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sábado, 22 de septiembre de 2018

LA GAVIOTA


LA GAVIOTA
JM AIZPURUA
Aguas obscuras, sucias, de mi pobre ría mancillada sobre las que paseo mi ausente mirada en el amanecer. Voy paseando por tu orilla diestra momentos antes de que el deber convulsione tus orillas y comience la loca sinfonía de bocinas y motores envueltos en tus humos.
Ahora, por el contrario, está desierto el panorama. Diviso el Puente con algo de movimiento, pero aquí estoy solo. Un leve ruido me saca de mi error. Frente a mi a pocos metros una gaviota nívea me mira fijamente asustada en posición de vuelo.
Me detengo, la miro dulcemente, me siento en la escalera y le digo:
No temas compañera gaviota; soy solo un paseante solitario que viene a consolar sus penas.

La gaviota sigue inmóvil, pero su mirada me indica que ya no teme, solo duda. Yo le sigo hablando suavemente, y ella por fin se entrega y con pausado paso y rítmicas cabezadas hacia el agua y hacia mí, reinicia su tarea.
¡Pobre gaviota!, a ti también te van mal las cosas. Antes tenías el sustento asegurado, con buenos peces en tu juventud y con la vejez tranquila en las orillas comiendo los despojos que los pescadores arrojaban.
Ya ves ahora, solo bidones y plásticos bajan por la ría rodeada de asfaltos y ladrillos.
La gaviota se detiene, me mira, y me parece que sonríe.
Tu me entiendes, gaviota, porque yo te hablo en el lenguaje compungido del que lucha en adversas condiciones, palabra humilde de quien no se siente el rey de la creación. Yo veo tu lucha por la vida, compañera gaviota, y me siento solidario con tu causa.
La gaviota me mira complacida, se acerca, y se acurruca al pie de la escalera.
Tampoco es para mí la vida fácil, compañera gaviota, no es nada fácil. Suelo venir aquí muy a menudo pues por ahí, mira, por ese camino pasará dentro de muy poco una mujer que yo conozco.
También tu la habrás visto pasar, es muy morena, alta, muy guapa, y sobre todo dulce. ¡Tiene unos ojos! Cuando te mira………. Está bien, gaviota, no me mires con aire burlón, quizás exagero, pero compréndeme, a mí me lo parece ¿Sabes de quien te hablo?
La gaviota asiente comprensiva.
¡Ay gaviota! ¡No sabes como la he querido! Desde que la conocí la he mimado, la vi pasar de niña a mujer y siempre soñé que algún día me haría compañía. Guardé mi lecho inmaculado, para que, si lo usaba, jamás pudiera presentir amor barato, pues todo lo dejé para ella.
Y ya me ves; solo y entristecido. Ella emprendió otro rumbo y yo no supe atraerla hacia el mío.
Por eso paseaba. Estaba meditando, consciente de haber pasado otra hoja del libro de mi vida, con miedo a ver la hoja siguiente en blanco. ¿Qué podré yo escribir en ella, gaviota? ¿Otro nuevo amor? ¿Amores mercenarios? Las dos cosas me aterran.

No tengo suerte, gaviota, al elegir mi compañera. Y es que no elijo, me ciega el corazón y me despeño.
Ya comienza a romperse el silencio y dentro de muy poco aparecerá hombres y máquinas, arrasando la paz de madrugada.
Debemos irnos, gaviota. Yo volveré otro día a saludarte. Tu, la verás a ella, y si te mira, cuéntale como la quise, aunque quien ha visto los flamencos rosados de Ngong, quizás no repare en una vulgar gaviota. No importa. A mí me gustas. Te traeré gusanas. Quizás algún día venga yo a verte con una compañera, y entonces ¡no me descubras mi amor oculto!
La gaviota me mira muy ofendida y mueve la cabeza varias veces.
Perdóname querida gaviota. No se lo que me digo. Ya se que eres mi amiga y guardarás mi secreto. Agur compañera gaviota, gracias por hacerme compañía. Suerte en tu jornada.
La gaviota abre sus alas y emprende un vuelo reposado, se remonta hacia lo alto y me dirige una postrera mirada. Yo la saludo con la mano y lentamente me alejo de la ría.
Es curiosa la vida; me entienden mejor las gaviotas que las mujeres.
(PUBLICADO EN 1986)
 


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