¿PARA QUÉ SIRVE EL PERIODISMO?
POR PRUDENCI VIDAL MARCOS
Hoy, el periodismo
comprometido implica “amar la calle”, conocerla, comprenderla, describirla con
sus gentes, con las diferentes dinámicas de poder que cristalizan en la vida
social. Este es un requisito ético imprescindible para después poder
comunicarlo e informarlo de manera certera
y veraz y con un gran fondo de utilidad.
Como cada mañana me
acerco a la ventana televisiva, a los periódicos nacionales y a los diarios
digitales para estar informado de lo que ocurre a mi alrededor. Tengo la
sospecha certera de que al final de la lectura sigo preguntándome si hay más
datos de tal o cuál noticia, si de verdad nos informan de aquel caso policial,
si aquel escándalo trasciende a los medios, si en la renuncia de aquel ministro
se esconden detalles significativos. Es decir, deseo saber qué está pasando
ante mis propias narices para estar seguro de que las cosas no suceden a mis
espaldas y tengo la impresión que lo que ocurre a mis espaldas es de mayor
calado de lo que mis ojos pueden leer.
Un factor común que
aprecio en las diversas tertulias, editoriales y noticias es la presencia de un
EGO periodístico puesto en demasía, incluso por encima de las propias noticias.
Hacer valer su opinión, dotar de estadísticas y números, apreciaciones
subjetivas etc, pero echo a faltar y mucho una vocación de servicio porque gran
parte de la publicado, comentado y televisado importa mucho menos que lo que
buscamos y no encontramos: lo más próximo, lo más social, lo que nos implica
como ciudadanos y partícipes. La política se ha alejado tanto de la ciudadanía
como la información lo ha hecho de los temas sociales.
Si el buen
periodismo debería servir para crear conexiones entre la gente, aumentar el
grado de conocimiento que tenemos los unos de los otros, conexiones entre
nosotros y entre los hechos, permitiendo a la población que reflexione y actúe,
se comunique y ejerza el contenido de la ciudadanía, creo que afirmar que hoy
este cometido está muy alejado de los medios no es ninguna exageración.
La información debe
tender a posibilitar que los ciudadanos tomen libremente las decisiones que
crean mejor para defender sus derechos, lo cual implica una exhaustiva
información crítica de la forma en que las autoridades gobiernan, legislan e
imparten justicia. Con su “especial mirada” implica mostrar aquello que por
distintas razones- y explicarlas- permanece oculto a la mirada de los
ciudadanos y, sobre todo, en cómo afectan las medidas, que se desarrollan en
todos los ámbitos políticos, sociales y económicos, en la vida cotidiana.
Debería también, el buen periodismo,
transformarse en un actor que obligue a quienes gobiernan a rendir
cuentas de sus acciones y a hacerse responsables de sus decisiones políticas,
de su comportamiento cívico y de su respeto a los ciudadanos y a las
instituciones. Otro objetivo del buen periodismo debería ser ofrecer tal
información para que los que “saben más” no se aprovechen de los que saben
menos, es decir: si el periodismo debe ser un espejo para analizar la sociedad,
en la misma media debe permitir dar voz a quienes no la tienen para generar
empatías entre realidades diferentes y/o próximas y sensibilizar sobre las
diversas injusticias de la sociedad moderna. Sobrepasar los discursos oficiales
y escudriñar de verdad a quienes llevan las riendas explícitas u ocultas de
nuestras sociedades.
En definitiva, el
periodismo debería ser un instrumento de “empoderamiento” de los ciudadanos de a pie. Por eso mismo
vemos con la perplejidad del ingenuo como el periodismo se pone al servicio de
unos pocos intereses y frecuentemente
manipula los hechos, tergiversa la realidad, distrae la atención. No por el
sencillo hecho de que hoy existan más diarios, telediarios, tertulias estos
sean más decentes y más democráticos, y un hecho cabal: la gran difusión de
Internet ha posibilitado el acceso a la prensa digital mucho más libre,
objetiva y cercana a la ciudadanía que sirve de telescopio y de microscopio de
eso que llamamos “realidad”. Establecer las causas y las consecuencias de los
procesos y fenómenos sociales, amplificar la mirada a todo aquello que
escapa a la mirada rápida a los
titulares (fuente de opinión primera para los que dejan de pensar y opinan
utilizando el pensamiento de otros…) hace que el trabajo periodístico llegue a
las personas como un relato con sentido y no como una visión borrosa e
interesada de la realidad.
Hoy, el periodismo
comprometido implica “amar la calle”, conocerla, comprenderla, describirla con
sus gentes, con las diferentes dinámicas de poder que cristalizan en la vida
social. Este es un requisito ético imprescindible para después poder
comunicarlo e informarlo de manera certera
y veraz y con un gran fondo de utilidad.
Finalmente, el
periodismo ético debe estar íntimamente ligado a la democracia y a sus
procesos. Es un mandato ciudadano que, si bien obliga a la fiscalización, debe
también favorecer la comprensión del mundo en que vivimos y sus circunstancias.
Y esta no puede ser una aproximación escéptica, aséptica que todo lo resuelve
con citas de fuentes responsables y datos exactos. En este sentido y de forma
muy cabal, el periodismo avala las decisiones que toma en un sentido estético y
ético a la vez.
Y es en estos dos
sentidos cómo los periódicos digitales, algunos, recogen el sentir de la calle,
de los movimientos sociales, de las angustias ciudadanas, del arte popular, de
los acontecimientos vecinales, de las ferias… El próximo día 15 de diciembre,
sábado, la “Coordinadora Estatal en defensa de las pensiones públicas” celebrará manifestaciones en cientos de ciudades de
todas las comunidades autónomas de este país
(Plaza Urquinaona en Barcelona 11 de la mañana) reclamando lo que ya fue
nuestro y lo que reclamamos para el futuro como derecho constitucional.
Esperamos que
acudan a la llamada cientos de miles de ciudadanos responsables y que los
medios de comunicación de todo tipo den protagonismo a esos miles de
ciudadanos, a sus preocupaciones, a sus ansias de vivir y dejen de lado a los
políticos y sindicalistas que “aprovechan” la multitud para hacerse ver como
protagonistas de una “diada” que pertenece exclusivamente a la ciudadanía.
Prudenci Vidal es
miembro de la Marea Pensionista
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