PRÓLOGO DE “FAYNA LA
CANARIA”, UNA NOVELA DE FRANCISCO LEZCANO
POR JUAN FRANCISCO SANTANA
DOMÍNGUEZ
La historia
de los canarios Imobac y Fayna, más tarde llamados, merced a su bautizo
forzoso, Alfonso e Inés, no dejará de cautivar a los lectores que decidan leer
esta novela porque además de ser una historia de amor, con todos los
ingredientes que ello conlleva, contiene otros, bastante curiosos e inesperados,
que van a hacer que se lea de un tirón, lo que significa que su lectura atrapa
y nos hace reflexionar sobre un momento crucial de la historia de las Islas
Canarias. El dejar de ser territorios libres para ser dominadas por aventureros
insensibles que no dudan en utilizar los métodos más viles para hacerse con el
dominio de lo que ellos consideraban les iba a llenar sus bolsillos lo van a
sufrir los isleños pero ese deseo de conquista y expolio no va a estar exenta
de peligros para los que aquí llegan, armados y con intenciones de no poner en
práctica lo que hoy entendemos por buenas maneras.
Seremos
testigos mudos de la defensa a ultranza de unas islas que decidieron no
entregarse de forma pacífica a aquellos que les atropellaban. Veremos que no todo
será tan sencillo como aquellos extranjeros creían y para ello vamos a conocer
hechos, costumbres y léxico poco difundidos hasta ahora, salvo en obras
especializadas.
Fayna es
una novela cronológicamente situada a finales del siglo XV, en el momento en que los europeos deciden
conquistar nuevas tierras, allende los mares. Todo ello movido por los deseos
de las monarquías autoritarias de fortalecer su poder ante sus coetáneos y por
el ansia aventurera de una nueva época, la de la Edad Moderna, que por primera
vez deja de ser una historia meramente europea para pasar a ser una historia
universal. Los visitantes ven el Atlántico y las tierras que están más allá del
mundo conocido como la panacea para enriquecerse, hasta aquel entonces un
océano lleno de leyendas y de peligros pero venciendo éstos por el ansia de
riqueza y de superar una situación de penuria, la de unos conquistadores pendencieros,
rateros, asesinos, piratas…es así como lo peor de una sociedad económica y
socialmente deficitaria llega a las Islas Canarias en busca de mejorar sus
vidas y haciendo que la de los isleños, hasta aquel momento tan en calma, se
tiña de preocupación, tristeza y de sangre.
Fruto de
una gran labor de búsqueda, poniendo la ciencia al servicio de los lectores,
Francisco Lezcano Lezcano indaga en una extensa bibliografía y en noticias que nos
introducen en el conocimiento de la realidad canaria de entonces, de los crueles
momentos anteriores a la conquista definitiva de las islas, llamando la
atención en temas tan trascendentales como son la lingüística, la ecología, la
antropología o la historia, en la que debe profundizar, dedicándole minuciosas
reflexiones, intensa investigación y, sobre todo, tiempo y fruto de ello es la
gran cantidad de datos relacionados con la onomástica antropológica, con la
toponimia o con las palabras de una lengua extinta en el actual contexto
insular canario. Hay que dedicar muchas horas para intentar no caer en errores
de tipo cronológico, lingüístico, geográfico e histórico y Francisco Lezcano lo
ha hecho como si se tratara de un doctorando en sus inicios.
Nos decía Ralph
Waldo Emerson, escritor, filósofo y poeta estadounidense, nacido en el año 1803:
“El talento
no basta por sí solo para hacer un escritor. Es necesario que tras el libro
haya un hombre”.
Creo que esta frase define, en gran medida, al escritor y al ser humano
que lleva a cabo la difícil tarea de abordar en su primera experiencia como
novelista la novela histórica, siendo sabedor que muchos ojos estarán puestos
en esta aventura porque no deja de ser una arriesgada pero, a la vez, una
fascinante aventura.
