CARAMBOLA, PERO NO LOTERÍA
JAVIER PÉREZ ROYO
Hay un
cierto paralelismo entre la forma en que Pedro Sánchez llegó a la Secretaría
General del PSOE y la forma en que ha llegado a la Presidencia del Gobierno.
Desde fuera casi nadie pensaba que podría llegar a ser ni Secretario General ni
presidente del Gobierno. Y sin embargo, él parecía estar íntimamente convencido
de que iba a serlo.
Y no una,
sino dos veces. Porque, después de llegar a la Secretaría General del PSOE por
primera vez, fue descabalgado en una operación miserable dirigida por los pesos
pesados de partido, que parecía haber acabado con su carrera política. De dónde sacó fuerzas para pensar que, a
pesar de ello, volvería a ser Secretario General teniendo que competir en unas
primarias con la presidenta de la Junta
de Andalucía que contaba con el apoyo de todo el aparato, actual e histórico,
es un misterio.
Pero más
misterioso es todavía que, tras no conseguir ser investido presidente en la
Primera Legislatura de 2016 por contar con el apoyo de Ciudadanos pero no de
Podemos y perder a continuación las elecciones por más
margen que las anteriores, no tirase la toalla y siguiera convencido de que
sería el próximo presidente del Gobierno. Todo el mundo lo daba por
desahuciado. Bajo su dirección el PSOE se deslizaba por la pendiente de la
irrelevancia, de la invisibilidad casi, que es lo peor que le puede pasar a un
partido político. Y la responsabilidad era suya.
Y sin
embargo, nada de eso parece haber hecho mella en su convicción de que llegaría
a ser presidente del Gobierno. Y ha aprovechado la primera ocasión que se le ha
presentado. Es cierto que lo ha conseguido en una carambola insólita, en la que
la bola tenía que tocar múltiples bandas.
Pero cualquiera que haya jugado al billar sabe que el secreto de las
carambolas insólitas está en la imaginación del jugador, en su capacidad de ver
la jugada, que parece imposible, pero que no lo es. Es sumamente improbable que
en la ejecución se acierte, pero la posibilidad de acertar existe.
Claro que
se necesita suerte, pero la suerte hay que buscarla. Estando convencido de que
se puede ganar, se puede acabar perdiendo. Pero si alguien no está convencido
de que puede ganar, seguro que pierde. Ahí ya no se le da siquiera posibilidad
a la suerte de que intervenga.
Pedro
Sánchez ha jugado la carambola de su vida. Entendió que el sistema político
español estaba presidido por un desorden extremo. Desde finales de 2015 el
sistema político español es un sistema desordenado o, mejor dicho, no es un
sistema, sino una yuxtaposición de piezas desencajadas. Y que lo que necesitaba la sociedad española
en toda su diversidad era una propuesta para poner fin al desorden. Lo que no
necesitaba era la prolongación del desorden con una convocatoria electoral.
Y acertó.
Por eso tenía en la cabeza un Gobierno
para poner fin al desorden y que los ciudadanos puedan acudir al próximo ciclo
electoral que se abre el año que viene, si es que no se abre en Andalucía este
otoño, en condiciones de que el resultado electoral no sea una lotería.
Es un
Gobierno para agotar la legislatura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario