LAS MARISMAS DE LA
OSCURIDAD 9
DUNIA
SÁNCHEZ
“Lo examino, su
conducta es rara aunque normal al estar entre barrotes. Está dormido ¡cómo
puede ser¡ es una especie que ante mi me produce nauseas. Tal vez vengan la
mala cosecha, la mala lluvia, la mala sequía, la mala hambruna a nuestro
poblado…eso dicen. Su mala suerte está suelta, aun está vivo. Dicen de evitar
toda catástrofe por su culpa, por su culpa. No entiendo ¡Despierta¡ ¿Qué soñará
si tiene sueños? Será en alguna fechoría que nos lleve a la desgracia, un poder
sobrehumano anunciando la aridez, lo yermo que serán estas tierras, eso dicen.
Mi flauta y yo..yo y mi flauta lo despertarán , quiero verlo de cerca, quiero
saber de que se alimenta sus ojos extraños, aroma enrarecido para mi gente. No
se inmuta, encadenado no me hace caso. Por qué, me digo. Ya se mueve. Ahí en el suelo, parece que no
tiene sentimientos. Su mutismo me molesta, está atrapado seguro en algún
pensamiento negativo que nos producirá la tragedia. Yo de él no quiero nada.
Solo, conocerlo mejor, saber cada aliento que desemboca en la penuria de las
almas que viven aquí, eso dicen. Mi flauta suena más fuerte. El se endereza y
me da la espalda. Tendré que ejercer mi autoridad y chillarle que se dé la
vuelta que quiero examinarlo mejor. ..” Así será mi personaje, un mandado para
el castigo a ese cual no es igual que el. Pero este, tendrá sus dudas.
Sí...escribiré que lo mire a los ojos y después ya veré. Todo lo
desconocido es vertiente del temor, del
temblor de nuestro pecho, de nuestros huesos, de nuestra mente. Tenemos que ir
más allá de los pozos negros de los prejuicios y comprender ¡qué difícil
tarea¡…La luna roja aun presente, una madrugada simulada por su razón. Para
ella es buena hora. Todo está estático, quieto en la mirada de la luna roja.
Ella también esta estática, quieta en el desarrollo de su narración, hay que
saber qué pasos dar, como desenvuelve sus criaturas en medio de esa atmósfera.
Una atmósfera cruel, medita ella. Unos personajes que se puedan extrapolar en
cualquier otra situación. La luna roja sopla y su fragancia a jazmines llega a
su cuello cansado. Por un momento…CONTINUARÁ
LAS MARISMAS DE LA OSCURIDAD....CONTINUARÁ
LAS MARISMAS DE LA
OSCURIDAD
La absoluta
oscuridad del nocturno arrasa cuando las pisadas de una llamada la envolvía a
ella en una toalla para salir de la ducha…una ducha gratificante, vertiginosa,
amiga del descanso del cuerpo desnudo, del cuerpo de ella. Se erige al salón,
allí el teléfono incesante, con los latidos escandalosos de su trotar bajo
aquel techo. Lo coge, no era nadie. Sin embargo, alguien había tras la línea.
Ella espera, espera alguna palabra tras esta llamada en la medianoche, cuando
las almas duermen en el sosiego o deliro de los sueños. Cuelga y se sienta en
su sillón, frente a la ventana. Un árbol que habla con el aliento de la brisa y
la sombra en sus blancas paredes, una luna roja que clama a la vida aunque la
ciudad duerma, aunque todo este estático. Otra vez el teléfono. Espera en al
duda de si cogerlo o negar esa llamada, esa llamada de cada medianoche en el
mismo tic-tac, tic-tac de las manecillas del reloj y muda detrás. Lo agarra
fuertemente y se lo pone al oído, la nada ronda en el más allá de esos cables,
una nada que la desconcierta, que la muele, que la despista, incompresible del
por qué ¿Por qué ese antojo de molestar? Para luego no ser más que silencio.
