¿CÓMO IMPEDIR LA MAYORÍA
PROGRESISTA DE SÁNCHEZ?
FERNANDO LÓPEZ AGUDÍN
Todas las encuestas
señalan ya inequívocamente a Sánchez como vencedor de las elecciones del 28 de
abril, pero ninguna se moja a la hora de indicar si podrá renovar o no la
mayoría progresista con la que pudo barrer la podredumbre del Partido Popular
en la Moncloa. Tanto que a poco más de cincuenta días del cierre de estas
próximas urnas legislativas, ya comienzan las intrigas sotto voce para
sustituirla por otra mayoría, llamada de Gran Centro, pese al carácter
netamente reaccionario, antisocial y recentralizador que encierra. Maniobras,
claro está, que se desarrollan, fundamentalmente, en el seno del PSOE y
Podemos, pero que podrían extenderse también a Ciudadanos, si Rivera no
volviera a cambiarse de chaqueta en su negativa a gobernar con Sánchez.
El argumento común
de Casado, Rivera y Abascal, para reventar tal mayoría de progreso, radica en
la recuperación del viejo concepto franquista del separatismo, por completo
ajeno a la Constitución de 1978. Si el PSOE o Podemos no pueden pactar ya con
los grupos parlamentarios catalanes y vascos, no queda otra salida que el pacto
con toda o parte de la propia derecha. De tal manera, que ahora serían
calificados de traición los acuerdos suscritos anteriormente por González o
Aznar. Maniobra redonda. De una parte, se margina del escenario democrático a
todos los partidos nacionalistas; de la otra, se ata las manos a la izquierda
para que nunca sea una alternativa de gobierno. Las tres derechas vuelven a
aquellos tiempos fascistas de las provincias traidoras, cuando Francisco Franco
calificó así a Vizcaya y Guipúzcoa, oficialmente hasta 1959.
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Conviene no
devaluar el aviso Soraya Rodríguez enviado por el viejo PSOE. Por muy
desacreditada que esté quien ayer fuera portavoz parlamentaria de Rubalcaba, su
declaración contra Sánchez es como el introito de la misa negra que le preparan
al nuevo PSOE, si persiste en renovar la mayoría progresista. Otoño de 2017, en
que Sánchez fue defenestrado, invierno de 2019, en que faltó apenas minuto y
medio para que volviera a ser arrojado por la ventana, no serían nada si se
compara con lo que pueden aventurar en el verano de 2019. Del mismo modo que la
derecha utiliza la España nacional católica como coartada para tapar la
creciente desigualdad de los españoles, algo parecido harían los barones
socialistas para justificar el deseado pacto del PSOE con Ciudadanos.
Un peón clave en
este jaque diestro a Sánchez es el sexto partido creado por Iñigo Errejón de
una escisión de Podemos. Volens, nolens, su anterior apoyo al gobierno de
Rivera con Sánchez, en febrero de 2016, estimula recrearlo ahora para,
supuestamente, poder frenar a la
derecha, aunque en realidad se lanzaría para proporcionar una eficaz cobertura
de izquierda a una política de derecha, de la que están imperiosamente
necesitadas las élites españolas. Este Más Madrid les viene como anillo al dedo
elitista, con independencia de cual sea su intencionalidad real, en orden a la
futura configuración política de un gobierno PSOE-Ciudadanos, a la vez que
intenta debilitar, cuantitativa y cualitativamente, a Podemos que se opuso
entonces a dicho pacto y volvería a hacerlo.
La escisión que hoy
sufre Podemos revive la experimentada por el PCE durante la transición. Quienes
entonces criticaban a Santiago Carrillo, sin atreverse nunca a sustituirle en
la secretaría general, recuerdan ahora a los que critican a Pablo Iglesias,
rehusando siempre presentar una candidatura alternativa, como se pudo comprobar
en la Asamblea de Vistalegre II. Aquellos críticos del carrillismo no tardaron
en militar, por activa o por pasiva, en el PSOE; el tiempo dirá si estos
críticos del pablismo reeditarán esta transferencia política. Pero la
extrapolación de las tesis del compromiso histórico, para vender la mercancía
podrida del Gran Centro, a una realidad como la de hoy es insostenible.
No existe, aquí y
ahora, más alternativa progresista que la actual mayoría parlamentaria. Irene
Montero lo ha vuelto a recordar ayer mismo. Precisamente porque lo es, se
comprende el interés político de las élites por romperla. Está en juego la
cohesión social y territorial de la sociedad española, seriamente amenazadas
por unas propuestas antisociales y recentralizadoras que, de concretarse,
erosionarían el sistema democrático. Si el partido socialista cae o es tumbado
hacia esa tentación de gobernar con Ciudadanos, lo pagaría el propio PSOE. Si
todavía continúa siendo el partido sobre el que descansa la muy frágil
arquitectura constitucional, es porque ha logrado nuclear una clara mayoría progresista.
Sin Sánchez, el PSOE sería lo que era antes de Sánchez. Irrelevante.
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