JM AIZPURUA
Las oligarquías no
tienen argumentos democráticos para justificarse, y siempre utilizan insultos
para referirse a sus oponentes con el objeto de no medirse argumentalmente con
ellos. El Gobierno español de 1936 sufrió un golpe militar en abril que preparó
la oligarquía, el clero y los militares traidores, para conseguir bélicamente lo
que por vía electoral no conseguían: el poder. Y cuando ganaron militarmente el
poder, llamaron a los legales: rojos. Sin discusión.
Con un Régimen
fascista y dictatorial, masacraron durante 40 años a los rojos, mientras ellos
se enriquecían vituperando a Europa y la democracia. Su nacional-catolicismo
elevó a las más altas cotas la estupidez intelectual y la basura moral de un
Sistema hazmerreir de propios y extraños. Les reventó en los 70 pero se
recompusieron con un ¿nuevo? Sistema en el 78, que aparentaba maneras, pero, en
el nuevo siglo enseñó impúdicas sus vergüenzas y la monarquía quedó al descubierto
con una corrupción que salpicaba a la casta dirigente incluso al Molt
Honorable.
¿Y que fue de los
rojos?
Los rojos fueron
los funcionarios leales, incluidos guardias civiles y policías, las buenas
gentes que respetaron las leyes, algunos partidos políticos, los obreros y
campesinos que junto con las mujeres eran los que más esperanzas habían puesto
en una República para que les liberara del régimen monárquico que dirigido por
generales, obispos y señoritos, los sojuzgaba por generaciones. Y esta tropa,
tras 3 años de guerra civil, absolutamente incivil, hubo de morir, exilarse, o
padecer represión.
Y hoy los lerdos
neofascistas, vuelven a llamar rojos, o podemitas, o indepes, o terroristas, a
los que no piensan como ellos. Siempre es la misma lucha de etiquetar para no
confrontar ideas y proyectos.
Ahora nos dicen que
los buenos españoles deberán armarse para que no les violen a sus hijas…
¿Quiénes? ¿Los rojos violadores? Esto ya suena a “deja vu”, a consigna
prebelicista, a renuncia a la confrontación democrática para conseguir el poder
en pugna bélica.
No les hagamos
caso; dejémosles bramar y mentir. Hoy como ayer, las buenas gentes somos
nosotros, los que día a día buscamos un nuevo horizonte para un Estado
desestructurado y en el que desgraciadamente caben gentes como ellos. Sin
engaño y sin miedo, nadie seguiría las torpezas de esta gente que solo aspira a
enriquecerse a costa del sufrimiento popular. No hablan de pensiones, ni de
empleos juveniles dignos, y quieren las mujeres de nuevo en la cocina, y piden
pistolas para imponerse. Denles cuerda que ellos solos se ahorcarán.
No pierdan el
tiempo combatiendo sus ideas, oriéntense en lograr consensos y equilibrios de
poder alternativo. Necesitamos una nueva Constitución del siglo XXI y un nuevo
reparto de togas para aplicarla pues en la anterior se coló mucho esperpento
fascista. Un intento de consenso es necesario y la democracia obliga a participar
a los rojos en ella, y a los indepes, e incluso a estos neofascistas, y lo que
salga: será el Estado español siglo XXI. Lo de ahora es un espejismo que el
calor del alba ha despejado y que muestra miserias por todos lados.
En 14 de abril de
2019 añorando el entusiasmo republicano de Eibar en 1931
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