UNA LEY MORDAZA PARA
LOS MINISTROS
JUAN CARLOS ESCUDIER
Mientras se suceden
las encuestas y los estudios electorales con resultados variopintos y a gusto
del consumidor, en el PSOE se ha decidido que la mejor manera de mantener
alguna esperanza en los comicios autonómicos y municipales de mayo es que los
ministros se abstengan de expresar sus opiniones personales, en la línea
apuntada por Larra sobre la autocensura con su genial “Lo que no se puede
decir, no se debe decir” que un siglo
después Wittgenstein convirtió en el último aforismo de su Tractatus: “De lo
que no se puede hablar es mejor callarse”.
El Comité Electoral
de los socialistas ha llegado a esta conclusión tras comprobar que cada vez que
habla un miembro del Ejecutivo sube el pan y, ante el temor a una inflación
desbocada y a una hambruna innecesaria, ha implorado a los ministros que pongan
punto en boca y se aten la lengua con un nudo marinero tipo as de guía. Según
se ha sabido, fue el ministro Ábalos el encargado de trasladar al Gabinete las
virtudes del silencio. Lo hizo de manera tan realista que, al mismo tiempo,
deslizó su idea de que lo mejor era no celebrar en Barcelona el Consejo de
Ministros previsto para este viernes, algo por lo que fue desautorizado en
menos que canta un gallo.
La medida puede
parecer extrema, y más teniendo en cuenta que el respetable ya se ha
acostumbrado a esos dimes que son diretes y que hasta en bet365 se han
planteado ampliar el negocio y aceptar que se crucen apuestas sobre cuánto
tarda un ministro en comerse sus palabras, ya sea motu propio o a instancias
del resto de sus compañeros o de la dirección socialista. Sin embargo, se hizo
urgente al hilo de las reflexiones sobre la caza y los toros de la ministra de
Transición Ecológica, Teresa Ribera, partidaria de prohibir ambas actividades y
“disfrutar de los animales vivos”.
El espíritu
animalista de Ribera se topó con las acusaciones de irresponsable e ignorante,
no ya de cazadores y taurinos, que era de esperar, sino de su colega de
Agricultura y de varios presidentes autonómicos socialistas, que tuvieron que
salir a explicar lo bueno que es para el medio ambiente y el mundo rural que se
críen reses de lidia y se mate a la madre de Bambi, que está estupenda con
patatas. Recordaron además que en España hay 850.000 cazadores federados que,
además de pegar tiros, también votan, y que bien podrían hacerlo a Vox, cuyo
armado líder es de los que predican con el ejemplo.
Así que tras
comprobar el peligro de que las opiniones personales de los ministros
contradigan a la política del Gobierno o que el propio Gobierno no se vea
representado en lo que piensan sus integrantes, la dirección del partido ha
optado por sugerir una suerte de ley mordaza para estos lenguaraces. Se
evitaría así, por ejemplo, que el valenciano Ximo Puig, que es el único de los
baroncitos que apoya la estrategia de Pedro Sánchez en Catalunya, se viera
enfrentado al imposible metafísico de que se le erizara el cabello ante un
hipotético comentario despectivo de Pedro Duque sobre la paella, o que alguna
ministra abstemia la emprendiera contra el vino y García Page tuviera que
beberse una barrica de una sentada para calmar a sus electores de La Mancha.
Ya explicaba Pla
que opinar era algo tan sencillo que estaba al alcance de todo el mundo, algo
de lo que se da fe en esta columna. Este “por qué no os calláis” tan campechano
y tan emérito que se lanza desde Ferraz parece un deseo navideño de esos que
nunca se cumplen. Veremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario