EL AQUARIUS EN EL MAR
DE LA MENTIRA
ANTÓN LOSADA
No tengo
un pero que ponerle a la decisión del Pedro Sánchez de ofrecer el puerto de
Valencia a las más de seiscientas almas que navegan hacinadas en el Aquarius,
amenazadas por la fatiga de la nave, a merced de la fuerza del mar, ignoradas
por el cinismo de la Unión Europea, invisibilizadas por la hipocresía de los
países miembros y condenadas por la xenofobia del macarra que Italia tiene como
ministro de Interior, Matteo Salvini, y los millones de italianos que le votan.
Por
supuesto que hubiera sido mejor obligar a Italia a cumplir la ley y forzarla a
abrir sus puertos y cumplir con las responsabilidades que tiene contraídas como
país europeo y principal receptor, junto con España, de los 2400 millones de
euros habilitados por la UE para la crisis migratoria; pero hablar es fácil y
por eso casi siempre sirve para nada. Hablar no va a asegurar el destino de los
embarcados en el Aquarius.
Lo
primero siempre debe ser proteger a los inocentes, sólo así hay tiempo después
para todo lo demás. Ya sabemos que el macarra Salvini ha cogido a los
navegantes del Aquarius como rehenes y busca someter a un chantaje a toda
Europa para dejar claro desde el primer minuto quién manda ahora y apuntarse
una victoria que le acredite como macho alfa ante los suyos. Como todos los
abusones, solo lo hace de la única manera que sabe, marca su territorio
hostigando a los más débiles e indefensos.
Ceder al
chantaje suele ser una mala estrategia porque los chantajistas siempre vuelven
a por más. Pero abandonar a su suerte a
los rehenes indefensos, mientras unos y otros juegan a ver quién la tiene más
larga, tampoco constituye una estrategia que acostumbre a acabar bien; además
de resultar profundamente inmoral y radicalmente cínica. Puestos a enseñar
lecciones, hagámoslo asumiendo riesgos propios en lugar de seguir enseñándolas
a costa del sufrimiento de los demás
Las
victimas de hoy no pueden justificarse con los inocentes supuestamente salvados
mañana. No hay peor precedente que la inacción y nada más arriesgado que
quedarse quieto ante las crisis. Quienes vuelven a invocar el “efecto llamada”
o los riesgos de sentar un precedente peligroso, o ignoran la realidad, o
simplemente mienten. Desde 2015 han entrado por el sur de Europa más de un
millón seiscientos mil migrantes, menos de doscientos mil lo ha hecho por
España y menos de medio millón han entrado por Italia. Quien diga que Europa no
puede procesar con normalidad esos flujos miente, y lo sabe. Tenemos una crisis
humanitaria provocada por las guerras de Siria y Libia, no una crisis
migratoria. Esa es una mentira que solo beneficia a quienes construyen su
discurso y su fortuna electoral sobre la invención de una Europa rica y
confortable amenazada por hordas millonarias de migrantes codiciosos e
insaciables.
El
Mediterráneo no es el único mar que deben desafiar los miles de refugiados que
huyen de la guerra y la muerte, también tienen que atravesar el mar de mentiras
que hemos construido en Europa para limpiar nuestras conciencias.
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