EL MEJOR DE LOS REGALOS PARA
LA ISLA DE EL HIERRO
Rafael ZAMORA MÉNDEZ.-*-
PARTE SEGUNDA
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En la PARTE PRIMERA, habíamos dejado a nuestros apurados
pastores, disfrutando del rico queso
elaborado por las perseverantes manos de Doña MATILDE…
-.- ¡Mal, pero que
muy mal vamos, si continúa aspergeando así!
-.- ¡Preferible un
diluvio antes que volver a tener que pasar por las tristes amarguras de otros
años que, hasta para saciar nuestra apremiante sed, tuvimos que escarbar como
locos en el resistente barro montañoso!
-.-Además, ¡
caray!, que tampoco podemos dejar abarrajarse al ganado, para que siempre continúe
con la milagrosa rutina de tener que aferrrarse vivo sin abrevar, porque es
bestialmente inhumano!
-.- Digan lo que
digan, hay que comprender el que en absoluto estaremos concordes del todo con
nuestra señalada suerte.¡Unas veces, porque tenemos copiosa consumición y,
otras, porque no avistamos ni una sola gota de agua. ¡Lo cierto es, que todavía
andamos en pañales, ignorando la mejor guisa y manera de salir airosos en los
hirientes atolladeros de estas tan repetidas sequías!
-.- Si al menos,
tuviésemos una docena de Árboles Santos¡ Queda tan lejos nuestro Garoé¡El día
menos pensado, se seca como un puñado de atiborrados higos!
-.- Cruza bien los
dedos, para que las pocas charcas existentes que aún poseemos, sean capaces de
poder empantanar este hermoso caudal que está cayendo y que, para nosotros,
tiene tanto, o más valor que el agua
consagrada con exorcismos, por las deificadas manos del reverendo padre cura.
-.- Y… que tú lo
afirmes¡Hasta el mismo curato, anda arengando para que imploremos con tozuda
insistencia, a fin de que nunca nos falte tan requerido elemento!
-.- Lo malo de
nuestra pobre isla, lo terriblemente angustioso y desolador, es que sea tan
escabrosa, tan volcánica y reseca, tan
hostil y dura, que nadie, absolutamente nadie, se sienta con los suficientes
ánimos como para meterle mano y dejar en ella alguno de esos rebosantes pozos
que tanto y tanto ambicionamos.
-.- ¡No crean, no
crean,más adelante, quizá, cuando pasemos a mejor vida, algunos agalludos
paisanos, lo intentarán .¡Tienen que conseguir algo porque, a mí, nadie me
quita de la mollera que, en las secretas bajuras de El Hierro, tiene que haber
mucho brabaje, ubérrimo y copioso
líquido!
-.- En las
profundidades sí que no lo sabemos, pero… ¡el que hoy está afuera precipitándose, mete un
acurrucado rebato que te borbollea el vientre!¡Vaya aguacero, compadres!
Efectivamente:Seguía
lloviendo a chuzos; cada vez, más y más.
Entre repetidos
tragos de aquel fogoso licor, pedazos de ahumado queso y desprendido jolgorio,
aquel imprevisto y forzado tenderete, se fue prolongando hasta muy altas horas
de la preocupante tarde.
Algunos dormían ya
a pierna suelta, inconscientes, totalmente ajenos a todo y dispuestos a seguir
de igual manera hasta el propio crepúsculo.
De pronto, cuando
menos lo esperaban, el estridente sonido de un agudo cuerno y, como en demanda
de auxilio, se dejó oír repetidas veces por la desolada inmensidad de la
anegada llanura sin fin.
-.-¡PADRE DIOS¡¿Qué
cosa sucederá para que nos llamen así, de esta forma?
-.- ¡NO HAY más
remedio que salir de la gazapera, si es que queremos averiguarlo!
Y, poniendo rápida
acción a esas palabras, todos los pastores desalojaron con precipitación, el
abrigado andurrial para enterarse de lo que ocurría.
Completamente
calados, concurrieron hasta el rebasado cerro en el que, un fornido zagal,
soplaba con inauditas fuerzas aquel primitivo instrumento que tan súbitamente
les había hecho reaccionar.
-.- ¡ARREJUNDAN¡
APRISA¡NO SE DETENGAN¡Un velero se encuentra en las aguas, necesitado de ayuda!
La tormenta...casi, les hace naufragar! Hay heridos!Son pasajeros que iban para
Cuba y han tenido que dejar muchas cosas en tierra, porque llevaban copiosa
carga y, por poco, no perecen.¡AVISEN a cuantos encuentren por el
camino¡VELOCIDAD!
Con la natural tribulación
del relato, todos se dirigieron raudos hacia el lugar del percance, ansiosos de
prestar la más benigna asistencia, llenos de impaciente curiosidad, máxime,
teniendo en cuenta el que no era nada corriente el poder participar de lleno y con relativa
frecuencia, en los atropellados trasfondos de equivalente espectáculo.
En medio de las
rocas pudieron vislumbrar numerosos trozos de tarugos, bidones, recipientes,
cajones y una multitud de cachivaches, así como un excesivo incremento de
variados aparejos que revoloteaban por las encorajinadas olas, cabriolando sin
parar y con preocupantes ánimos de engolfarse eternamente por el retirado
límite del bruno horizonte.
El bajel se
encontraba como encartonado, fijo a la barra natural de un improvisado terminal,
con el palo mayor hecho añicos y… chirriando como un loca fiera herida que
hubiese recibido en su holgado espinazo, de popa a proa, las nefastas descargas
de algunos perjudiciales rayos.
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CONTINUARÁ COMO
PARTE FINAL
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