CIUDADANOS EN EL TOP MANTA
DAVID TORRES
Argumentos contra
los manteros que exponen sus mercancías en la Gran Vía y en los aledaños de la
estación de Atocha se pueden sacar a paladas. No pagan impuestos, perjudican a
los comerciantes, ocupan la vía pública y molestan a los Ciudadanos. Es cierto
que buena parte de este argumentario, y su justificación última, apesta a
aquella arcaica Ley de vagos y maleantes de 1933 que servía para despejar las
calles de mendigos, prostitutas, proxenetas, vagabundos y borrachos. En los
momentos críticos de la Dictadura, cuando al Caudillo le apetecía sacar la
mojama a pasear por la capital, el funcionamiento de las brigadas de limpieza
pública evocaba aquel discurso del general Eutanasio Rodríguez en el
aniversario de la república de Banania: “De no ser por nuestra acción de
gobierno, pacientemente desarrollada en estos últimos 49 años, nuestras calles
estarían hoy llenas de pornografía, de corrupción, de violencia, de gente”.
Sin embargo, aparte
de todos estos problemas de orden público, lo que Ciudadanos no puede soportar
es el hecho de que la venta ilegal de productos falsificados atenta contra la
ley de derechos de autor. Resulta cuando menos paradójico que César Zafra,
Carina Mejías y otros líderes del agente naranja hablen de los derechos de
autor cuando esgrimen un discurso contra la venta callejera calcado
directamente de la extrema derecha europea y americana. En cualquier momento
puede salir Le Pen a pedirles una indemnización por copiarle los eslóganes
cívicos, los discursos repugnantes, el miedo al extranjero y los espumarajos
racistas.
La defensa a
ultranza de la autoría y la originalidad suena bastante extraña si se proclama
desde un partido forrado de arriba abajo con ideas de segunda mano. Es más, en
cualquier momento Ciudadanos podría recibir una demanda del PP por robarles el
programa, el electorado, la ideología y el sector de mercado, todo excepto el
azul marino y la gaviota uniceja, que ya sería pasarse. A los votantes cada vez
les cuesta más distinguir entre la nueva derecha de mierda y la derecha de
mierda de toda la vida, aunque tampoco ayuda el hecho de que el original haya
decidido imitar a la copia colocando al frente un mellizo de Albert Rivera. Con
sus títulos de cartón piedra y su máster de la señorita Pepis, Pablo Casado
parece todo él una falsificación, un bolso de Louis Vuitton con una sola “t” en
la etiqueta o un reloj de lujo como aquel que me querían vender en el Gran
Bazar de Estambul: “Señor, señor, aquí robar menos. Nada de esas baratas copias
chinas. Imitaciones turcas auténticas”.
A Rivera y Casado
ya los han confundido más de una vez en el telediario y no sería raro que los
hubieran confundido también en el paritorio. A fuerza de clonaciones y
fotocopias, ha llegado un momento en que no hay forma de distinguir cuál de
ellos es Ciudadanos y cuál el PP, como en aquella escena de La gran evasión en
la que el falsificador le enseña a un prisionero un par de documentos idénticos
y le dice que acierte cuál de los dos está falsificado: “No sé. ¿Éste?” “Los
dos lo están”, dice el falsificador con orgullo de fontanero político. Como no
podía ser de otro modo, el PP se ha sumado a las reivindicaciones contra los
manteros, olvidando que ellos los tuvieron dos décadas vendiendo camisetas,
gorras y gafas de pega en la Gran Vía y en los aledaños de la estación de
Atocha. El PP por aquel entonces replicaba comunidades autónomas, parodiaba
hospitales y llegó a falsificar un
ejecutivo al completo, pero cualquier parecido con un gobierno de verdad era pura
coincidencia.
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