ENTRAÑAS VENEZOLANAS
Rafael ZAMORA MÉNDEZ
Por uno de esos
anecdóticos acontecimientos que, de vez en cuando, el ineludible Destino nos
depara, hace unos pocos días, estando en
la galería de un Centro Asistencial, aguardando mi señalada hora de consulta
facultativa, hablando con mi señora esposa, al parecer, otra resignada
paciente, a la expectativa de ser atendida, nos escuchó comentar sobre esta
apetecible vianda venezolana y, de inmediato, dándose fraternalmente a conocer, cariñosamente, nos habló de
aquellas remotas tierras, en las que, durante muchos años, estuviera
sencillamente establecida.
Siempre confié
asimilar que el inicio histórico, desde muy sobrados abriles, de esta referida
comida, tuvo su arribada comestible durante la dura época de la inicua
esclavitud, en la cual, los pobres
cautivos, aprovechando los excedentes de las comestibles viandas de sus señores
amos, ejecutando una auténtica mezcolanza, logrando con ello, sobrevivir.
Como cada día
aprendemos algo, la Sra. MARY, me pone
en positivos antecedentes, sobre el origen gramatical, de tan específica
palabra que, como anilla al dedo, tiene pinta de verídica y razonable
fiabilidad:
“De “ALLÁ, de España, llegaban exuberantes
desconocidas mercancías nutritivas, entre ellas, la aceituna, y con lo
existente de “ACÁ” vino a completarse el
epíteto, de “ALLACA.”
Sea como sea,
divertida leyenda, afiebrada fantasía o simples y lacónicos notorio rumores, lo
importante y vital es que este renombrado buen yantar, a todas luces, resulta
ser todo un delicioso condumio de altos voltajes vitamínicos y, al cual, ya en
su día, aquí mismo, le dedicáramos su poema.
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