Páginas

viernes, 1 de marzo de 2019

EL POZO DE LA MEMORIA...9


EL POZO DE LA MEMORIA...9
DUNIA SANCHEZ
Es primera hora de la mañana y el mercado está concurrido. Me expando, me contraigo en a diversidad de sus gentes, de sus colores, de su gama en cuanto lo que ofrecen al ciudadano. Delante del puesto flores miro y miro. Compró varias clases distintas…y más flores…uhm. Flores y flores para ahuyentar la pesadez de lo sobrio de la casa, para adornar ese jarrón donde se guardan mis amores. Camino por la acera en dirección de mi hogar, un hogar en decadencia. Le falta algo, será todos estos años del mal querer, de mi entereza abrazada a los sueños. No quiero pensar pero llego, despacito abro la puerta y un aroma lejano y atascado durante años viene a mí. Al principio me sorprende, me paro y entro.
Hay algo extraño, es como si la hubieran reconstruido en aquella época antes de guerra. Sí, está transformada, todo es nuevo. No se siente el ruido de las termitas, no hay polvo añejo en sus muebles. Todo está en mismo lugar pero diferente, ahora ha renacido de entre la dejadez y el paso del tiempo. No entiendo, unas fuerzas superiores me absorben. Voy al jarrón ¿estará o no estará? Sí, en el mismo sitio. No comprendo, me hace dudar pero el fuerte olor a ellas impiden que el miedo siembre mi cuerpo, mi mente. Me asomo y la ciudad sigue con su cierto ritmo, un ritmo de bocinazos, de ruido contaminante. Por un momento decido irme, esto no es normal. No, no estoy soñando. No, no estoy delirando. Aquí traigo flores nuevas para ustedes, para ella en especial.  Para aquella mujer que tanto sufrió en la vociferación de sus ideales, para aquella mujer que rompió las cadenas de lo cotidiano, para aquella mujer que despertó de la sumisión, para aquella mujer que soñó y soñó en la libertad. Y ahora que hacer, esta anomalía rara se opone a mi movimiento. Y de repente mi nombre suena bajo este techo. Sí, mi nombre. No, no me asusto, el temor hace tiempo que lo deseché ante cualquier circunstancia ¡Mi nombre¡ y no deja de repetirlo, parece que viene de mi habitación. Es una voz, como diría yo, vital, segura, tierna, envejecida con un cariz de cariño, de amor. Me sostengo, los calores ocupan mi cabeza. Me asomo de nuevo, quiero ver la urbe ante este suceso, salgo a la calle y la nada, todo igual que siempre. Me cruzo con una vecina del barrio, la saludo como es habitual pero ella ni se inmuta, como si no me hubiera visto. No me ha visto quiero sospechar. Voy tras ella y la llamo y vuelvo a llamarla ante su despecho creo yo. Pero no, es como si no me escuchase y acelera su paso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario