientada se afirma y ante el velo al ayer entra.
12
Son las dos y María
sale del trabajo. En su faz se dibuja el esplendor, se talla la confirmación, se bosqueja el
alivio. Su yo se centra en la aceptación de sí misma, unos pasos lentos que la
lleva por toda la urbe con sus ojos de paz. En un momento se da cuenta que está
pasando por delante de aquel hospital donde estuvo hace 20 años. Se da cuenta
que 20 años no son nada comparado con la libertad, con el beso fervoroso de lo
que la vida la prepara en ahora, en el mañana. María se siente feliz. María se
siente dichosa. María se siente sonreír. Todas sus dudas se han esfumado. María
es ahora la verdadera. María es ella en toda su verticalidad, en toda su
horizontalidad. María se siente valerosa en esta ciudad, en este mundo donde
somos nada. María entra en el hospital, ojea como gente de blanco va para
adelante, va para atrás. María se crece, no hay recuerdos en las mentes de
aquellos. Sin embargo, la mujer de la recepción, de la entrada, de admisión la
sostiene en su memoria del día que se fue de allí directa a prisión. No ha
cambiado, el mismo rostro. Ella la mira y la mira y una nitidez de que es ahora
otra y no la reconoce la hace emigrar a la tranquilidad. Rumbo a ella va
decidida, fuerte pero sosegada. La saluda y en ese saludo le atraviesa una
cierta gratitud a la existencia, a su existencia. Ella también la saluda y le
dice que desea. Al principio se queda en blanco, luego tartamuda y después como
corriente de frases donde pronuncia el nombre de la enfermera sin dejar huella
del pasado. Veinte años interioriza, han pasado veinte años y ahora está ahí,
en el hospital al encuentro de su hijo.
Le dice que no se encuentra, que ha librado y si quiere dejar alguna
nota para ella, para la enfermera. María se despide. María con sus sienes
explosivas se va. María le entra un halito de calma, al menos la enfermera
existe, está todavía en ese hospital. María mira el cielo invernal pero hoy
está celeste. María sigue caminando pausadamente y no sabe que arrebato le da
que le entras ganas de saludar, saludar y evaporarse por las aceras. María
llega a la pensión y frente el parque, allí hay una cafetería. Y María recuerda
que no ha comido nada, que el estrangulamiento que sentía en su estómago se ha
ido y tiene ganas, muchas ganas de ingerir algo. María con un soplo de alivio
se siente en esa pequeña cafería y pide algo. Solo bebe agua, el único líquido
permitido en su nueva vida. María se fija a su alrededor y los pajarillos
revolotean en su feliz trinar. Un mirlo se posa en su mesa y María estática y
María encantada lo deja. Le traen un plato de comida y el Mirlo se disuelve en
su vuelo, no muy lejos, en una rama de los arboles que pueblan el parque. María
lo ve, lo observa y sin pensarlo más come ¡Uhmm María¡ ¿Has despertado?...Uhmm
María estás despiertas, muerte y vida se te han cruzado y ahora agarrada a tu
respirar pausado surges como mujer de la nada, como mujer del todo. Uhmm María
, brinda…brinda a la vida, a la felicidad..
