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miércoles, 17 de octubre de 2018

LA DERIVA FALANGISTA DE PABLO CASADO


LA DERIVA FALANGISTA 
DE PABLO CASADO
JUAN CARLOS ESCUDIER
Cuentan que el chauvinismo deriva de la leyenda de un soldado que nunca existió, Nicolás Chauvin, quien a las órdenes de Napoleón habría sido herido más veces que nuestro torero Padilla y que, pese a sus mutilaciones y desfiguraciones, habría exhibido con orgullo un inconmensurable amor a la France. Se creía que el chauvinismo se circunscribía a Francia hasta que este domingo el líder del PP enarboló su bandera y presentó la conquista de América por parte de España como el hito más importante de la humanidad y a la hispanidad como la etapa más luminosa de la historia. Al mismo nivel quedaría la romanización y más atrás el descubrimiento del fuego y el invento de la rueda. ¿Cómo no sentir orgullo de este “pueblo milenario”?

Al concurso por ver quien es más patriota ha llegado Casado como una exagerada e hiperbólica fuerza de la naturaleza, como un huracán capaz de despeinar a sus más duros competidores, en un momento en que la unidad de la nación y, sobre todo, su legado, “está en peligro”. Si los combatientes contra la leyenda negra buscaban un timonel, que sepan que tienen a Casado a sotavento adrizando las tres carabelas.

No se trata aquí de poner en cuestión el descubrimiento de América, que no lo fue desde el punto de vista de quienes ya vivían allí, ni cómo su población fue diezmada, no tanto por los arcabuces como por viruelas, venéreas y otras enfermedades víricas que los centauros con barba extendieron por el Nuevo Mundo. Tampoco es momento de describir la “marea de codicia, horror y bravura”, en palabras de Galeano, que se abatió sobre el continente, o de cómo los indígenas, convertidos en esclavos, secaron las vetas de la plata que se embarcaba hacia Europa y arrancaban el mercurio que les mataba mientras la Curia debatía si tenían alma o sólo eran animales de carga. Baste decir que su suerte no hubiese mejorado de haber sido otros los conquistadores.

Lo que llama la atención es la resurrección del discurso franquista de la Hispanidad, un culto a la España imperial con el que superar los pequeños nacionalismos, y que la dictadura proyectaba en el águila de San Juan, las columnas de Hércules y el Plus Ultra como divisa. Según David Marcilhacy, profesor de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Sorbona, “la referencia a la Hispanidad sirvió para sublimar la frustración imperial del nacionalismo español. Fue matriz de un nacionalismo expansivo que nació como utopía imperialista a instancias del falangismo y, a partir de 1945, evolucionó hacia un expansionismo de carácter cultural, basado en el espíritu universalista del catolicismo (…) A lo largo de la Dictadura, fue el mejor soporte de un culto nacionalista que celebraba juntamente la patria, la nación, la raza, el imperio y el catolicismo, ingredientes todos del nacionalcatolicismo”.

Las referencias de Casado sobre la gesta americana recuerdan mucho a esa “unidad de destino en lo universal” joseantoniana, con la que el falangismo pretendió trascender de esos micronacionalismos que habrían de someterse a la España grande y libre, y a ese ideal hispánico de Ramiro de Maeztu, añorante de los más gloriosos pasados patrios. Enfrentar a estas alturas a Hernán Cortés con el independentismo catalán no parece lo más inteligente, pero la deriva de este nuevo PP y la quema de sus naves es cada vez más inquietante.

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