EL CAPITALISMO MATA EL PLANETA
CORAL LATORRE –
SECRETARIA GENERAL DEL
SINDICATO DE
ESTUDIANTES
El cambio climático
se ha convertido en una realidad que pone en grave peligro el futuro del
planeta y de la propia humanidad. Nos dicen que la catástrofe ecológica que hoy
vive nuestro ecosistema es producto directo de la “acción del hombre”, pero
para ser rigurosos hay que ser específicos: esta situación de emergencia es el
producto de la lógica y del funcionamiento del sistema de producción
capitalista que arrasa todo lo que encuentra, incluido el medio ambiente, para
garantizar los beneficios económicos de un puñado de empresas. Tal y como
publica la revista Science, la probabilidad de que los cambios observados en
las estaciones se deban a procesos naturales y no a la actividad humana es tan
sólo de cinco sobre un millón.
Paradójicamente, los
avances científicos permitirían comenzar a frenar el cambio climático y
garantizar un mundo sostenible ecológicamente. Sin embargo, la situación de
emergencia climática se ha agravado alarmantemente. La razón es obvia: bajo el
capitalismo, un sistema que se basa en la producción para el máximo beneficio
de una minoría aunque eso suponga recortes, opresión y barbarie, frenar la
destrucción del planeta se convierte en una tarea imposible.
El planeta no se
muere, lo están asesinando
La lucha contra el
cambio climático se ha convertido en una cuestión de supervivencia vital. En el
último informe medioambiental de la ONU se estima que “la humanidad tiene 12
años para evitar un desastre ambiental catastrófico”. El año pasado ha sido el
cuarto año más cálido desde 1850 y en los próximos cinco años se prevén
temperaturas récord en las grandes ciudades, donde ya vive más de la mitad de
la población. Los océanos están perdiendo oxígeno a pasos agigantados a causa
del calentamiento marítimo. El nivel global del mar subirá más de medio metro
durante los próximos 80 años, lo que provocará serios problemas a muchas
ciudades costeras. Recientemente, conocíamos un informe del Instituto alemán
Max-Plank que alegaba que la contaminación atmosférica ha podido causar en torno
a 8,8 millones de muertes en todo el mundo en 2015 y que ésta representa una
reducción en la esperanza de vida de más de dos años en el continente europeo.
La subida de
temperaturas que provocan desertizaciones y sequías, la deforestación de
nuestros bosques o las catástrofes naturales que se incrementan a un ritmo
acelerado, están provocando un fenómeno social que está aumentando de forma
alarmante en todo el mundo: la crisis de los refugiados climáticos, que a día
de hoy superan los 64 millones de personas, pero que en los próximos 20 años
llegará a los 1.000 millones.
Los responsables de
esta destrucción medioambiental tienen nombres y apellidos: se calcula que el
63% de las emisiones de CO2 a nivel mundial son consecuencia de la actividad de
90 multinacionales, y tan sólo en Europa el 60% de la contaminación es
producida por 5 de ellas.
Ante esta realidad,
muchos expertos y medios de comunicación se echan las manos a la cabeza y se
preguntan que cómo es posible que no “exista voluntad política” para abordar el
problema climático. La respuesta es sencilla: los intereses de los capitalistas
son totalmente antagónicos a los de la mayoría de la sociedad. Las acciones que
se deberían llevar a cabo para salvaguardar el bienestar del planeta chocan
frontalmente con los intereses de las burguesías de los diferentes Estados
nacionales y sus intereses vinculados a la propiedad privada de la tierra, los
medios energéticos y productivos. Por ello, en una época de absoluta decadencia
del sistema capitalista, donde la guerra comercial y la competencia por el
mercado mundial marca el tono de las relaciones económicas internacionales, la
catástrofe ecológica se ha elevado a la enésima potencia, a pesar de las
declaraciones de intenciones de políticos y gobiernos o las convocatorias de
cumbres climáticas y protocolos ambientales que son una auténtica farsa.
El cambio
climático: un negocio para el sistema
Los Protocolos
tanto de Río, como el de Kioto o París, o las multitudinarias cumbres
climáticas celebradas han sido presentados como “grandes pasos adelante” en la
lucha contra la contaminación. Pero nada más lejos de la realidad: son una
auténtica cortina de humo con los que los responsables directos la degradación
que azota a la Tierra se intentan lavar la cara.
La hipocresía de
los gobiernos capitalistas en todo el mundo no tiene fin y han convertido el fenómeno
del cambio climático en una fuente de negocio y especulación muy rentable, que
en nada frena la degradación del medioambiente y que a su vez llena los
bolsillos de muchos capitalistas: incentivos fiscales, subvenciones y ayudas a
empresas ‘verdes’, mercados de emisiones, créditos de carbono, exportación de
la contaminación a países en vías de desarrollo (donde la normativa ambiental
es inexistente), los “futuros climáticos” -valores especulativos con los que
poder negociar en bolsa- y un largo etcétera.
