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martes, 5 de marzo de 2019

MACHO Y LIBERAL


MACHO Y LIBERAL
DAVID TORRES
Una de las grandes virtudes de Albert Rivera es su capacidad para hacer pactos con Vox con la mano derecha mientras que con la izquierda predica el feminismo. A la vez, con el pie derecho firma acuerdos con Pablo Casado y con el izquierdo presta apoyo al PSOE. Tiene el talento de esos grandes baterías de jazz que tocan cuatro ritmos distintos dentro del mismo compás, aunque su caso recuerde más bien al de esos músicos callejeros que van por ahí con una guitarra, un acordeón, una armónica, dos o tres trompetas y un bombo a la espalda; venden botes de crecepelo por las esquinas y cupones para el sorteo de un jamón, ibérico para más señas.

Este domingo, el sorteo del último jamón ha consistido en la presentación de un decálogo que han denominado “feminismo liberal” para diferenciarlo del de toda la vida, que sólo tiene una premisa básica (la igualdad entre hombres y mujeres), y para distinguirlo también del feminismo de Vox, que aboga por ampliar el derecho de la mujer a escoger entre la bayeta y la fregona. El acto ha contado con la presencia de Inés Arrimadas y Begoña Villacís en calidad de protagonistas, demostrando la primera que puede decir las mismas tonterías sobre feminismo que cualquier gañán borracho en un bar a las cuatro de la tarde, y la segunda que puede defraudar a Hacienda con el mismo desparpajo e idéntica jeta que cualquier hombre.

La primera idea genial es aludir a un decálogo del feminismo, cifra mágica que alude a los diez mandamientos, a las Tablas de la Ley, a la travesía por el desierto y a Moisés. A partir de ahí ya se han sucedido los clásicos del Agente Naranja, como proponer la regulación de los vientres de alquiler y la legalización de la prostitución como ejemplos de lo que ellos denominan “feminismo liberal”. Arrimadas asegura que “no hay igualdad sin libertad” y que no es feminista “no dejar elegir”, y para eso lo mejor es que los millonarios escojan los niños por catálogo y que los clientes puedan elegir entre un surtido de seis o siete señoritas en un puticlub de carretera. Como ven, el feminismo liberal se parece tanto al machismo tradicional que cuesta encontrar alguna diferencia; probablemente por eso Inés Arrimadas no apoyó la huelga feminista del pasado 8 de marzo y en cambio sí apoyó la manifestación ultraderechista de Colón. Lástima que no pudiera hacerse la foto junto a Abascal porque su avión salía con medio siglo de retraso.

Para finalizar la fiesta apareció Albert Rivera en plan recogepelotas y no se le escapó ni una: hizo chistes buenísimos sobre el lenguaje inclusivo y afirmó que las mujeres son “mejores que nosotros en algunas cosas”, aunque no especificó si esas cosas tenían lugar en el baño, en la cocina o en el hogar en general. Ver a Rivera abanderando el feminismo es un espectáculo único, algo así como ver a un negro infiltrado en el Ku-Klux-Klan, divertida paradoja que se cumplió hace poco en Detroit cuando el afroamericano James Stern consiguió liderar una de las mayores células neonazis del país para desarticularla. En una entrevista, el ex líder del movimiento que le había cedido su cargo a Stern comentaba con pesar el modo en que había logrado engañarlo: en ningún momento le dijo que era negro.

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