LLAMEMOS A LAS
COSAS
POR SU NOMBRE
Rafael ZAMORA
MÉNDEZ
Comunicarse es ponerse al alcance de cualquiera que
sea, para procurar compartir una
intimidad.
Nadie en absoluto pone en duda, sin vacilación alguna,
de que nos hallamos metidos de lleno en un innovador mundo que a grandes rasgos
nos ofrece un sin fin de asombrosos avances perfeccionados, colocándonos con
cierta desenvoltura al avaricioso alcance de nuestras aprovechadas manos.
Nos encontramos propiciamente transitando por los
permitidos senderos de la más imperiosa e indispensable INFORMACIÓN.
Con una precisa
y constante vitalidad, NACIÓN CANARIA, a
la fecha, día a día, va creciendo en número de apegados seguidores,
beneficiándonos con ello, para situarnos al tanto de cuanto ocurre y acontece a
través de toda esta prodigada órbita geográfica.
No es de extrañar, pues, de que haya sido designado
como todo un graduado buen BLOG, de ANGHEL MORALES GARCÍA, prevaleciendo sobre otros muchos que escoltándole,
vienen a formar un llamativo núcleo periodístico de muy registradas
consecuencias.
Por otra parte, nos parece una falsa iniciativa,
bastante escandalosa por cierto, el que a través de las portentosas frecuencias
de Internet, podamos notificarnos con todos aquellos cuantos pretendamos
establecer una fraternal amistad o amenizado diálogo, para, luego, prontamente
desatender, así como así, totalmente, cualquier incondicional coloquio con
nuestros propios y más básicos queridos familiares o esenciales conocidos.
Por indivisas zonas victoriosamente, los expandidos
brazos de los poderosos órganos periodísticos, saben explayarse, apretándonos
vigorosamente con la movilizada metralla de sus continúas y renovadas noticias.
Un experto especialista, en la veraz sociedad de los
defensores sentimientos, nos dejó escrito aquello de... “SIN COMUNICACIÓN, LA
RAZA AGONIZA”.
Esto tiene los agudos tintes de antojarse parecerse a
todo un difícil secreto jeroglífico: Cuando ya no sabemos cómo establecer una
plática, la misma se nos consume, porque ya no tenemos nada más que expresar.
Cada vez que insistimos en querer perdernos de vista,
concluimos con todo, por no apetecer encontrarnos en definitiva, con nada ni
nadie.
Los duros litigios, ásperas discrepancias, vigentes
conflictos hogareños, graves faltas de medios económicos, constantes peleas o
serias dificultades, son los típicos y auténticos datos concordantes que hacen
funestamente perecer a las familias, llegándose incluso al precipitado negro
abismo del lamentable divorcio.
El dogmático escritor, Sacerdote Salesiano, P.BRUNO
FERRERO, un agudo piamontés, nacido en la italiana ciudad de Turín, certifica
que, “LA COMUNICACIÓN, permite conservar uno de los elementos más importantes
de la vida familiar: la admiración y la estima por el otro.”
Resulta ser esta la más agraciada aseveración y el
mejor fiel testimonio de amor: Yo presto toda mi atención porque tú eres
importante para mí.
Si no se departe, se termina por no enterarse de las
incontables agradables sorpresas que a refuerzos saturados, existen en la
carnal médula del otro.
Los que saben dialogar, descubren constantemente el
tesoro interior, el afectuoso apego; algo sublime y sutil que orgullosamente,
como por arte de fenomenal prodigio, florece en cada revelación, porque, la
comunicación, es el complemento ideal indefectible hasta para la conveniente y
satisfecha conformidad física.
Es un prodigioso sortilegio, porque tributa
satisfactorios momentos y la pareja, la alcurnia, perpetraría un peligroso
tropezón si cometiesen la tremenda tontería de rechazar de plano estas tales
naturales y fundamentales reglas.
El asimilar a comunicarnos demanda el serio
aprendizaje de un sumo esfuerzo, libremente apoyado por unas enormes dosis de
la mejor buena voluntad.
Hace falta tomar el tiempo necesario, prestando máxima
atención a los impedimentos externos, como sería, el agotador cansancio,
enfermizo estrés, locuaz televisión, exaltada política, e incluso, difundidos
juegos y exaltados deportes.
Con total coherencia, demostrada humildad, respeto y
natural sencillez, hemos de permitir el dejar decir a los demás su perfecto
derecho de poder expresar lo que en el fondo piensan, de concebir las cosas que
en el alma y corazón llevan, con la más plena y absoluta libertad.
Sin duda, la mayor tiranía la ejerce la “opinión
pública!”
Las PALABRAS, está como flotando por todas partes. Lo
que hace falta es saber debidamente descubrirlas, captándolas como
corresponden, para auxiliar con ellas a los que en realidad, más las deseen y
necesiten.
Es imprescindible prestar atención a las
equivocaciones, a las charlas demasiado insignificantes, al basto enunciado de
lugares comunes, la mayoría de las veces, entre parejas, custodiados por
aspavientos protocolares, besuqueos indiferentes y repetidas caricias que,
nocivamente, incitan a la propia y ridícula indiferencia.
Comprensivo es el que, observándose a sí mismo, excusa
a los demás.
Para todo ello, hace falta, es indispensable, disponer
de un buen emisor y un mejor receptor. El primero, sabe hablar y, el segundo,
escuchar.
Por dejadez, a veces, se pone en peligro a la propia
Verdad y al propicio Bien.
Cuando alguien nos dice: “POR FAVOR ESCÚCHAME”,
escuetamente, nos está exteriorizando que debemos de comprenderle.
¡Cuántos y cuántos progenitores, responden con mordaz
arrebato, a la provocación y violencia enojosa de sus hijos, en vez de
preguntarles si esta agresividad no es la señal de una amargura oculta que hay
que descubrirles en un “mundo difíchile”-como diría el italianizado rapsoda que
se traía en sus humorísticos programa, José Mota- intuyendo que el niño está
sometido a un ambiente y a unos nocivos medios colmados con los mensajes más
variados y dañinos, intentando cómo ayudarles a reflexionar, a adquirir un
espíritu crítico, por medio de un condescendiente coloquio de lo más
respetuoso, razonable y compatible!
Los exasperados dadivosos de la palabra, afligidos
mendigos errantes en los sigilosos surcos de la voz, sienten la fastidiosa
necesidad de que se les siembren numerosas chácharas para, así, colmar por
entero la reseca alquería de sus insondables anhelos, todos ellos, carentes de
una esclarecida amistad que, incomprensiblemente, muy pocos desean ofrecerles.
Hablemos como es debido, cuanto nos sea indispensable
y necesario, que en el sepulcro, no nos
será posible el poder decir..."ni pío".
La mayor tiranía, la ofrece en falsa bandeja, la
difundida opinión pública.
¡Seamos reales, HABLANDO como pensamos y llamando a
las cosas por su nombre!
HUYAMOS DE LA COTORRA,
CHARLATANA Y PERTINENTE.
¡QUE SE
VAYAN A LA PORRA,
LOS QUE MONTEN NECIA GORDA,
VOLVIENDO LOCA
A LA GENTE.
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