JM AIZPURUA
Una está donde no
debe estar y la otra no sabemos dónde está; es la eterna historia maldita de
una sociedad desestructurada que una y otra vez intenta vivir sin justicia,
unos sobre otros y eternamente fracasada.
Francisco y Federico
son los dos iconos del siglo pasado que nos perseguirán mientras no seamos
capaces de enterrarlos donde se merecen.
Ambos son
personajes banderizos, que enfrentan a sus seguidores y que despiertan aún
difuntos las más enconadas pasiones entre sus fieles, y estos impiden pasar la
hoja de la Historia poniendo a cada uno en su lugar.
Federico es la
expresión del nuevo siglo, del abandono de la inercia conservadora y la entrega
al nuevo mundo republicano desde una militancia literaria, poética, valiente y
gay, que esperaba un futuro progresista y tolerante.
Francisco es la
rémora histórica que persigue a los españolitos. Militar represor ayudado por
los moros mercenarios para acabar con los revolucionarios asturianos del 34, se
adueña del golpe de estado del 36 y lo conduce a una guerra fratricida y a 40
años de dictadura y represión.
A uno lo fusilaron
en la carretera y lo enterraron en una cuneta. Al otro lo enterraron en un
valle monumental. De uno quedan sus versos, del otro sus víctimas y represaliados.
Aunque uno quiera
mirar para adelante, no es posible con estos dos sucesos mortuorios sin
reparar. Es cuestión de justicia.
Estado social y
democrático de derecho; y un jamón.
Este Estado ha
llegado a tal grado de descomposición que ni es capaz de enterrar en su sitio a
uno, ni encontrar el cadáver del otro. ¡Vaya categoría de Estado!
La ineptitud del
Estado es preocupante, su negligencia en la gestión de unos y otros es
flagrante, desde la transición no ha sido capaz de poner unas bases razonables
de convivencia y honorabilidad para que sus milenials se sientan integrados en
una sociedad europea razonable. Los cadáveres les siguen saliendo por los
rescoldos de la Historia.
El Poder del Estado
debe ser incuestionable. Ni la familia del dictador ni la del poeta deben tener
nada que decir contra un “Estado” en el que deben estar representadas todas las
familias y por sentido democrático sus derechos serán preferentes. El Estado
tiene recursos e instrumentos para acallar a las familias díscolas, para cesar al
falangista camuflado, para limpiar el Valle y sacar a los vividores de su
gruta, para enterrar adecuadamente a los difuntos, y para sacar de las cunetas
a los que murieron por defender al Estado.
Francisco y
Federico, cadáveres, ya deberían estar ubicados en sus tumbas, que nunca serán
“familiares” si no populares, es decir al acceso de sus visitantes pues sus
vidas los hicieron acreedores a ello.
El rey del
franquismo decidió inadecuadamente el lugar de la tumba de Francisco, pero hoy
ya en democracia es al Estado al que le corresponde la tarea de enterrar al
dictador y enterrar la dictadura.
¿Por qué este
Estado 78 no es capaz de realizar ni las más claras de sus obligaciones?
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