Cuelga de nuevo, cansada, con la fatiga de todas las noches , hoy, de luna
roja. Se levanta del sillón y en el callar de esa noche pone algo de música,
una música que penetra en su vientre y la hace suspirar. Una música que la
embebe y la hace ser parte del ensueño ¿Quién será? ¿Quién será? Será alguien
distraído o distraída, todo depende. Alguien
en vela que siempre llama a la misma hora. Para ella es una persona
mayor, muy mayor que el detenimiento del ruido de la urbe necesita del escuchar
una voz. Ella prefiere pensar así, algo leve a algo malévolo. Molestar por
molestar, hacerla caer en las cárceles del temor. No…no, se dice. Es una
persona que en la soledad de las noches necesita escuchar alguien aunque luego
corte cuando respondo. Hoy es la luna roja para los noctámbulos, hoy la luna
ciñe su velo más desgarrador, más bello en su callar. Ella observa todo lo que
en las horas moribundas ocurre hasta su final, cuando se va al ver el sol
acariciar la tierra.
2
En la madrugada aun
la luna roja da sus pasos anclados en el devenir del nuevo crepúsculo. Mientras
la música se emancipa en su callar ella se viste con ropa cómoda. Sale de su
casa, cierra la puerta con el cuidado de no despertar a los vecinos, y frente a
ella la avenida de la playa. Una avenida sinuosa larga, muy largo. No hay
nadie, solo los ofuscados de las juergas. Borrachos , borrachas en el columpiar
de sus charlatanería en sus copas reventadas. Ahora, perdidos, balanceándose de
banco en banco , arrojando todo lo que se revuelve sus entrañas. El espectáculo
es tétrico pero no hay nada que hacer. Baja a la arena, una arena fina, tersa,
fría, humedad en esas horas de luna roja. Su reflejo acapara toda la mar, el
oleaje se hace calmo. El vacío ronda la playa. Va hacia la orilla, entera,
segura, con las banderas ya apagadas. Luce un bañador liso y sus curvas son el
círculo de los años. Y nada y nada, sin interesarle lo que le pueda pasar.
Ballenas grises se avistan no muy lejos y ella se siente maravillada ante lo
hermoso, ante la relación tierra y vida.
Todo surge, todo fluye en el sentido que nos dejemos ir. No hay que obligar,
que marcar con huellas inhóspitas nuestro rumbo. Todo llega, todo aunque parece
estático corre, lentamente, pero corre. Un mundo paralelo a ella, un mundo
extraño, misterioso que aguarda las profundidades de este océano, de esta
esfera. Retorna a la orilla, se seca y se viste. Mira el horizonte donde
aquellas ballenas fue avistadas por ella, ya no están. Se siente feliz,
completa, pequeños instantes en la
memoria del mañana. Sus pensamientos rondan la llamada, la llamada a la misma
hora cuando la medianoche atiza el reloj. Sigue cavilando que es alguien
absorbido por la soledad, alguien con la necesidad de oír alguna voz.
Reconfortable regresa bajo su techo,
todo es mudo, a los idos con el alcohol y demás los ha dejado. Vital se sienta
frente a su escritorio.
La mesa manantial
virgen de papeles que revolotean ante la mirada fija de ella. Por donde iba, se
pregunta. Qué personaje entrará ahora en escena después del alejamiento por
unas cuantas horas. Tic- tac, tic-tac…todavía la noche la embelesa con la luna
roja, una luna ardiente que le da ánimos de continuar con esa historia que
parece no acabar. Coge su pluma, mira su ordenador. Correcciones se revuelcan
en lo pesado de los folios. No, no estoy por contar y contar con la ligereza de
las repeticiones, se dice. Me transformo y de la reconditez de mis pensamientos
viene alguien, alguien estático en emociones, alguien cenizo con el paso del
tiempo, alguien bello pero a la vez con una cierta melancolía que lo ata, que
la ata al aislamiento. No sé, mujer perdida en las condiciones de sus pisadas.
