MÁSTER EN BOTELLÓN
DAVID TORRES
Tumbarse a la
bartola, no ir a clase, no abrir un libro, no acudir a los exámenes, no pegar
ni palo al agua. A mí el plan de estudios de Pablo Casado, confirmado por
varias alumnas de la Universidad Rey Juan Carlos, no me parece nada
extraordinario. Es más, me parece perfecto. Montones de chavales de mi quinta
lo pusimos en práctica con diversos resultados, aunque la verdad es que ninguno
de nosotros con tanta perfección como Casado. Camareros, yonquis, empresarios,
pedigueños, cajeras de supermercado, incluso escritores y periodistas pudimos
salir adelante gracias a ese mismo método de trabajo. Algunos acabaron en la
cárcel, otros en el paro, pero ninguno cayó jamás tan bajo como para presidir
un partido político. Nunca nos regalaron un doctorado o un máster, pero tampoco
habíamos comprado papeletas en la rifa. Lo verdaderamente extraordinario,
viendo los últimos ejemplares que han llevado la batuta, es que en el PP la
titulación académica valiera puntos.
Es terrible que, a
estas alturas, la vagancia, el fraude y la ignorancia vayan a convertirse ahora
en motivo de investigación judicial. Como si no estudiar fuese un delito en
lugar de un mérito. Décadas poniendo a Belén Esteban en la cúspide de la
pirámide social (la princesa del pueblo, dicen, por oposición a la otra, la de
ciudad) para qué ahora se inviertan los valores en un desbarajuste
nietzscheano. A Mario Conde la Complutense lo nombró doctor honoris causa por
sus magníficos descubrimientos en teoría capilar. A Luis Roldán el gobierno de
Felipe González lo encumbró al puesto de Director General de la Guardia Civil
sin otros méritos que el carné del PSOE y una lata de boquerones en vinagre. La
flor y nata de la alta sociedad española, contando aristócratas, gestores y celebridades
en general, está cuajada de currículos similares, de ésos que brotan de
improviso en una maceta universitaria gracias al resplandor de un apellido, a
una oportuna llamada de teléfono o al hierro de una ganadería política.
En una entrevista
reciente, la madre de Pablo Casado asegura que su hijo, cuando tenía 9 años, no
se perdía ni una sola entrega de Informe semanal. Puede que le cundiera más
haberse tragado varias temporadas completas de Los ángeles de Charlie, una
teleserie donde se enseña cómo manejar a tres hembras peligrosas con un
teléfono y un secretario guasón. En el final alternativo al que asistimos el
sábado Bosley daba la campanada y se quedaba al frente de la agencia de
detectives, pero Soraya no ha tardado ni dos días en remover las
contradicciones del expediente académico de su rival. Un verdadero golpe bajo
si tenemos en cuenta que Pablo Casado no hizo otra cosa que seguir el borbónico
ejemplo de la familia más encumbrada del país aquel día en que Froilán llegó a
la universidad sin libros, sin carpeta, sin nada más que un jersey terciado al
hombro. De hecho, al comprobar las respectivas carreras de Pablo y Froilán,
repletas de milagros inexplicables y ciencia infusa, da la impresión de que
ambos compartían el mismo jersey. De momento, la Universidad Rey Juan Carlos
(difícil encontrar un nombre más apropiado para el centro) ha comunicado que no
encuentra por ningún sitio los trabajos académicos de Casado. Seguramente están
archivados junto a los de Cifuentes, en un video del Eroski.
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