LAS MARISMAS DE LA
OSCURIDAD 7
DUNIA SÁNCHEZ
…Gira la silla y se
enfrenta a esa ventana que se ha vuelto abrir, un aroma a jardín, un aroma amar
se apodera de ella y ahí la luna roja, mira sus manos otra vez, se desentiende
por unos momentos del teclado lento, del teclado presuroso, del teclado guiado
por su aliento. Esta es mi casa, en ella guardo todos mis secretos o casi
todos, otros , se hallan en la sombra de este cuerpo, de estas manos que me
ayudan a edificar en la eternidad estas palabras. Nada queda, todos nos vamos
bajo el espectro de una vela que se apaga en cada arrebatado halito de la
muerte. Miro mis manos, incapaces de dañar, incapaces de ser fusil para el más
débil para aquel igual que yo levante navajazos. A estas horas donde la ventana
vuelve abrirse sin saber el por qué me introduzco en mi yo, me divido y ahora
soy realidad. La realidad de un mundo que se va al carajo por las tempestades
humanas. Ya noto el cambio, este clima que nos saluda y quiere seguir su ruta
¿Pero qué es esto? Una luz blanca viene del horizonte, una luz que diría yo
ante una luna roja de la madrugada. La
luz llena su habitación, se cuela por cada recoveco de ella. Los ojos de ella
se cierran, se clausuran ante tanta luminosidad. Una especie de tibieza penetra
en su espalda, como si la helada de los años ahora se derritiera y fuera
entregada al descanso ¡No¡, dice ella en voz alta. No me toques. No te acerques
a mí por qué todavía mi canto no a terminado ¡Aléjate de mi¡ ¡Vete¡ Que en
ausencia de tétricas tumbas estoy más serena. Esto no puede ser, todo iluminado
con el haz de cipreses formando figuras en estas paredes, solo me queda esperar
la muerte. Pero no, aun es temprano. Desaparece, en medio de la confusión de ella. La queja
del mar la escucha. Un mar que como sus
manos parecen irse, acabarse ante tanta y tanta polución de existencias soeces,
grotescas. Examina sus manos en el eclosionar de sus ojos, unas manos donde ve
inundaciones de tierras bajas, donde el oleaje se hace violento y asesino,
donde la fauna marina no alcanza a acostumbrarse por la generación del
deshielo, donde plásticos y venenos los alimentan hasta la muerte ¡La muerte¡,
se dice ella. Tenemos que hacer un cambio con presura, con la avidez de estos
vientos de las tinieblas. La luz se extingue y la ventana se cierra, sola
¡Sola¡ Ella no cae en extrañeza, ella no cae en lo imperceptible, en lo
inconfeso, en lo increíble que puede ser esta atmósfera agarrada a este mundo.
Cierra las manos y por unos instantes en la pesadez del sudor se gira y estática mira la pantalla…continuará
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