Sí, será una mujer. Una mujer que siente el
respiro de la libertad, que se estira en sus ojos ante tanta y tanta
hipocresía por las esferas donde ronda. Una mujer que no sea yo. Una mujer que
de tanto y tanto peso sobre sus espaldas, se ha enganchado al vagón que nos
lleva en la seguridad, en la censura grotesca de este viejo mundo. Revuelve los
papeles, mira otra vez la pantalla del siguiente capítulo y captura en esa
noche de luna roja las vivencias de su otro yo, ese desdoble preciso para
agigantar el avance sin celeridad de
ella. Una mujer , no sé, se dice así misma, transcurriendo en el son de los
oleajes, en el palpitar sereno de lo cotidiano. Una mujer , por qué no, neutra
en el aroma de los vientos. Una mujer, aliada a la paz, a los movimientos
voluntarios que diezman este globo ¡La luna roja¡ todavía está ahí. La
madrugada no tiene prisa. Una mujer que habrá que vestirla, por dentro, por
fuera o más bien medita ella, por dentro, por cada recoveco de su espíritu
libre, manso, aliada al crecer de los días como nuevo resurgir de sus
singladuras. Todas distintas. Todas iguales. Inspira y espira…espira e inspira. Parada en su
personaje estudia cómo será su comportamiento…
La ventana se abre,
la luna roja aun presente. Una cierta brisa penetra en esa caótica estancia
donde ella se debate con su personaje. Detenidamente lo perfecciona, lo
incrusta en la pantalla como alguien sonriente al ritmo de sus vivencias. Un
ser que no se rinde, luchador ante las desavenencias de los días. Siente algo
en su espalda, un cosquilleo inquietante, una caricia del viento débil que ha
abierto su ventana. Deja la escritura y mira a través de ella. No entiende el
por qué se abierto. Tanto no es el vientecillo de noche de luna roja para ello.
Las ramas del árbol frente al edificio ahora parecen reales, se mueven solo un
poco. Ella se levante de su silla y se va hasta la ventana. Mira, observar y
examina todo lo que tras ella transcurre. La tranquilidad, el oleaje sereno, el
árbol casi quieto. Desconcentración es la palabra. No puede volver a su
narración un cierto ruido alborota sus sentidos. Ojea su derredor, su
habitación pero no ve nada. Aun así, siente la llamada, la llamada
protagonizada de los ahogados, un quejido que la enfrenta a su entereza. Cierra
la ventana con violencia. Se vuelve abrir, no comprende el por qué. Otra vez la
llamada, una luz potente se hace eco en su estancia. Una luz azul, verde,
blanca. Los espíritus de los océanos en la pena tras llegar a esta tierra donde
la indiferencia duele, quema, rompe cada sentimiento de libertad, de bienestar,
de vida. Ella estática, insonora, con el miedo en su vientre la sigue.
Paulatinamente la luz variopinta se va toma forma, una forma de cuerpo humana.
Noche de luna roja, noche de almas ajadas en el ayer, en el hoy, en el mañana.
Un sudor cae por su tez, no comprende porque esa visión del más allá. Ella,
creadora, en la nulidad de las creencias. Pero ahí están, espíritu flotante
envolviendo toda su habitación con su luminosidad, envolviéndola a ella pero
sin tocarla… ¿Quiénes sois?, les pregunta. No me hacéis ningún mal pero me
desequilibráis. Me amparo en que no puede ser esto que me está pasando. Luz
humanizada en sus transparencias, colores danzando a mi derredor y el silencio.
Sobre todo, el absoluto silencio. No los entiendo, ¿qué queréis? Yo no os he
llamado, estoy aquí con la voz de un personaje, un personaje que se pierde en
lo hondo de mi pecho cuando soy metamorfosis de su existencia ante este
teclado. Lágrimas emocionantes rozaban mi rostro mientras se erguía su figura.