El ejemplo de China
es muy significativo al respecto. A principios de 2018, como parte de uno de
los acuerdos del Protocolo de París, el régimen Chino aprobaba el inicio de una
campaña de protección del medio ambiente. Unos meses más tarde, se publicaba la
noticia de que el magnate chino utilizaba países más pobres con leyes de
protección medioambiental ridículas como paraísos fiscales medioambientales.
¿Es posible un
‘capitalismo verde’?
El cambio climático
no es ajeno a la existencia de la lucha de clases. Un puñado de capitalistas,
apenas varios centenares, son los que determinan qué y cómo se produce,
únicamente con el interés de seguir obteniendo mayores beneficios privados,
condenándonos a la mayoría de nosotros a los recortes, las privatizaciones,
salarios de miseria, a la opresión y a la catástrofe ecológica. Por eso, para
solucionar y extirpar la raíz de todos los problemas que nos golpean, debemos
acabar con el capitalismo, no transformarlo o ‘convertirlo ecológico’.
De hecho, el
discurso sobre la posibilidad de construir un capitalismo ‘verde’ es una
auténtica utopía y desvía el centro del debate, focalizándolo tan solo en el
consumo responsable y la concienciación individual, culpando a la sociedad de
la dramática realidad medioambiental. Pero la verdad es concreta: es totalmente
imposible solucionar la situación de riesgo que vive nuestro planeta sin
derrocar las relaciones de producción capitalistas y sin planificar de forma
democrática la economía. Y por eso no podemos tragarnos la campaña
propagandística de individuas como Angela Merkel que tratan de sumarse al carro
del ecologismo para lavarse la cara mientras defiende políticas que le
extienden la alfombra roja a las empresas responsables de esta brutal
contaminación para que sigan haciendo lo que quieran.
En muchos países de
Europa los llamados partidos verdes han tratado de presentarse como una
solución y una alternativa para frenar esta barbarie ecológica. Pero lo cierto
es que aceptando las reglas del sistema es completamente imposible dar marcha
atrás a esta tragedia y proteger nuestro planeta. Esto se ha puesto de
manifiesto de forma concreta en países como Alemania o Irlanda, donde estos
partidos se esconden tras el verde de su bandera para defender los intereses
del establishment, aplicando medidas neoliberales de recorte, votando a favor
de los planes de austeridad de la troika contra la mayoría social y, por
supuesto, sin avanzar ni un milímetro en la lucha contra el cambio climático.
Otro mundo es
posible… con el socialismo
Desde el pasado mes
de noviembre, estamos siendo testigos de un levantamiento de la juventud a
nivel internacional contra el cambio climático. Este movimiento, que ha puesto
encima de la mesa una huelga educativa europea para el 15 de marzo, es un
reflejo de la radicalización y el ambiente de explosividad que vive la juventud
a nivel mundial y se está convirtiendo en un cauce de expresión para miles de
jóvenes para denunciar el callejón sin salida que supone el capitalismo,
también respecto al medio ambiente. Por ello, desde el Sindicato de Estudiantes
contribuiremos con todas nuestras fuerzas a levantar una alternativa
revolucionaria frente a todos aquellos que pretenden confundir sobre los
verdaderos motivos y responsables de la situación que atravesamos: esta no es
una rebelión contra “los adultos” en general, ni en la que pedimos a “los
políticos”, también en general, que reflexionen y tomen medidas. Sabemos de
quién es la responsabilidad: de los grandes propietarios y poderes económicos y
de los gobiernos cómplices, que dan vía libre al hambre voraz de dinero de
estos individuos aunque signifique deforestar, intoxicar mares, utilizar
energías contaminantes… son los mismos que con el mismo fin –hacerse aún más
ricos– aplican políticas de recortes y pisotean los derechos de las personas.
Tampoco pedimos a esos políticos que reflexionen y rectifiquen. Pensar que PP,
Cs o Vox puedan enfrentarse a las grandes multinacionales en defensa del
planeta es simplemente ridículo. Sabemos que la respuesta y la solución están
en la calle y en la movilización.
Es fundamental
levantar un movimiento de masas que defienda un ecologismo revolucionario y
anticapitalista, que una la lucha de la juventud y la clase trabajadora por una
vida digna para la mayoría, con un programa que plantee la nacionalización
inmediata de las palancas principales de la economía, de las grandes
eléctricas, que acabe con la energía nuclear, que haga realidad una red de
transporte público eficaz, ecológico y gratuito, que prohíba la explotación capitalista
de nuestros océanos y bosques, entre muchas otras medidas, para luchar contra
la contaminación y por un planeta sostenible. La lucha por la transformación
socialista de la sociedad es más urgente que nunca.
La opinión del
autor no coincide necesariamente con la de TerceraInformación
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