13
Soy libre y hoy ,
en este presente que me ampara me lo asegura. No hay nada que debatir solo los
sueños que nacen de mi mente mientras miro el parque desde esta ventana de la
pensión. Sí, soñar despierta , ahora que nadie me ve, ahora que mis adentros
son follaje exuberante de tranquilidad. Caigo en mis manos, cuantas penurias y
violentos almas han pasado…pero ahora, las miro, y me siento regocijarme en la
madurez, en el absoluto recolectar de los días venideros. He cogido sin que me
viera el vigilante unas margaritas en el parque y las he puesto sobre la mesa
de esta pequeña habitación. Margaritas blancas, margaritas plenas, margaritas
irradiantes de luz…una luz que atrapa mis ojos mientras miro el parque desde
esta ventana. Y aunque invierno, todo me parece luminoso, pletórico. Y ahora
qué, sí, mi hijo ¿Cómo estará? Lo conoceré o no, lo veré o no. Pero me gustaría
saber de él, la más nimia información me reconfortaría. Y sueño , y sueño
despierta mientras la voracidad del cemente se traga el oleaje, sesga todo lo
que es bello, la naturaleza. Aunque en la ciudad también es bonita, según como
se mire, su inmensidad en hermosos y exactos edificios te puede atrapar. Por un
instante vierto mis ojos al suelo…ay, esas cartas. ¿Qué hacer con ellas? No, no
se las entregaré a nadie, ni si quiera si llego a tener alguna noticia a mi
hijo. No vale la pena, los lamentos no valen la pena. Es el hoy el que cuenta,
este día y el mañana donde nos encontramos acogidos a los senderos que
elijamos. Sueño y sueño y un resquicio del ayer me viene, doloroso, agudo. Si
yo he podido alzar mis pasos, otras, tal vez lo puedan lograr. Nadie tiene
derecho en gobernar sobre nuestros movimientos, nuestros cuerpos, nuestras
formas, nuestras maneras de ser ave de este mundo. Libres y libres sin los
golpes, sin el tropiezo de alguna fuerza humana brusca, brutal. Soñar y
soñar…sí, despierta. Me veo dándole la mano a él , a mi hijo con sus veinte
años ¡Veinte años¡ ¿Será ya un chico maduro? Espero que sí, comprenderá mi
historia. Eso es muy incierto y me preocupa, me da una cierta angustia que
quiero apartar de mi ¡Apártate¡ ¡Déjame en paz¡ Cojo una de las cartas de
cuando estaba en prisión y la leo en la distancia de acantilados ciñéndose a
mí. Por un momento todo me pesa y caigo derrumbada ¡No¡ Qué el ayer no me
mortifique pero , está ahí. Solo quiero saber que está bien. Solo quiero
quererlo aunque sea en la distancia. Solo saber de él y como es. Solo saber…Me
estremezco, un calor sube por mi cuerpo hasta la cabeza. Me lo imagino. Sí,
imaginar en este sueño como un muchacho inocente ¿Cómo será su familia? No, no
quiero pensar pero él es mayor de edad y decidirá. No sé porqué se me vuelve
todo confuso, complicado, oscuro. No es tan sencillo ahora que lo pienso. Pero
hay que intentarlo, moverse entre las sombras donde quizás se encuentre algo de
luz. Necesito descansar mi cerebro, este cavilar constante me agota, este rumbo
tengo que anudarlo a mis sueños, fuerte…muy fuerte.
14
La tarde toma
postura, una postura temblorosa. Sí, lo he sentido. Todo se ha estremecido. No
olvido que esta isla la engendro erupciones submarinas en el amplio camino de
los siglos. Y hoy, en esta tarde noto su cimbrar. No es mucho pero dice que aun
los volcanes están despiertos, como en un duermevela que llega a la realidad y tiene que abrirse
con su magma, con sus humaredas, con sus cenizas, con sus fumarolas a lo largo
de no sé dónde. No me preocupa, es una costumbre de años, de un tiempo que
cualquiera sabe cuando gritará. No hay miedo, solo un respeto ¡Respeto¡ esa es
la palabra. Ahora que la pronuncio me llega mi hijo, distante. Ello me ocasiona
un quejido en la inmensidad de mi espíritu, de mis ánimos. No sé, si dejarlo en
paz y no buscar donde no me han llamado. Y si lo sabe, ¿qué sentirá? Odio,
resentimiento…tal vez hacia mí o la nada. De todos modos tengo que estar
segura, en vertical ante las piedras que me puedan echar. Hay que soportar
todas las noticias, sean buenas, sean malas, todo corretea hasta el final del
llanto. Un llanto, ya sea de felicidad y desencanto. Todo pasa. Aprender de los
errores, de la fatalidad del pasado. Me presento y que digo, yo soy tu madre.
Sí, yo, una cualquiera en el ayer. Una prostituta en la ignorancia de quien es
tu padre. No me había hecho esta
cuestión. Y seguro me preguntarás por tu padre. Y yo te diré, la nada, la duda,
la vida perdida en aquellos años. Todo se me complica y otro temblor sacude
este edificio, sus calles. Se oye el jaleo de la ciudad provocativo, ansiosos
de algún suceso para disparar sus bocas y con ellas su lenguas, sus gargantas,
sus alarmas inexistentes. Sí, hijo, fui puta y he estado en la cárcel. Esta
desorientación me está llevando demasiado lejos, muy lejos. Estoy desvariando
en mis pensamientos sin saber lo que pasará ¡Basta¡ ¡Basta¡ no lo nombraré más
hasta que descubra, hasta que sepa algo de él…si puedo saberlo. Las sirenas
suenan, el pánico corre como el viento, viene y va.
