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domingo, 23 de diciembre de 2018

LOS SIETE RISCOS...20


LOS SIETE RISCOS...20
DUNIA SÁNCHEZ
Un astro rey dando alimento a la aldea después de la tormenta otoñal. Una ermita edificada en la fosa de la muerte. Y todo parece detenerse, y todo parece volver a la normalidad. Manos como raíces saliendo de esa tumba común con ojos vibrantes en existencia ¡La vida¡ El cura no puede creer lo que ante sus ojos late ¡La vida otra vez¡ Una estrella de no sabe donde se evapora en aquella aldea donde, astros que en su efímero estado atenúan el desorden, el caos y muertos renacidos de las entrañas de la tierra como si no hubiese pasado nada.  Todos volvieron a sus labores desmemoriados del suceso espantoso. En un mundo aparte el párroco, con su sotana raída estaba incrédulo. Por sus arterias corría desenfrenadamente la maldición. Las fuerzas demoniacas se habían apoderado de aquella aldea de los siete riscos, creía. . Una potencia casi imbatible, pensaba. Miraba la ermita de donde los muertos habían sido resucitados como si la nada los atemperase, como si el silencio contundente de su razón los hubiera abrazado. ¡La magia negra a caído sobre nosotros, sobre ellos¡ Pobres criaturas de Dios, amnésicos en lo ocurrido. La ermita está ahí a medio construir, sus cimientos no son fuertes y veo como se derrumba en la vida de estos. El pueblo, mis ciudadanos están ciegos. Yo haré que regresen a la realidad ¡A la caza¡ ¡A la caza imperdonable¡ Son ellas. Sí, ellas las que traen la locura, el desbaratar de estas gentes. Me arrodillo ante ti, Dios. Haré todo lo imperioso posible por acabar con esta tempestad de hechizos oscuros. Nada comprendo señor mío. Estoy confuso, se desencadena cierta inestabilidad en mi cabeza y extasiado fervientemente espero tu ayuda. Socórrame señor ante esta embestida. Dime los pecados de estos ignorantes para tanto y tanto azotamiento desbocado. En cruz y boca abajo calló en la tierra. No, no entendía lo ocurrido , neblinas emparedaban sus ojos, sus oídos, su boca.
LOS SIETE RISCOS...21

21
Se hizo una pausa, un tiempo que se paraba y distanciaba cada suceso transcurrido en el curso de las almas de esa aldea de las siete mujeres de los siete riscos. Una detener que hacía que las olas callasen, que hacía que los pajarillos silenciaran, que hacía que el abad estático visionara lo que no es posible ver, el milagro, que hacía que el cura absorto y paralizado se introdujera en un ronronear de vacío, que hizo que todos los aldeanos, todos los lugareños se quedaran quieto mientras el sol de filigranas incidentes sobre aquella isla no avanzara en el tiempo. Un tiempo en quietud, con la solemne eternidad de movimientos eclipsados. Las siete mujeres de los siete riscos en sus respectivas cuevas lloraban y lloraban  mientras el todo era la nada. Arroyuelos salados desembocando en la calma de aquel jardín sin flores del pueblo. Diminutos ríos que llevaban el hechizo a todas las gentes de manera ferviente, viva, alegre. La alegría de la vida repartiéndose en todas las casas. Luces y sombras vivían juntas en el recorrer de los años. Luces y sombras amparados en el regazo de un sueño que ahora agazapaba a las siete mujeres de los siete riscos antes de la partida, de esa huída verdadera ante sus opresores. Muy vitales para la muerte circulaba por la mente de cada una. Un aliento lanzado a las mareas, un suspiro…uhm…alcanzando el sosiego, la tranquilidad de puentes girando en torno a la existencia en vertical. Un horizonte también lisiado de armonía. Solo un arco iris daba animadas sonrisas a estas siete mujeres de los siete riscos. Un arco iris cuasi eviterno en ese otoño involucrado en la lucha. Todos quieren vivir, que la mortandad no sea ajustada hora de sus singladuras. La respiración atenuada, vendada para todos. Una descomunal insonoridad inundaba aquella pequeña ciudad de los siete riscos de las siete mujeres.  Y un aliento lanzado a las mareas, un suspiro…uhm…

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