LA VIOLENCIA GRATUITA SALE
MUY CARA
JUAN CARLOS ESCUDIER
Sin tener que
ponerse filosófica ni citar a Max Weber, que atribuía al Estado el monopolio de
la violencia como uno de sus rasgos definitorios, la Audiencia de Barcelona ha
concluido en un auto que a los guardias civiles que actuaron el 1-O en un
colegio de Sant Joan de Vilatorrada se les fue la mano con las porras y
abusaron de la fuerza sin atender a la necesaria proporcionalidad que ha de
existir entre los derechos que se atropellan y los que se pretenden
salvaguardar. Ordena por ello que se identifique a los agentes, cuyas cargas
sorpresivas causaron 14 heridos de distinta consideración.
Lo importante de la
resolución no es tanto la constatación de lo excesos como el argumento de que
haber permitido la votación sin repartir mandobles no habría tenido
consecuencia jurídica alguna y que lesionar a los allí congregados lo único que
consiguió fue empañar el buen nombre de las instituciones.
Pese al voto
discrepante de uno de los magistrados, la tesis del tribunal parece irrefutable
ahora y lo era desde primeras horas de aquel día negro que trasladó al mundo la
imagen, no de unos cuerpos policiales interesados en hacer cumplir la ley, sino
la de unas fuerzas de asalto bastante salvajes enfrentadas a una ciudadanía
armada con papeletas de voto, algunas de ellas impresas en casa.
Como se dijo aquí
entonces no era necesario semejante despliegue de violencia gratuita porque no
existía adversario al que vencer y porque, de haber existido, ya había ondeado
bandera blanca antes de que los tuppers chinos previstos para la votación
hubieran empezado a llenarse. La ‘rendición’ era evidente toda vez que,
desarticulada gran parte de la logística, se cambiaron sobre la marcha las
reglas del juego hasta el punto que los convocantes se vieron forzados a
decretar un censo universal que permitía el voto allá donde se quisiera sin
respaldo informático, sin control y hasta sin sobres.
En resumen, lo que
aparentaba ser un referéndum había dejado de serlo para convertirse en otra
cosa mucho más parecida a una romería con ofrendas votivas, y nunca mejor
dicho. Convertir esa movilización festiva en un campo de batalla fue tan
disparatado como los comentarios de un Gobierno noqueado por su propia
estulticia, que se atribuía la victoria con expresiones del tipo “no han
querido abandonar su empeño ilegal” y “hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
Mientras, las fotografías de los excesos de la Brigada Piolín llenaban las
portadas de la prensa internacional.
La represión fue tan
injustificable como inútil, hasta el punto de que al mediodía, cuando gran
parte del mal ya estaba hecho, se ordenaba desde Moncloa que las porras dejaran
de blandir. La ocupación policial de Catalunya había conseguido precintar
apenas un 15% de los colegios y llenar de oprobio al Estado, un éxito sin
precedentes.
Esto mismo es lo
que ahora viene a certificar la Audiencia de Barcelona, que destaca lo
evidente: si el pretendido referéndum era ilegal el resultado de las votaciones
no podía tener consecuencia jurídica alguna, sobre todo porque carecían de las
necesarias garantías democráticas. Una cosa es tener el monopolio de la
violencia y otra el del sentido común.
Necesito saber, para la semana que viene, el origen de la foto de los policias con las porras para usarla en un cartel. Agradeceria que me pudieran decir el autor. Gracias
ResponderEliminarImatge d'una de les actuacions de la policia a Tarragona el Primer d'Octubre. JAUME SELLART/EFE
ResponderEliminarJAUME SELLART/EFE, es el autor
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