Pero ahora, vosotros. De donde carajo salís. Necesita aire, aire absorbente ante esa aparición cuando la
madrugada es cuna de una luna roja. Cierra los ojos, mientras deja su tez con
el frescor de la brisa. No siente nada, solo el impulso de respirar con
lentitud. La calma pacificadora juega con su corazón ¡El mar¡ ¡El mar¡ escucha
el rumor de las olas cuando rompen con la avenida, abre los ojos firmándose en
sus manos. Lo que fuera se ha ido y el flojo viento se ha parada. Ramas
quietas, manos donde todo se mezcla y explosiona en el sentido de la siembra de
su yo. Manos inamovibles en el paso de los años, arrugadas, donde el trabajo
señala cada línea que esconde sus palmas. Manos que han amado sin ser amada por
el dulce resonar de la ternura. Manos desérticas donde solo corre el agua, el
agua de la vida en cada jornada. Hoy noche de luna roja, luna enaltecida por
los amantes, por los amados, por las amadas, por las corrientes sonoras al fin
al cabo del amor ¿Qué es el amor?, se pregunta. Se encoge de hombros,
evoluciona hasta su estado más arcaico y simplemente acapara la complicidad de
una mirada, de un arco iris en el mutismo de las pisadas. No llega a
comprender, besa sus manos y por unos instantes se ausenta, se difumina en
témpanos de hielo que la hace temblar ¡Extraña¡, si extrañeza cuando las miras.
Sus manos, vírgenes llanuras donde no
habrá amor…Se aparta de la ventana y otra vez esa pantalla, esas hojas que
parecen dormidas en sus letra.
Blanco, muy blanco
será el personaje. Tanto que el repudio en las tierras de su origen encierra el
conjuro, la superstición. Cadenas caen sobre él, manos aquietadas a la
esperanza verde, muy verde. La luz solar le molesta, daña cada pedazo de su
piel, desnutrido, sediento, herida. Aquel lugar no entienden el por qué no es
similar a ellos. Tenemos que desnudarlo, tienen que despellejarlo y aún si el
tormento toma relevo a lo ineptos que somos. Ya casi no puede moverse, cada
huella dejada atrás es sangre …sangre roja como la de ellos, como la de
nosotros. No ven. Solo el color de su piel. Solo una tonalidad que los hace más
grotescos en sus formas de mirar. Pronto perecerá, será llevado por un azote
cruel, por un aliento voraz, por una creencia maldita que lo hundirá más allá
de las profundidades de ese pueblo. Un personaje asombroso, con lagrimas secas
de tanto y tanto sufrir, maldiciéndose. Deberíamos todos mirarnos las manos,
estás manos que edifican, que destruyen, que calman todo dolor, todo llanto.
Iguales, somos iguales sin esa condición ideológica y social que nos ha marcado
este mercado. No importa donde haya sido
la simiente de nuestro nacimiento. Si nos desnudamos, si nos enrollamos en los
primeros años de lumbre de nuestras pisadas nos hallaremos que tal diferencia
no existe. Sí, blanco…muy blanco, nacido en un lugar donde la miseria empobrece
el alma en cada rito en sus ojos rajados.
Todos o la nada, se dice. La ventana se vuelve abrir, ahora, con más
fuerza. Una luna roja se expande en el universo, una luna roja todavía ahí
conversa con ella. Hay algo que quiere decirle y ella sin entender el por qué
la escucha…escucha toda su ventura a lo largo de su vida, a lo largo de la
historia de la humanidad, una historia cíclica acentuada por la violencia….
Hoy pasaba por
aquí, solo hoy y observo ensimismada los caminos de los humanos, de estos seres
nacidos de polvo de estrellas. Nada cambia, tal vez, no aprenden, no comprenden
la verticalidad de las almas habitantes de este sitio desterrado del espacio.
