POR
UNA AGRICULTURA SOSTENIBLE,
SENSATA, INTELIGENTE
Movimiento por la
Unidad
del Pueblo Canario.
A
la escasez de productos “del país”, que apenas cubre el diez por ciento de
nuestras necesidades, hay que añadir la escasa calidad de la producción propia,
debido a las malas prácticas agrícolas incluyendo el uso abusivo de insecticidas e incluso herbicidas como el
famoso glifosato de Monsanto, uno de los principales agentes cancerígenos,
prohibido en un sinfín de países y que la Unión Europea, esa famosa comunidad de
mercaderes, ha prorrogado su uso, lo que ha aprovechado entre otros el afecto
de colonialismo mental y presidente del Cabildo Insular de Benawaré (ex La
Palma) para continuar fumigando la isla entera a lo largo de sus caminos,
canales y puertos.
Unas
erróneas, obsoletas y peligrosísimas prácticas agrícolas. Uno de los factores
responsables del cambio climático es la agricultura intensiva, entendiendo por
tal aquella cuyo único objetivo es la producción masiva de productos de escasa,
por no decir nula, calidad e incluso resultando tóxica en demasiadas ocasiones,
como mejor ejemplo, que no los únicos, tenemos los envenenamientos masivos por
aceite de colza adulterado o por la encefalopatía espongiforme bovina
(envenenamiento tanto de ovejas y vacas como de humanos). Para conseguir esas
elevadas producciones los agricultores se cargan con la fumigadora a cuestas
desde bien temprano y pasan más tiempo desparramando veneno sin ton ni son que
el tiempo que realmente dedican a la obtención de productos de verdadero
interés tanto de consumo propio como de exposición y venta pública.
Más
veneno todavía. La hierba no se vende, lo que si se vende son los herbicidas y
las empresas del sector sacan buena tajada saturando los campos con los mismos,
para lo que cuentan con la ingenuidad de los incautos agricultores que,
ignorantados, interesadamente, por el sistema, envenenan su propia tierra, su
organismo, el de sus familiares y amigos, así como el de los consumidores en
general. Un notable ejemplo lo constituyen los agricultores que, después de
envenenar el suelo con los herbicidas, siembran legumbres para enriquecer la
tierra en nitrógeno (está científicamente demostrado que las legumbres fijan nitrógeno
gracias a que en sus raíces se forman nódulos de la bacteria fijadora de
nitrógenos Rhizobium leguminosarum, si no se le envenena previamente,
claro). Una vez masacrados insectos (los pájaros denominados petirrojos o
coloradas han desaparecido de nuestros campos por la ingesta de roscas
envenenadas por los dichosos insecticidas), miriápodos y todos los
microorganismos del suelo como hongos, protozoos, bacterias, etc., hay que
continuar vendiendo veneno, ahora le toca el turno a ratas, ratones y lagartos:
“más madera” que decían los hermanos Marx y con los animales muertos de paso
envenenan a las rapaces y otras aves que encuentran su comida fácil en la
mortífera carroña: plantas, animales, hongos, líquenes y bacterias, o sea, todo
el ecosistema y con él la cadena trófica absolutamente envenenado.
Insuperables
cosechas de papas, habas, cereales, frutas y verduras aplicando los
conocimientos agrícolas ancestrales. La hierba no es una plaga, aunque los
vendedores de herbicidas, lógicamente, las denominen incluso “malas hierbas”,
al contrario, constituyen una excelente oportunidad, utilizándola como pasto
para los animales, sobre todo tederas, tagasastes, chícharos, abundantes en
proteínas o para cortarla en la propia
tierra y utilizarla como el mejor abono orgánico posible, con aporte de agua al
deshidratarse, vitaminas y minerales, plantas que los descomponedores del
suelo, como hongos y bacterias, se encargan de transformar en sustancias
asimilables por las plantas de interés agrícola. Por lo tanto nos vamos a
ahorrar una buena pasta en herbicidas. Tampoco utilizaremos insecticidas, lo que traerá como principal consecuencia,
en contra de los que nos intentan hacer creer las multinacionales del
veneno, un aumento de la polinización y, por ende, de las cosechas, así como un
incremento en la producción de ese manjar que constituyen nuestras mieles de
abeja negra canaria. De paso recuperaremos las coloradas o petirrojos, que
pueden alimentarse, sin las trágicas consecuencias actuales, de las roscas de
las coles, brécol y coliflor, todas ellas excelentes anticancerígenos.
La
mejor campaña de desratización sin los espurios intereses de las
multinacionales. Con el beneplácito de los vendedores de nogat y otros venenos
los políticos a su servicio se jactan de los kilos que han distribuido como
raticidas, comprado con dinero del erario público que tienen la obligación de
proteger, ratas que constituyen una verdadera plaga ante la ausencia de
enemigos naturales y el incremento de la generación de basura que se recicla
solamente en un ridículo y vergonzoso porcentaje. Las ratas muertas, sobre todo
en nuestros campos, son ingeridas por rapaces que, en consecuencia, resultan
también envenenadas. Una pareja con sus crías de nuestro más emblemático búho,
denominado coruja, puedeczar, en un solo año, hasta mil ratas, lo que da lugar
a un equilibrio totalmente natural del ecosistema, de tal manera que ni las
ratas constituirán una plaga ni los búhos desaparecerán, como tampoco lo harán
las coloradas, las grajas, etc., sino que, al contrario, se recuperarán sus
poblaciones. Las ratas muertas por envenenamiento hay que enterrarlas o
incinerarlas para impedir que las ingieran estas rapaces.
Resumiendo,
es urgente acabar con las malas prácticas agrícolas en nuestro sector primario,
haciéndolo verdaderamente rentable, recuperando las propiedades organolépticas
de nuestros productos, regenerando nuestros dañados suelos y, lo que es más
importante, poniéndolos en producción, para lo que hemos diseñado un novedoso
sistema de incentivos mediante el cual cada kilo que se obtenga de nuestra
tierra o de nuestro mar en forma de leche, queso, legumbres, cereales,
verduras, carnes y pescados, respectivamente, se subvencionará con un euro (o
la moneda que en el futuro se adopte: el drago, el dólar canario, etc., el
nombre es lo de menos) e, independientemente, el agricultor, ganadero o
pescador lo venderá libremente en el mercado al precio que fije la ley de la
oferta y la demanda.
Ministerio
de Agricultura de la República
Democrática Federal Canaria
Democrática Federal Canaria
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