15
Quietud, así se
puede decir después de la jornada anterior. María erige sus pisadas de nuevo al
hospital. María se traslada en un deseo ferviente de alguna noticia. María deja
que la gelidez de la estación invernal la acoja. María pregunta por la
enfermera. María se encuentra cara a cara con ella. La enfermera al verla no la
reconoce, solo cuando sus palabras le preguntan. En un instante los ojos de
cada una se entremezcla en una visión del ayer, en una memoria que las hace
temblar. María espera algo, ya no sabe el qué, algún indicio en su mirada. La
enfermera sabe quién es y sin más le dice que espere, que tiene que hacer
algunas llamadas. María y la enfermera se despiden. La enfermera con lo lento
de sus piernas parecen que le han echado hormigón sobre sus hombros, sobre su
cabeza. Pero la enfermera despierta, siempre se ha acordado de su caso, único
en la clínica. La enfermera en la conversación que han tenido la ha dispuesto a
fiarse de ella. La enfermera se quiere informar y le dará alguna noticia. La
enfermera sigue en su labor. María se ha quedado con un suave aroma a
tranquilidad, confía en ella. María sigue su ruta con otra mirada. De nuevo la
ciudad se menea al son de los movimientos sísmicos. María mira el horizonte,
allí, donde una humareda alienta el vértigo. María piensa que no pasará nada,
que es algo normal. Está lejos, muy lejos ese volcán que infunde las tinieblas
en las gentes. Será un río de lava que correrá hacía el océano. María aparta
sus ojos de lo que está sucediendo sin prestarle importancia y se afinca en su
hijo. María ha sido capaz y ello la fortaleza, la hace inmune a todos los
golpes del día a día. María presiente que el momento está cerca…tan cerca que
sus ojos se llenan de lágrimas. Ella ve el aspecto bueno de las personas, sus
actitudes y se reconforta ¡Uhmm María lo has logrado¡ Ya no eres un trasto de
usar y tirar , ahora eres humana, con capacidad de opinar, de hablar, de
decidir ¡Uhmm María, el sol de la tarde te da la bienvenida¡ Tendrás que tener
paciencia, pero todo viene, tu juicio es equilibrado, orientado a los
propósitos que te propongas ¡Uhmm María¡ Cada vez más próxima, cada vez más
ella, cada vez más independiente de las cadenas del pasado. Pues sí, así me
gusta María ¡Uhmm María¡ Ya sé que tienes ganas de cantar, de chillar bien alto
pero te detienes, cavilas en tu razón y una risa tonta te encuentra y tú la
encuentras a ella ¡Qué más da María¡ la alegría no es mala, no atenta contra
ti. Y María va al parque, y María se sienta en su banco de madera donde el sol
vivo calienta más. María en la distancia observa como escupe ese nuevo cráter y
siente que la naturaleza es bella. Pero María se para, y no cree que este mundo se invierta, que la
vida de una multitud de especies se desvanezca por el martillazo descomunal de
nuestras manos. Y María se queda en que eso es así, muerte y vida, vida y
muerte están en conjunción, unidas en el ritmo
diario que toma la tierra.
16
Me han llamado. Sí,
me han llamado a media mañana y era ella, la enfermera. Una conversación amena
y como si fuéramos amigas de toda la vida me invitó al sosiego, a la armonía
evocadora del triunfo. Me ha llamado y me ha dicho que está tarde está la
visita concertada con él, con mi hijo. Sí, mi hijo. Hijo solo de sangre, de
venas que penetran en mi vientre y me hace columpiarme en la alegría. He pedido
permiso para salir antes, para arreglar el lugar que me alojo y me marcho del
trabajo. Una lluvia fina escarba en mi cabeza, en mis hombros pero me es igual.
Hoy lo conoceré después de veinte años. Qué decirle, ya no soy su madre, solo
un estómago vacío donde el ayer albergo su cuerpo, solo su cuerpo ¿Cómo será?