No somos nada y a la vez, mucho…Por qué siempre cometemos el mismo error. No
llega a mi entendimiento. Rejas crean desolación, sin sabores del circular por
este mundo azul, este mundo de agua. Y a lo mejor llegará un gran asteroide y
volver a empezar, volver a engendrarnos para el caos. Estamos de paso, de paso
como esencia de los rejos de un ayer no muy lejano. Siempre igual…Gira la silla y se enfrenta a
esa ventana que se ha vuelto abrir, un aroma a jardín, un aroma amar se apodera
de ella y ahí la luna roja, mira sus manos otra vez, se desentiende por unos
momentos del teclado lento, del teclado presuroso, del teclado guiado por su
aliento. Esta es mi casa, en ella guardo todos mis secretos o casi todos, otros
, se hallan en la sombra de este cuerpo, de estas manos que me ayudan a
edificar en la eternidad estas palabras. Nada queda, todos nos vamos bajo el
espectro de una vela que se apaga en cada arrebatado halito de la muerte. Miro
mis manos, incapaces de dañar, incapaces de ser fusil para el más débil para
aquel igual que yo levante navajazos. A estas horas donde la ventana vuelve
abrirse sin saber el por qué me introduzco en mi yo, me divido y ahora soy
realidad. La realidad de un mundo que se va al carajo por las tempestades
humanas. Ya noto el cambio, este clima que nos saluda y quiere seguir su ruta
¿Pero qué es esto? Una luz blanca viene del horizonte, una luz que diría yo
ante una luna roja de la madrugada. La
luz llena su habitación, se cuela por cada recoveco de ella. Los ojos de ella
se cierran, se clausuran ante tanta luminosidad. Una especie de tibieza penetra
en su espalda, como si la helada de los años ahora se derritiera y fuera
entregada al descanso ¡No¡, dice ella en voz alta. No me toques. No te acerques
a mí por qué todavía mi canto no a terminado ¡Aléjate de mi¡ ¡Vete¡ Que en
ausencia de tétricas tumbas estoy más serena. Esto no puede ser, todo iluminado
con el haz de cipreses formando figuras en estas paredes, solo me queda esperar
la muerte. Pero no, aun es temprano. Desaparece, en medio de la confusión de ella. La queja
del mar la escucha. Un mar que como sus
manos parecen irse, acabarse ante tanta y tanta polución de existencias soeces,
grotescas. Examina sus manos en el eclosionar de sus ojos, unas manos donde ve
inundaciones de tierras bajas, donde el oleaje se hace violento y asesino,
donde la fauna marina no alcanza a acostumbrarse por la generación del
deshielo, donde plásticos y venenos los alimentan hasta la muerte ¡La muerte¡,
se dice ella. Tenemos que hacer un cambio con presura, con la avidez de estos
vientos de las tinieblas. La luz se extingue y la ventana se cierra, sola
¡Sola¡ Ella no cae en extrañeza, ella no cae en lo imperceptible, en lo
inconfeso, en lo increíble que puede ser esta atmósfera agarrada a este mundo.
