EL FANTASMA QUE SE QUEDÓ
A VIVIR GÉNOVA
ALFONSO PÉREZ MEDINA
A la sede del
Partido Popular en la calle Génova, que se remodeló con pagos en negro por
valor de 1,6 millones de euros, según la investigación que se sigue en la
Audiencia Nacional, llegó el miércoles al mediodía muy sonriente el diputado
José Ramón García Hernández, “ Joserra, el que viene a recuperar, a renovar y a
reunir”, como apuntó él mismo de carrerilla en su carta de presentación ante
los medios de comunicación.
Joserra, traje gris
y corbata pistacho, llevaba debajo del brazo la que denominó “la caja de la
ilusión”, una urna de cartón que contenía los avales de los militantes que le
apoyan para presidir un partido en el que la única caja que durante décadas ha
despertado ilusión entre sus dirigentes era la de las donaciones ilegales que
Álvaro Lapuerta recibía a cambio de puros habanos y Luis Bárcenas contabilizaba
en sus cinematográficos papeles con meticulosidad germánica y trazos
puntiagudos.
La escena de los
siete candidatos a presidir el PP llevando sus avales a la sede de Génova
desprende la excitación de la primera vez porque es un inédito ejercicio de
democracia interna en el principal partido del centro-derecha. Una elección sin
dedazos, con primarias, candidatos de verdad, urnas de cartón como la de
Joserra y un resultado incierto. Pero, al mismo tiempo, desprende el hastío de
lo de siempre porque el vestíbulo en el que se iban contando los apoyos de los
candidatos y las otras siete plantas del edificio a punto estuvieron de ser
embargados por el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata cuando impuso a
la formación una fianza de 1,2 millones de euros para asegurar su
responsabilidad en el próximo juicio por la caja B de la formación .
Cada vez que los
aspirantes a sustituir a Mariano Rajoy ocupan media página de un periódico
hablando de ilusión, futuro y regeneración de la vida pública, se les aparece
en la columna de al lado, como el fantasma de la abuela que a ratos se siente
en la casa del pueblo, la causa sobre los papeles de Bárcenas, las siete piezas
pendientes del sumario sobre la trama Gürtel o el juicio por la fusión de las
siete cajas -no de avales sino de ahorros- que provocaron el agujero en Bankia
que se tapó con dinero público.
Así, tres días
antes de que Pablo Casado presentara su proyecto de “ilusión y juego limpio” para
el PP, la titular del Juzgado de Instrucción número 51 de Madrid, que investiga los másteres
supuestamente fraudulentos de la Universidad Rey Juan Carlos, preguntaba a la
presidenta del Congreso si el político tiene la condición de diputado, paso
previo a una hipotética imputación que tendría que ventilar el Tribunal Supremo
por su condición de aforado.
Con el espectro de
la corrupción que vaga por Génova 13 también se topó la diputada Beatriz
Escudero cuando recordó a Luis Planas, el primer cargo público de la democracia
señalado por un juez que se sienta en el Consejo de Ministros, que la Fiscalía
de Huelva aún no le ha “desimputado” (término antijurídico que tristemente ha
llegado para quedarse) en la causa por los regadíos ilegales en el municipio de
Almonte.
Lo hizo unos días
después de que el resucitado Carlos Floriano, que es un fantasma del pasado en
sí mismo, exigiera a la ministra de Justicia, Dolores Delgado, que aclarara si
estaba haciendo "algún tipo de maniobra” para que su “compañera de
facción” en la Unión Progresista de Fiscales, la fiscal jefa de Sevilla y desde
ese día fiscal general del Estado, María José Segarra, “desimputara a su
compañero de gabinete”.
Da igual que
Segarra provenga de la Fiscalía de Sevilla y que la de Huelva anunciara que no
presentará acusación contra el ministro de Agricultura en un escrito entregado
al juzgado en diciembre pasado, cuando ni siquiera estaba empezando a esbozarse
la sentencia de la Gürtel que acabo derivando en una inesperada moción de
censura que aupó a Pedro Sánchez al Gobierno del que hoy forma parte el todavía
imputado Planas. Una posición confirmada este mismo viernes en el escrito de
acusación, en el que se vuelve a pedir el sobreseimiento de la causa contra
Planas.
“¿Por qué los del
PP tenemos que dimitir y ustedes no?”, se quejó Escudero. Sin necesidad de
recordar que, salvo por los acuerdos con Ciudadanos, el umbral de dimisión de
los populares siempre se ha situado en el auto de apertura de juicio oral,
Planas cerró el debate con la cara de satisfacción de quien sabe que lo ha
ganado. Solo tuvo que agitar el fantasma de la abuela: “No están ustedes para
dar lecciones de ética”.
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