COSAS QUE HACER CON FRANCO EN HALLOWEEN CUANDO ESTÉ MUERTO
DAVID TORRES
A Pedro Sánchez la
movida de trasladar la mojama del Caudillo le ha pillado con los pantalones
bajados, de culo y contra el viento. Lo planeó en verano, tomándose un
daiquiri, como si estuviera pensando enviar un colegial díscolo a un internado
a la vuelta de las vacaciones, y a estas alturas de octubre ya se debe estar
arrepintiendo. Los socialistas son especialistas en postergar ciertos asuntos
-el concordato con la Santa Sede, la subida del sueldo mínimo- y van dejando
las cosas de un año para otro, de una legislatura para otra, de una década a la
siguiente, hasta que al final, como el cadáver de Franco, se les pudren entre
las manos.
No calibraron que
la necesidad de desalojar a la momia sanguinaria de su chalet de lujo en
Cuelgamuros debía contar con un plan previo de realojamiento. No podían
abandonarlo en el campo de cualquier manera, o enterrarlo en una fosa común, o
dejarlo en una cuneta para que se lo comieran los cuervos, como él hizo con
miles y miles de españoles previamente fusilados. Ni siquiera cayeron en la
cuenta de que tenían que consultar primero con la familia y con el Vaticano
después, gentes ambas a quienes, no se sabe muy bien por qué, siempre damos
vela en nuestros propios entierros. Tampoco se entiende muy bien qué tiene
Carmen Calvo que negociar en Roma cuando tantos matarifes y genocidas descansan
bajo palio en iglesias y catedrales, empezando por Queipo de Llano.
La última vez que
el Vaticano autorizó un cambio similar fue cuando permitió la mudanza del
cardenal Rouco Varela del palacio episcopal a un ático de lujo, y eso que
Rouco, por aquel entonces, no estaba tan vivo ni tan alegre como Franco. Ya
fuese por el ajetreo del viaje, o por la traducción simultánea entre el latín y
el italiano, Carmen Calvo no se enteró de la misa la media y regresó con un
desmentido oficial en pleno vuelo y tres padrenuestros de penitencia. Una vez
más las prisas le han pasado factura al gobierno de Sánchez, porque sólo a ellos
se les ocurre ir a Roma a negociar el traslado de unos despojos amigos en
vísperas de Halloween. Ahora la prioridad consiste en que los restos del
Caudillo no tomen de nuevo Madrid desde el cuartel general de La Almudena,
aprovechando la reciente victoria de Bolsonaro y el auge mundial del fascismo.
Una solución para
evitar futuras peregrinaciones en masa desde Génova y desde Casa Pepe podría
ser hacer un Bin Laden: llevarse el ilustre torrezno en helicóptero y soltarlo
en algún punto ignoto en alta mar, enfrente de Palomares, por ejemplo, que ya
tienen costumbre de albergar residuos tóxicos. Muchos pondrían el grito en el
cielo por la comparación, y no les faltarían motivos, ya que Franco mató a
mucha más gente que Bin Laden, causó más terror e hizo mucho más daño. Aparte
de que también era considerablemente más feo. De momento, se apunta una venta
masiva de caretas de Franco en Halloween, en dura competencia con la de
Lopetegui.
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