LA DERIVA FALANGISTA
DE PABLO CASADO
JUAN CARLOS ESCUDIER
Cuentan que el
chauvinismo deriva de la leyenda de un soldado que nunca existió, Nicolás
Chauvin, quien a las órdenes de Napoleón habría sido herido más veces que
nuestro torero Padilla y que, pese a sus mutilaciones y desfiguraciones, habría
exhibido con orgullo un inconmensurable amor a la France. Se creía que el
chauvinismo se circunscribía a Francia hasta que este domingo el líder del PP
enarboló su bandera y presentó la conquista de América por parte de España como
el hito más importante de la humanidad y a la hispanidad como la etapa más
luminosa de la historia. Al mismo nivel quedaría la romanización y más atrás el
descubrimiento del fuego y el invento de la rueda. ¿Cómo no sentir orgullo de
este “pueblo milenario”?
Al concurso por ver
quien es más patriota ha llegado Casado como una exagerada e hiperbólica fuerza
de la naturaleza, como un huracán capaz de despeinar a sus más duros
competidores, en un momento en que la unidad de la nación y, sobre todo, su
legado, “está en peligro”. Si los combatientes contra la leyenda negra buscaban
un timonel, que sepan que tienen a Casado a sotavento adrizando las tres
carabelas.
No se trata aquí de
poner en cuestión el descubrimiento de América, que no lo fue desde el punto de
vista de quienes ya vivían allí, ni cómo su población fue diezmada, no tanto
por los arcabuces como por viruelas, venéreas y otras enfermedades víricas que
los centauros con barba extendieron por el Nuevo Mundo. Tampoco es momento de
describir la “marea de codicia, horror y bravura”, en palabras de Galeano, que
se abatió sobre el continente, o de cómo los indígenas, convertidos en
esclavos, secaron las vetas de la plata que se embarcaba hacia Europa y
arrancaban el mercurio que les mataba mientras la Curia debatía si tenían alma
o sólo eran animales de carga. Baste decir que su suerte no hubiese mejorado de
haber sido otros los conquistadores.
Lo que llama la
atención es la resurrección del discurso franquista de la Hispanidad, un culto
a la España imperial con el que superar los pequeños nacionalismos, y que la
dictadura proyectaba en el águila de San Juan, las columnas de Hércules y el
Plus Ultra como divisa. Según David Marcilhacy, profesor de Estudios Ibéricos y
Latinoamericanos de la Sorbona, “la referencia a la Hispanidad sirvió para
sublimar la frustración imperial del nacionalismo español. Fue matriz de un
nacionalismo expansivo que nació como utopía imperialista a instancias del
falangismo y, a partir de 1945, evolucionó hacia un expansionismo de carácter
cultural, basado en el espíritu universalista del catolicismo (…) A lo largo de
la Dictadura, fue el mejor soporte de un culto nacionalista que celebraba
juntamente la patria, la nación, la raza, el imperio y el catolicismo,
ingredientes todos del nacionalcatolicismo”.
Las referencias de
Casado sobre la gesta americana recuerdan mucho a esa “unidad de destino en lo
universal” joseantoniana, con la que el falangismo pretendió trascender de esos
micronacionalismos que habrían de someterse a la España grande y libre, y a ese
ideal hispánico de Ramiro de Maeztu, añorante de los más gloriosos pasados
patrios. Enfrentar a estas alturas a Hernán Cortés con el independentismo
catalán no parece lo más inteligente, pero la deriva de este nuevo PP y la
quema de sus naves es cada vez más inquietante.
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