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martes, 5 de marzo de 2019

EL POZO DE LA MEMORIA...11 y 12


EL POZO DE LA MEMORIA...11 y 12
DUNIA SÁNCHEZ
Sola. Sí , sola, desiertos en esta atmósfera familiar y desconocida a la vez. Hago como ella observar el jarrón, las fotos y las flores…algunas comienzan a marchitarse. No lo entiendo, hace unas horas las compré ¿hace unas horas? Me siento magnífica, emocionada ante la presencia de ellas pero, se mueren lentamente. Tal vez no haya que cortarlas, dejarlas crecer en la libertad de sus campos , de sus vientos, de sus estaciones y no provocar ese desdén cuando la recolectamos para posar estáticas en medio del vacío de sus vidas. Y mi abuela, ella también estaba mirando y ha desaparecido sin que yo me haya dado cuenta, es agradable y confortable haber conversado con ella. Y todo sigue igual.
El tiempo detenido en una estación donde trenes desconocidos toman rumbo de la muerte. Sola. Sí, sola, acaricio el jarrón de sus cenizas, lo único que poseo. No, no estoy delirando. Estoy cabal, inconclusa, clausurando ese pozo donde la memoria retrocede a un tiempo concreto. Me asomo y me encuentro en la ventana claveles, es este estadía de la vida, de la guerra y sin embargo la ciudad sigue igual. Un mirlo se posa en una de las macetas, un mirlo tardío y vuelvo de nuevo a este salón donde las flores, las fotos y el jarrón me acompañan. No sé porqué deseo que venga la noche temprano, rápida. Tengo prisas para acostarme, aunque me siento a gusto, anhelo despertar en la normalidad. Salir a la calle y saludar. Las tardes de inverno son demoniacas, son penosas y la lluvia cae y cae, cada vez con más fuerte. Y si salgo ahora nadie me conocerá, las horas son puente a un pasado distante. Un pasado de encuentros y verdades, un pasado de belleza y amor, un pasado de sabiduría y certezas. Un perro ladra, un gato maúlla y todo es gris. Me voy y me mojo, nadie me observa, giro y giro en este ambiente raro y la vecina, con paraguas, pasa de nuevo. Pasa en medio de mi cuerpo. Una sensación extraña agarra fuertemente mis entrañas. Me toco, me examino mientras la lluvia, la lluvia fuerte cae sobre mi figura y existo. Sí, existo, estoy empapada, tiritando y regreso. Abro cuidadosamente la puerta y todo exacto, y todo igual.
EL POZO DE LA MEMORIA...12
Me encerraron sola, aislada en un calabozo asesino. El olor de restos podridos en el tiempo me carcomía. Pero tenía que ser valiente, no mostrar la pena, las lágrimas. Solo pensaba en tu madre querida nieta. Me desnudaron y la intemperie de mi carne pegada a los huesos pasé noche tras noche, solo un reflejo de luz entraba por un orificio cuando era la mañana y sabía que había amanecido y sabía que aun seguía con vida y sabía que a mi hija nunca más la vería y sabía que la muerte venia a buscarme. No sé de qué manera, que forma tomaría pero sería cruel, rígida, dolorosa. Hicieron de mi toda clase de vejaciones…tantas…que describírtelas sería un error, que decírtelas sería una maldad para tu existencia. No, no quiero abolladuras en tu corazón, no quiero lamer la herida de un ayer para el hoy. No, no quiero más venganza, más quemazón en los corazones. Lo que sufrí me lo guardo pero no lo olvido. Cada rostro, cada mirada, cada mano permanecerán en mi y no quiero que caiga en ti.  Dejemos la vida pasar, cada uno con sus derrotas, cada uno con sus fracasos, cada criminal con su sentencia, cada alma con su castigo. Ay, querida nieta y llegó ese día, ese día del descanso. Desnuda, en un saco me llevaron en una camioneta hasta la plaza. Mis pensamientos iban rápidos, incluso, resbalaban. Me acordaba de tu madre continuamente pero deseaba la muerte. Sí, cada día que pasaba me abrazaba más a ella y anhelaba ese día, fuese como fuese el final de mi etapa en esta tierra que pisamos. Me sacaron del camión y arrastrada fui llevada hasta el garrote. Allí, me sacaron del saco, desnuda, desnutrida pero sin una lágrima, sin una mirada de temor, solo, odio y solo el odio. Me fueron apretando y les escupí, escupí sus malas sombras, sombras negras de la malignidad y no hallo más en mi memoria. Mi cuerpo lo deje y cerré los ojos, era bastante, demasiado, terrorífico. Y, ahora estoy aquí, tú estás aquí querida nieta en este salón. Me miras, te miro. Qué te digo, qué el infierno está aquí, puede estar delante de nosotras o puede estar detrás, no lo vemos, no lo percibimos solo cuando te chocas contra ese muro de ortigas que danza con nosotras lo cotidiano. ¡Estás mojada¡ abrígate para que no resfríes. Y ante sus palabras mi pecho da sacudidas, siento que me mareo, una fatiga guardada de año en año. Me levanto y ella no está , miro esas fotos, ese jarrón y esas flores. Cojo las flores y las llevo a la ventana y las tiró en medio de la densa lluvia, me da igual quien pase por debajo…son flores muertas.

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