El tema de la edad cronológica del los escritores, tan en boga hoy en
día, entre otras razones, por las trabas que se ponen a la creación, me dio pie
a rememorar algo que había leído en otros momentos y así Remy de Gourmont, el
periodista y novelista francés del siglo XIX y comienzos del XX, nos decía algo
sobre la escritura y la edad, con lo que podríamos o no estar de acuerdo, que
escribir a los sesenta era la celebridad, a los ochenta la gloria y a los noventa la apoteosis pero
muchísimo más profundo es el ensayo que llevó a cabo Edward Wadie Said, afamado analista, crítico y teórico literario y musical palestino-estadounidense,
titulado “Sobre el estilo tardío”, en el que se puede leer que existen ciertos
artistas que reflejan una madurez especial, un nuevo espíritu de reconciliación
y serenidad, siendo, entre otros muchos, Shakespeare o Sófocles sobresalientes
ejemplos de ello, mostrando no el ocaso y el lamento en el que se sumergen
muchos al ver caer hojas y más hojas de los almanaques sino que, por el
contrario, se convierten en claros ejemplos de energías renovadas, una
apoteosis de fuerza y creatividad artística y Francisco Lezcano es otro ejemplo
de ello, abordando su primera novela con un espíritu que se confunde con el de
un joven que empieza una relación amorosa, con una pasión inusitada y a la que
no se le puede poner límites de tiempo, de investigación y de práctica. Yo le
he visto trabajar horas y horas, buscando y corrigiendo, perfeccionando lo que
ya se daba por concluido pero que una vez revisado veía la necesidad de
ampliarlo y mejorarlo.
Para Francisco Lezcano Lezcano escribir, sea a la edad que sea, es algo
que le satisface, que le emociona y que le inyecta, en vena, la viveza. Para
afirmar lo dicho, evidentemente, hay que conocer a la persona sobre la que se
escribe y yo me satisfago en conocer a un ser humano que cuanto más se le conoce más se les admira. No se trata de
un halago sin más, pues me especificó, cuando me pidió que le hiciera el
prólogo de Fayna, que no le adornara, que no le llenara del cariño que sabe que
le profeso pero lo que se escribe no es hacer una sobrevaloración porque sí,
sin más, y sí es reconocer todo lo que ha emprendido a lo largo de su ya
dilatada experiencia, siempre tan variado, tan polifacético, tan sin miedo a
indagar en nuevos retos que él mismo se auto asigna.
Destacado
representante en las artes plásticas pero también en el mundo de la escritura
pues se puede decir, sin equivocarnos, que estamos ante uno de los grandes
pioneros de la literatura de ciencia ficción en España, ante un hombre
polifacético donde los haya, al igual que otros tantos artistas y escritores y
poetas, baste como ejemplo un párrafo que Claudio Guillén, prestigioso
catedrático de diferentes universidades, tanto norteamericanas como españolas y
miembro de la Real Academia, especialista en literatura comparada, le dedicaba
a Lorca, afirmando que era poseedor de una importante formación musical, tocaba
el piano y la guitarra, recitaba en público y en privado sus poemas, dibujaba y
pintaba y lo más importante aprendía de todo y de todos y ese mismo espíritu,
desde la humildad que caracteriza a los grandes hombres, se manifiesta en
Francisco Lezcano. No quiero dar por concluido este prólogo sin reflejar los
versos finales de un romance caballeresco dedicado a la figura del Cid:
“Que aquel
que es grande en sus fechos
suele ser
en todo grande”
En esta
ocasión va a afrontar, por primera vez, después de escribir, entre otros,
relatos y poesía, el reto de presentar en sociedad su primera novela y espero,
y deseo, que al igual que todo lo emprendido hasta ahora le siga llenando de
satisfacción y de deseos de seguir creando para alegría de todos cuantos le
lean y para corroborarlo sólo he falta emprender esta lectura que estoy
seguro les fascinará y no les dejará indiferentes.
Juan Francisco Santana Domínguez
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