SUDAR LA CAMISETA
POR PATROCINIO NAVARRO
LOS ROSTROS DEL
FÚTBOL
Si un espectáculo
público levanta pasiones (y proporciona buenos negocios a algunos), sin duda es
el fútbol. Ya sabemos esto de que el fútbol se ha convertido en un espectáculo
mundial de masas sin parangón con cualquier otro. Y no
es por casualidad, naturalmente. Si en el antiguo imperio romano, era el circo
con sus gladiadores lo que arrebataba a
las masas sedientas de sensaciones fuertes, en el Imperio del Orden Neoliberal
el nuevo circo son los estadios, y los futbolistas los nuevos gladiadores. Bien
es verdad que en algo hemos avanzado: no corre la sangre aunque a veces, sí y
hasta se rompan huesos, aunque – menos
mal- aquí nadie pide que se fusile al equipo que pierde un partido. Si acaso,
sus partidarios lloran ante el regocijo de los partidarios del ganador. Y
porque se trata de ganar, ni el perder ni el empatar son considerados buenos
resultados. Como en la Bolsa, se trata de ganar; como en las empresas, se trata
de ganar; como en las discusiones entre amigos o familiares, se trata de ganar.
El ego tiene que triunfar sobre el ego de otros.
En muchas familias
la gente se identifica con uno u otro de los equipos locales o nacionales; en
las pausas del trabajo se habla largamente del partido del domingo, tanto del
pasado como del que ha de venir; los niños llevan camisetas con el nombre y el
número de su jugador favorito al que quieren imitar de mayores, y los amigos se
reúnen en bares o domicilios para disfrutar juntos de los encuentros. La gente
grita gol, insulta a los árbitros, sigue con avidez las jugadas próximas a un
tiro a puerta, y los hinchas salvajes de los equipos se parten la cara en las
calles como si se tratara de una guerra civil en miniatura. Ingentes medios
policiales y medidas de seguridad son necesarias para evitar que la gente se
mate dentro o fuera de los campos, o que
lo haga un terrorista camuflado de hincha.
¿Cómo puede
explicarse tal grado de pasión? ¿Cómo puede explicarse que 22 personas
corriendo tras un balón para darle patadas hasta conseguir que encaje en una u
otra de dos porterías desate tantas
emociones? Porque el fútbol es una válvula de escape de las
frustraciones y del dolor de las masas que necesitan alguna clase de catarsis.
Antes era la religión, y ahora es el fútbol y el politiqueo. En estos campos se
juega con las multitudes para que estas hallen un poco de solaz artificial y
artificioso en sus duras existencias propiciando adherencias a grupos y
personas que representen su propio afán de liberación que siempre supone el
machacar a un contrario, aunque sea votando.
Millones de personas separadas por la geografía, el
grado de bienestar, el modo de vida o la
cultura, hallan en los goles de su equipo una especie de redención personal,
una afirmación de sus valores, un aire vivificante sobre su dolor, y cada gol
representa un triunfo personal proyectado en el jugador afortunado. Su triunfo
es el triunfo de millones. Su bota golpeando el balón con éxito es el propio
pie golpeando con éxito todo lo que le atormenta: la culminación feliz de una
larga lucha llena de contrincantes, frustraciones y sufrimiento, y por
ello cada gol es una victoria, SU
personal victoria.
Sería difícil
imaginar este deporte en una sociedad de gentes felices, donde nadie aspirara a
ser mejor que nadie; donde nadie necesitara identificarse con un equipo
deportivo para sentirse formar parte de una gran unidad, de una nacionalidad o, tener necesidad de asirse
a un madero de náufrago existencial para
sentirse satisfecho consigo mismo y con la vida. Hoy, sin embargo, estamos muy lejos de semejante estado de
conciencia colectiva.” La masa trabajadora,- la inmensa mayoría de la gente,
que se ve expuesta a trabajos y privaciones incesantes, absurdas y
desesperanzadoras que consumen su vida entera- sufre aún más al ser consciente
de la escandalosa contradicción que
existe entre lo que es y lo que debería ser, de acuerdo con sus convicciones….(
sic)…Saben que están esclavizados, que están hundidos en la necesidad y en la
oscuridad para servir al desenfreno de una minoría que les mantiene en el
esclavismo….. (sic)…En la antigüedad, el esclavo creía que era esclavo por
naturaleza, pero en cambio nuestros obreros, que se sienten como esclavos,
saben que no deberían serlo, y por ello sienten la misma desesperación que Tántalo, condenado
eternamente a desear y no recibir aquello que no solo podía ser suyo, sino que
debía serlo. Los sufrimientos de las clases trabajadoras, causados por la
contradicción entre lo que es y lo que debería ser, multiplican por diez su
envidia y su odio, nacido de esta conciencia” (León Tolstoi, en “El Reino de
Dios está en vosotros”).
¿No es este, acaso,
el campo de cultivo de todo lo que estamos analizando?
Sin embargo, y si
es que el fútbol nos interesa de verdad- lo que confieso no es mi caso- podemos
documentarnos bien para poder asistir a
un partido como observadores objetivos de las cualidades técnicas de las
jugadas, ser capaces de valorar el grado
de compenetración de los equipos y la calidad del juego de unos y otros
jugadores, el espíritu de sacrificio individual para favorecer el conjunto, la
deportividad y las buenas maneras con el contrario sin importarnos quién gane o
pierda, ni a qué nación o raza pertenece un jugador o un equipo. Eso y mucho más.
No olvidemos que el fútbol es un negocio millonario donde siempre juegan
millonarios; que cada jugador que corre
tras el balón es un millonario que juega
con otro grupo de millonarios para seguir ganando millones con nuevos fichajes,
engordando su prestigio, su cachet y las cuentas corrientes de los
organizadores, e incluso evadiendo los impuestos que tanto necesitan sus
paisanos. Pero ¿a quién le importa eso? Millones de sus espectadores quisieran ser como ellos: ricos, fuertes y
prestigiosos mientras se identifican con una bandera. Entonces vino alguien y
pensó: hay cambiar el circo por los estadios, hay que seguir con la misma
filosofía porque ya dio resultado con Nerón: separar, confrontar, desear que
pierdan en todo lo de la vida los que no son como nosotros, anclar a la gente a
falsas ideas sobre patriotismo, banderas y todo eso. Así que nos conviene tener
la cabeza fría mientras observamos un partido para no dejarse arrastrar por los
propósitos de otros ni por las emociones falsas. Sé que esto no es fácil para
millones de personas, pero, qué vamos a hacer: a todo lo bueno le pasa lo
mismo; en la vida, también hay que sudar
la camiseta.
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