NO PASARÁN, PORQUE
YA HAN PASADO
ANÍBAL MALVAR
Los doce jinetes
del apocalipsis voxiano que han entrado a galope en el Parlamento andaluz nos
tienen a todos estupefactos y dodecafónicos. Creíamos que solo había una docena
de fachas en Andalucía y han salido todos diputados, por lo que parece. En campaña,
han pasado por nuestra prensa de papel también como una más o menos antipática
excentricidad democrática. Hay incluso quien los asimiló como un Podemos de
derechas aunque, todo hay que decirlo, tratándolos con bastante más mimo que a
los ¡¡¡comunistas, proetarras, maduristas y populacheros!!! políticos morados.
Es el caso de Julio
Valdeón, columnista de La Razón, que este viernes arrancaba un billete titulado
Mi equidistancia con esta curiosa reflexión: “Me explico fatal. Solo así
explico que sorprenda mi desconfianza hacia VOX. O que alguien crea que me
fastidia su conservadurismo […]. También hay quien sospecha que servidor
abomina de Podemos […]. Sus nostalgias, su polvorín dialéctico, su cochambre”.
Unos despiertan desconfianza por su conservadurismo. Otros hacen abominar de su
cochambre. Las palabras nunca son inocentes.
Si con Podemos la
veda adjetival se levantó desde el primer día, no he leído tildar a VOX como
partido fascista, ni franquista, ni facha. Ni siquiera xenófobo, se le dice.
Son “ultraconservadores” (ni siquiera ultras, que suena más a cruz gamada y
sangre en las gradas del fútbol).
Si eran los mismos
candidatos de VOX los que se autocalificaban en entrevistas, bastaba con
silenciar esos delicados fragmentos en la prensa decente, no fuera a perderse
un solo voto de derechas. Así fue el caso del cabeza de lista de la formación
fascista por Malaga, Eugenio Moltó: “Creo que [el régimen de Franco] no fue una
dictadura”, dijo con gracejo en Diario Sur hace unos días. Ningún titular ni
artículo de opinión llamó la atención sobre la significativa frase. Tampoco se
recordó el memorable aserto de Ortega Smith sobre los ajusticiados del
franquismo, “personas fusiladas en una guerra, pero sin odio, con amor”. Que no
son fascistas, coño.
La prosa aria de
Isabel San Sebastián nos advertía el jueves en ABC de que “el partido de
Abascal puede ser un socio necesario, bastante más respetable que PNV o CiU
(sic)“. Ítem más: “Esa derecha comparte preocupaciones con los sectores más
desfavorecidos” y “ocupa un espacio abandonado de manera irresponsable por los
demás”. Lo único que incomoda un poco a la amarquesada prosista es la eurofobia
voxiana. Jolín, qué pena de voto, Santi.
En el mismo diario,
Ignacio Camacho calificaba a estos discutibles caballeros como “amenaza
ficticia”, “voto visceral al margen de un liberalismo que consideran timorato”.
Evidentemente, Abascal, de timorato, tiene poco: “Haremos todo lo posible para
expulsar de España a los extranjeros que, aunque hayan obtenido la
nacionalidad, se dedican a atacar las libertades y acabar con el sistema
democrático”.
Y Mariano Calleja,
en impagable entrevista del torcuatiano diario al líder ultra, consideraba más
reseñable para el titular su admiración por Isabel La Católica que por otros
personajes quizás incluso más siniestros: “Debemos hacer un reconocimiento a
Viktor Orbán, que ejerce el liderazgo de una nueva Europa, asentada en la
soberanía de sus naciones, en la identidad cristiana de Europa y en la
oposición a la inmigración masiva”.
El inefable
Federico Jiménez Losantos ha sido el gran valedor de los fascistas emergentes
desde las páginas de El Mundo, incluso atacando a su compañero de diario Arcadi
Espada, a quien llega a comparar con Pilar Rahola: “Vox es infinitamente más
constitucional que el PSC y el único partido que en sus mítines recogía firmas
para Hablamos español, porque defiende el derecho de los niños a educarse en
español en toda España. Y también la obligación constitucional de expulsar de
España a los ilegales”.
En el mismo diario
de la bola, David Gistau se pone épico con los jinetes del alba turbia: “Para
un joven votante de VOX que nunca conoció otra cosa, la emoción, decía, era
comparable a la que alberga el que contempla la caída de una dictadura”. Música
de violines, por favor.
Lo cual que se nos
ha venido el fascismo encima adjetivado con dulzura por nuestros medios
diestros, mimado antes de ser noticiable, disimulado en sus estigmas de yugos y
flechas y africanos muertos. No es de extrañar. Al fin y al cabo, los que han
lavado la cara a VOX de, por ejemplo, su flagrante xenofobia, son los mismos
que pidieron el voto para el partido que mandó asesinar a los náufragos del
Tarajal. Pero no, oh atribulados
lectores. No hay fascismo en España. Ni racismo. Ni machismo. Ni eurofobia. No.
Solo hay una nueva escisión del centro derecha. Sacad las pistolas, coleguitas,
que Santiago Abascal ya nos ha advertido de que siempre lleva la suya al cinto.
La democracia bien, gracias. No pasarán, porque ya han pasado.
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