Cierra las manos y por unos instantes en la pesadez del sudor se gira y estática mira la pantalla…
Antorchas se
sumergen en su mente como fotogramas de una visión del ayer. Cuerpos desnudos
brotan en la lucidez de la luna roja y bailan en su derredor. Se escuchan
gritos, el brebaje del bien se hace presas de ellas despojándose de todo mal,
de toda carga aberrante en sus espaldas. Espaldas cuyo hueco hondo anuncia la
pesadez de las jornadas, de las lenguas de ortigas que hay que aguantar. Ellas,
en la orilla, con la fogata de sus manos unidas, cogidas en el sudor
vertiginoso expulsando, vomitando todo dolor, toda penumbra cuando el sol se
hace paso en las horas. La luna roja, la luna de llantos conformando la alegría
de las almas entregadas al apasionante mundo freático de la noche, del
misterio. Ella las ha visto, alguna que otro nocturno cuando la luna roja da
apogeo a sus danzas, a sus canticos. Así se desahogan, cuelgan de un puente
sibilino en la comodidad de lo oscuro, cuando nadie las ve. Mujeres rotas en
cada sonrisa asaltada desbaratadamente por algo, por una cuchillada en sus
espaldas. Después de jadear en la euforia llega la verticalidad de sus miradas,
firmes, combatientes ante todo eco refugiado en maldiciones. Se ríe, está bien, se dice. Cadenas agarran a
su personaje blanco…muy blanco. Tiene que haber otro, otro disponible para la
continuación de la historia ¡El torturador¡ Sí, ese cuya soga lo tiene atado
por el cuello como si fuera una bestia, como si no fuera normal. Un personaje
en el afán de sus creencias. Qué más podemos decir de él. Si, toca un
instrumento, una flauta elaborada con sus propias manos, manos de sangre, manos
sucias, manos asesinas, manos ilegibles para el sonido del hoy. Cerebros
inaccesibles, fallecidos en el serpentear de los días a través de su ceguera,
de su sordera. Tempestades giran en torno a él, el odio y sus creencias lo han
conducido desde el vientre hasta donde está ahora. Con su flauta, vigilante,
apresando todo aquel , toda aquella distinto a su piel aunque nacidos en la
misma tierra.
“Lo examino, su
conducta es rara aunque normal al estar entre barrotes. Está dormido ¡cómo
puede ser¡ es una especie que ante mi me produce nauseas. Tal vez vengan la
mala cosecha, la mala lluvia, la mala sequía, la mala hambruna a nuestro
poblado…eso dicen. Su mala suerte está suelta, aun está vivo. Dicen de evitar
toda catástrofe por su culpa, por su culpa. No entiendo ¡Despierta¡ ¿Qué soñará
si tiene sueños? Será en alguna fechoría que nos lleve a la desgracia, un poder
sobrehumano anunciando la aridez, lo yermo que serán estas tierras, eso dicen.
Mi flauta y yo..yo y mi flauta lo despertarán , quiero verlo de cerca, quiero
saber de que se alimenta sus ojos extraños, aroma enrarecido para mi gente. No
se inmuta, encadenado no me hace caso. Por qué, me digo. Ya se mueve. Ahí en el suelo, parece que no
tiene sentimientos. Su mutismo me molesta, está atrapado seguro en algún
pensamiento negativo que nos producirá la tragedia. Yo de él no quiero nada.
Solo, conocerlo mejor, saber cada aliento que desemboca en la penuria de las
almas que viven aquí, eso dicen. Mi flauta suena más fuerte. El se endereza y
me da la espalda. Tendré que ejercer mi autoridad y chillarle que se dé la
vuelta que quiero examinarlo mejor. ..” Así será mi personaje, un mandado para
el castigo a ese cual no es igual que el. Pero este, tendrá sus dudas.
Sí...escribiré que lo mire a los ojos y después ya veré. Todo lo
desconocido es vertiente del temor, del
temblor de nuestro pecho, de nuestros huesos, de nuestra mente. Tenemos que ir
más allá de los pozos negros de los prejuicios y comprender ¡qué difícil
tarea¡…La luna roja aun presente, una madrugada simulada por su razón. Para
ella es buena hora. Todo está estático, quieto en la mirada de la luna roja.
Ella también esta estática, quieta en el desarrollo de su narración, hay que
saber qué pasos dar, como desenvuelve sus criaturas en medio de esa atmósfera.
Una atmósfera cruel, medita ella. Unos personajes que se puedan extrapolar en
cualquier otra situación. La luna roja sopla y su fragancia a jazmines llega a
su cuello cansado. Por un momento…CONTINUARÁ
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