JM AIZPURUA
Que tristeza ver
los líderes de 2019 en Campaña Electoral. Me parece estar viendo a los del
pasado siglo, atacándose los unos a los otros, ignorando las necesidades
populares, engañando a un pueblo mal formado haciéndole creer que sus males son
por el vecino y por los inmigrantes. ¡Qué poco se nos pegó de la Democracia
europeísta!
Las Dos Españas,
los Bloques, los Rojos y Nacionales (¿cuál era la Nación de los Rojos?),
vuelven a tirarse coces y nadie piensa que, en la península, todos deben
coexistir y de lo que se trata es de dar con fórmulas que permitan convivir
consensuadamente, sin tener que retarse cada cuatro años y volver a mirarse con
odio puño en alto o mano facha. Eso ya es muy antiguo y hoy se debe vivir en su
entorno entre dispares y que cada uno se meta en el templo que desee y en su
cama queden para él sus preferencias y eso no es lo importante ni asunto del
Estado: lo es el equilibrio social.
La inercia, la
vagancia, la desinformación del creyente del “siempre fue así; es lo que hay”,
nos lleva al absurdo social del obrero de derechas, del rojo millonario, del
que vota como si fuera una quiniela que acertar. De ahí que los resultados electorales
nunca arreglen nada. Siempre seguiremos de segundones de los franco-germanos en
una UE de la que no aprendemos nada.
La República y el
nuevo siglo XXI, trajeron expectativas de progreso: mujeres, obreros y
campesinos, nacionalistas periféricos, pensaron que al fin su reconocimiento
llegaba. Pero la mano dura del dictador y su heredero78 nos tiene en 2019 ante
una frustración permanente. Antes fue el Imperio, luego la Dictadura y ahora es
la Constitución78. Siempre se inventan “Algo” para que unos pocos dicten las
normas a los demás y con ello vivan en la opulencia.
El relato histórico
es pieza fundamental en esta dominación que hoy día pretenden asimilarla a la
Democracia los que nunca fueron demócratas, nunca respetaron al diferente, y
recurrieron a las armas cuando los demás avanzaban en sus conquistas
democráticas.
Reforcemos nuestro
relato, el ocultado, el perseguido, el ridiculizado por expertos historiadores
del pesebre mas indigno, aquel del docto que mal informa por un plato de
lentejas.
Este relato es el
que generación tras generación se trasmite oralmente en las familias con las
debidas precauciones para que el políticamente correcto no se vea alarmado. El
silencio es norma del que sufrió consecuencias por sus ideas y no quiere que
sus vástagos lo repitan, pero si quiere que ellos sepan la verdad.
Es hora ya de
terminar con el silencio.
La casta que
detenta el Poder, se basa en imponer “una nación”, perenne, eterna, en la que
ellos son llamados a dirigir y disfrutar.
Pero, la realidad, maldita realidad los desmiente. Corren por la
península, rojos, azules y desteñidos, tienen cuatro o cinco patrias, y otras
muchas patrias chicas, y ya casi nadie reza, pero los que lo hacen no es de la
misma manera. Dicen que hay 47 millones habitando, pero solo 19 trabajan ¿de
que vive el resto?
¿Y Portugal,
Andorra y Gibraltar? ¿Qué pintan Ceuta y Melilla?
La fachosa, no
quiere ver la realidad y desde sus púlpitos privilegiados (comunicación,
enseñanza y tradición) se agarra como lapas a la Historia e impide que el
conocimiento penetre en sus dominios y las clases populares tomen conciencia de
su pasado y miren sin miedo a un porvenir de progreso.
Sin entender el
pasado no veremos el buen camino al progreso.
Y mirando atrás
veremos cosas que nos aterrarán, que es necesario olvidar, pero hay otras que
es necesario conservar. La solidaridad hizo al mono humano dominar la
naturaleza, y hoy embarcados en el individualismo feroz y competitivo, que
culmina en Trump, debemos recuperar la solidaridad, la fraternidad, lo que nos
une a los vecinos y nos sirve para entender al diferente y convivir. Ese es un
buen camino.
Ver a los del
debate; nos confirma que vamos por mal camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario