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jueves, 26 de julio de 2018

MÁSTER EN BOTELLÓN


MÁSTER EN BOTELLÓN
DAVID TORRES
Tumbarse a la bartola, no ir a clase, no abrir un libro, no acudir a los exámenes, no pegar ni palo al agua. A mí el plan de estudios de Pablo Casado, confirmado por varias alumnas de la Universidad Rey Juan Carlos, no me parece nada extraordinario. Es más, me parece perfecto. Montones de chavales de mi quinta lo pusimos en práctica con diversos resultados, aunque la verdad es que ninguno de nosotros con tanta perfección como Casado. Camareros, yonquis, empresarios, pedigueños, cajeras de supermercado, incluso escritores y periodistas pudimos salir adelante gracias a ese mismo método de trabajo. Algunos acabaron en la cárcel, otros en el paro, pero ninguno cayó jamás tan bajo como para presidir un partido político. Nunca nos regalaron un doctorado o un máster, pero tampoco habíamos comprado papeletas en la rifa. Lo verdaderamente extraordinario, viendo los últimos ejemplares que han llevado la batuta, es que en el PP la titulación académica valiera puntos.

Es terrible que, a estas alturas, la vagancia, el fraude y la ignorancia vayan a convertirse ahora en motivo de investigación judicial. Como si no estudiar fuese un delito en lugar de un mérito. Décadas poniendo a Belén Esteban en la cúspide de la pirámide social (la princesa del pueblo, dicen, por oposición a la otra, la de ciudad) para qué ahora se inviertan los valores en un desbarajuste nietzscheano. A Mario Conde la Complutense lo nombró doctor honoris causa por sus magníficos descubrimientos en teoría capilar. A Luis Roldán el gobierno de Felipe González lo encumbró al puesto de Director General de la Guardia Civil sin otros méritos que el carné del PSOE y una lata de boquerones en vinagre. La flor y nata de la alta sociedad española, contando aristócratas, gestores y celebridades en general, está cuajada de currículos similares, de ésos que brotan de improviso en una maceta universitaria gracias al resplandor de un apellido, a una oportuna llamada de teléfono o al hierro de una ganadería política.
En una entrevista reciente, la madre de Pablo Casado asegura que su hijo, cuando tenía 9 años, no se perdía ni una sola entrega de Informe semanal. Puede que le cundiera más haberse tragado varias temporadas completas de Los ángeles de Charlie, una teleserie donde se enseña cómo manejar a tres hembras peligrosas con un teléfono y un secretario guasón. En el final alternativo al que asistimos el sábado Bosley daba la campanada y se quedaba al frente de la agencia de detectives, pero Soraya no ha tardado ni dos días en remover las contradicciones del expediente académico de su rival. Un verdadero golpe bajo si tenemos en cuenta que Pablo Casado no hizo otra cosa que seguir el borbónico ejemplo de la familia más encumbrada del país aquel día en que Froilán llegó a la universidad sin libros, sin carpeta, sin nada más que un jersey terciado al hombro. De hecho, al comprobar las respectivas carreras de Pablo y Froilán, repletas de milagros inexplicables y ciencia infusa, da la impresión de que ambos compartían el mismo jersey. De momento, la Universidad Rey Juan Carlos (difícil encontrar un nombre más apropiado para el centro) ha comunicado que no encuentra por ningún sitio los trabajos académicos de Casado. Seguramente están archivados junto a los de Cifuentes, en un video del Eroski.
 


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