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lunes, 28 de enero de 2019

MALAMENTE


MALAMENTE
JUAN CLAUDIO ACINAS
Una noticia se extiende como la pólvora que arde por los medios de distracción: “Entre 1.210 y 1.460 personas mueren al año en España a causa de las pseudoterapias, según una estimación de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP) recogida en su primer informe sobre la mortalidad causada por prácticas sanitarias acientíficas”.
         Y ante eso, lo primero que a uno se le ocurre son preguntas y más preguntas.
         ¿Será todo eso cierto? Si en ayunas te tomas un poco de agua tibia, con medio limón y un poco de jengibre, ¿te puedes quedar tieso? Y si echas mano a un poco de árnica para la inflamación del gemelo, ¿también? Uff. Vaya rollo. Sobre todo si además aumentamos la suma tras preguntamos ¿cuántas personas mueren al año en España a causa de las terapias fetén, las científicas-científicas? Porque, a ver, que levante la mano quien no conozca un caso, ni uno, donde el remedio no haya sido peor que la enfermedad o no haya habido visiones contrapuestas o dispares.
         Por otra parte, sabemos de sobra que las ideas e ideologías tienen consecuencias, ¿o no? Semejan brújulas mentales que dirigen nuestra conducta en la realidad del día a día. Son algo así como palancas para la acción, terapias (para seguir con el término) con las que se pretende resolver los males de todo tipo que los gobiernos provocan y sufre la sociedad.
         Sin embargo, ¿cuántos humanos y untermenschen sucumbieron a la ciencia experimental del horror nacional-socialista? ¿Y qué decir de los 215.000 japoneses muertos ipso facto en Hiroshima y Nagaski por una ciencia tan eficaz en guerra fría como caliente? Y, en esta línea, ¿cuántos millones de muertos fueron necesarios en la URSS, China o Camboya para saber que el socialismo científico, ¡científico, colega!, sí que era un fraude letal? Por lo demás, al otro lado del espectro, ¿el ultraliberalismo de Wall Street o de cualquier médula financiera no tiene nada que ver con los más de 15 millones de cadáveres por subalimentación al año o con una biodevastación difícilmente reversible? Bueno, ya, ya, para qué más, el planeta con su magna ciencia está hecho unos zorros, y sobre ideólogos de aquí o de allá, ya lo dijo Charles Bukowski, “sólo un zoquete tiene bolsas llenas de consejos y respuestas a todas las preguntas”.
         Lo que llama la atención, por contraste, es que en nuestros días (y se trata sólo de un ejemplo), el simple anuncio de una charla (no digamos ya un seminario) sobre homeopatía en la alma mater sirve para que se rajen las vestiduras impolutas del establishment científico-racionalista. En el entendido de que sólo si se permite la prédica entarimada de las batas blancas y código de la UNESCO, sólo así, debidamente homologada, la verdadera Verdad (única, cristalina, perfecta) estará a salvo de aviesos timadores y cien por cien segura. Gaudeamus igitur. ¿Te enteras, pichón? Con su certificado de legalidad y toda la pesca. Nada de heterodoxia, doctores Jekyll o desviación. Aunque, sin duda, lo más paradójico, es que si apeláramos a lo que se suele entender por ciencia fetén, habría que disolver las facultades de Humanidades (en bancarrota por su parcialidad) y casi a la mitad de Naturales (por demasiadas soluciones ad hoc), ¿no? Porque, a estas alturas, es autoevidente que hablar de “ciencia histórica”, “ciencia jurídica”, “ciencia política” o “ciencia económica” no es garantía de que cada una de ellas al tratar un problema el diagnóstico sea igual ni que, por supuesto, las propuestas resulten unánimes.
O sea, que todo el rollo de la batalla de Covadonga, la existencia de Viriato o la espada del Cid mejor dejarlo pendiente, como Miguel-Anxo Murado ha dejado claro, junto a otros “hechos”, en La invención de pasado. Y todo eso por no hablar de la macroeconomía anti-crisis, las biopsias rentables, la obligación de obediencia o la falacia naturalista. De modo que, al margen de su cuestionable cientificidad, todo lo que se filtra por Bolonia es Ok, mientras que la acupuntura milenaria, el ayurveda no menos antiguo o la naturopatía de antes y ahora, caca de la vaca. Placebo, dicen… Pues ¿por qué no me sanas el cuerpo y/o la mente con un poco de placebo, por favor?... Pero si todo un ejército de politólogos no se enteró de la caída del muro de Berlín. ¿Y hoy? Poco consenso acerca de lo que pasa en Catalunya o Venezuela, ni sobre lo que se tiene que decir o hacer.

Malamente (eso es) (así sí)
Malamente (tra, tra)
Mal, muy mal, muy mal, muy mal, muy mal (mira)
Malamente (toma que toma) (‘amonó)

¡Vamos, hombre! ¿A que sí, pichón?

Juan Claudio Acinas

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