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miércoles, 19 de diciembre de 2018

LOS SIETE RISCOS...17 y 18


LOS SIETE RISCOS...17 y 18
DUNIA SÁNCHEZ
Lluvia torrencial imparable para luego sangrar por la boca, por corazones, por pulmones, por el alma caída en el abismo. La muerte negra había llegado de manera insospechada, de manera silenciosa. La muerte negra, la negra muerte reventando cuerpos que huían a no sabe donde en el eco del mediodía. En su celeridad, en su devastación impertinente, inesperada fueron olvido de la cacería de la noche sin luna. Un gemido hosco y cruel emanaba de las gentes de aquel pueblo asentado entre los siete riscos de las siete mujeres en medio del océano. El cura miraba fijamente la figura de un Cristo que también sangraba por sus poros. El terror y la desesperación lo poseyeron de nuevo. No, no alcanzaba el por qué de toda esta circunstancia materializada en sus cuerpos.  Poco a poco la iglesia se fue llenando de vagabundos de la muerte negra, de la negra muerte. Niños, mujeres, hombres, todos caían en los precipicios de una fosa común emanando por la boca imparables hemorragias, imparables de inteligencia rota.
La nada. Toda la aldea enferma un castiga del cielo se les había enviado, un azotar de Dios. El cura, lívido, febril, atónito abrazó los pies de la figura que veía insana, enferma en la decadencia, en la tristeza. “La maldición esta corrompiendo nuestros ciudadanos. Cristo, mi amor ¿qué hemos hecho ahora? No comprendo, no alcanzo a entender esta persecución del mal sobre estos pobres. Todo es rojo, rojo oscuro. Dime, dime algo. Construiremos una ermita allí. Sí, allí, donde los cuerpos de las almas perdidas caen. Solo quejido y más quejido bajo este techo, tu casa. Solo muerte y más muerte en estas tierras sombreadas por el poder oscuro, por el poder de las tinieblas en la destrucción, en la ruptura de la vida. “ Rápido el párroco reaccionó, campanas al galope anunciando el horror, el miedo, la muerte. Ordenó la construcción de una especie de ermita en una zona ajena a la aldea y que llevaran a los poseídos por el diablo allí, a todos indicó que los enterrasen para edificar esa especie de santuario a Dios para el perdón de los pecados.
LOS SIETE RISCOS...18

18
Deus ad jutorium meum intende. La lluvia era torrencial a eso del mediodía. El abad desde su celda concurrió a las campanas dando la orden del rezo, de ese ofrecimiento a Dios de todos los monjes estuvieran lo que estuvieran haciendo. Era la hora sexta, hora donde todos con sus quehaceres oraban. El abad de aquel pequeño monasterio llegadas las noticias de la aldea no muy lejos suplicaba por la cordura de los que la habitaban y más para el cura que los guiaba en su comunión con Dios. Se sentía en la pena, baldío, envejecido. Umh, como le gustaría que todos se enterasen que la naturaleza había enviado la muerte oscura, esa epidemia que iba gangrenando a cada uno de ellos. El sabía dónde estaba la cura, quien podría pararla. Respice,quasumus, domine, super hane familiam tuam. Proqua Dominus noster Jesús Christus non dubatavit manibus tradi nocentium, et crucis subiré tormentun… Y cómo llegar  se preguntaba, como hacer para que aquellas siete mujeres de los siete riscos  fueran sanadoras de esa población. Esa población ofuscada por la palabra hipócrita, por la idolatría, por la locura de la religión. En su rezo pedía perdón por ese estado inconsciente de una aldea dislocada, destartalada.  María, madre de gracia. Madre de misericordia defiéndenos del enemigo en nuestra última hora. Cuando terminó de orar se arrodilló frente una pequeña ventana de su celda. Desde allí el humo resquebrajaba sus sentidos. Todos los cenobitas del monasterio lo sabían. Una catástrofe estaba matando a los aldeanos, a ese pueblo entre los siete riscos de las siete mujeres. La peste toma acción en  su detrimento, su fallecer, su decadencia, su caída. Una mezcla de cuerpos quemados y hojas húmedas penetra en su pausada respiración. Umh, se dice para sí mismo inspirar y espirar hasta que la calma acuchille su estómago. Meditabundo mira el crucifijo sobre su camastro la luz de la virgen , de los ángeles rebota por las paredes de su cuarto. Umh, se siente observado por la salvación, por la idea precisa para erradicar la muerte oscura de esas gentes.
 


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