La enfermera me ha dicho que el muchacho esperaba este momento, que está preparado. En dirección noreste , en la
cumbre el humo no deja de estrangular el aire. Huele azufre, huele a un magma
venturoso de los mares, como yo pensaba. La población no está en peligro, es un
espectáculo digno de observar, de examinar. Solo más gases a esta atmósfera
asfixiada. Voy con prisas, con el apuro de verlo, con el apuro de que todo esté
perfecto, con el apuro de que no sienta vergüenza de mí, no más que eso. No sé
cómo lo habrán educado, no sé de sus pensamientos pero podré explicarme, podré
pedir perdón….Sí, perdón, que él no tiene la culpa de nada. La lluvia se
intensifica, bien, así limpiara este ambiente que nos alberga. Estoy empapada,
estoy tiritando pero mis piernas no se detienen, se mezcla todo con el sudor.
Ya en la pensión coloco, descoloco,
ordeno, desordeno. No sé, creo que ya está todo correcto, qué más da. Todo se
queda así. Cierro la ventana, la helada comienza, está granizando, espero que
no sea impedimento para que venga….para que venga. Miro detrás del cristal y
ante la granizada pasada la gente sale, veo pasar figuras extrañas,
desconocidas ¿Quién será? , me pregunto repetidas veces. Mis ojos buscan su
olor, mis ojos buscan un presentimiento, bueno, mis ojos buscan sus formas, mis
ojos buscan algo y solo hallo personas de todas las edades que vienen y que
van. Me afianzo en el horizonte y el humo por un pequeño instante calla y el
parque se muestra bajo este cielo marrón triste ¡No¡ no quiero que me contagie,
intento desviar la mirada pero sigo ahí, en el parque , con su vieja masa
arbórea, con su pena. Está solo como yo. Pero es una soledad refrescante, tal
vez en esta tarde donde lo espero, tal vez en esta tarde gris, todo tome vida,
todo tome los singladuras de una luz que nos lleve a la cima de la felicidad.
17
Una llamada. Una
llamada para María. Una llamada que es de la misma pensión. Una llamada para
María que le dicen que hay un chico abajo preguntando por ella. Por unos
instantes una respiración agitada la invade, se detiene, y de nuevo un respirar
profundo la hace vital, hace segura, la hace suspirar. María cuelga y baja las
escaleras del sexto piso que se encuentra. Cuando llega al tercero se para en
seco. Mira por el hueco de la escalera y siente solo un silencio que la entorpece,
no escucha la voz de su hijo ¡Ah María¡ ¡Ahí está¡ te queda solo unos pasos
hasta albergar tus ojos con él, hasta albergar el sus ojos contigo ¡Ánimo
María¡ Mariposa desnutrida en estaciones pasadas, muy pasadas y ahora vuelo
real de tu personalidad, eres dueña de ti misma, eres ave que ha regresado al
mundo de los vivos y por ello has de luchar y por ello tienes que ambicionar lo
que más anhelas ¡Uhm María¡ No puedes dar media vuelta y regresar a tu cueva,
un poco más mujer, se valiente. María toca el botón del ascensor y se abre,
baja en el. La puerta se abre y de
espalda y apoyado en el mostrador ve un muchacho alto, delgado, bien
vestido con el aroma de la inocencia. Eso percibe María. El chico escucha una
tos y se vira…y se da la vuelta y ahí están los dos. Qué veinte años no son
nada. Qué veinte años han transcurrido desde que lo dejo en la puerta de aquel
hospital. El mira tímido, cohibido. Ella, María, hace todo lo posible por
mantenerse en pie, en vertical. Se dan un beso en la mejilla y por un tic-tac
lento, muy lento se miran. Y María habla, María le invita tomar algo en el
parque. Y el chico asiente con una minúscula sonrisa ¡Uhm María¡ ya está. Van
caminando hasta el parque con el callar de una tarde que termina, con el callar
de un tiempo que parece que se ha detenido, cierto olor en el ambiente predice
que vendrá la lluvia de un momento a otro. Ellos, el hijo y María, siguen hacía
el parque ¡Ah…que contentos se les ve¡ Es como si los años no hubieran pasado,
es como si se hubieran visto toda la vida. De pronto a María le entra una
cierta congoja pero se reprime, atiende a su fuerza y sonríe. Se sientan en un
lugar donde los arboles son mayúsculos y donde un riachuelo de gentes se va. La
tormenta está cerca, truenos y relámpagos se aproximan mientras otro temblor
emerge de la tierra. Ellos, el hijo y María, no se asustan, no se apocan ante
lo que viene, ante lo que va, ante lo que transcurre, es el ahora lo que
cuenta. Veinte años han pasado, veinte años que no son nada.
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