LA MUJER DE ARENA( CONTINUACIÓN,
NARRATIVA) 8 y 9
DUNIA
SÁNCHEZ
Qué
busquen la felicidad, se decía. Ella
después se alejaba tras mermar la tiranía de los sueños con su aroma a desierto. Volvía solo cuando la noche sin astros
cantaban al son del viento. Cuando el alba la llamaba retornaba al desierto. Se
disolvía allí en sus doradas arenas y una paz errante en silencio y
soledad. Pero en ese silencio y soledad
ella observaba, intuía el malestar de la civilización y acudía aunque fuera
solo una a su ayuda para sanar las penas, para sanar las desgracias, para sanar
los lamentos. El viento, el viento…su mejor amigo, su acompañante en cada
conversación.
Y
hablaban con la sugerencia del descanso entre tantas sombras y luces, entre
tantas batallas sin resolver, entre tantos sentimientos eclipsados cuando el
nocturno venía. Venía con su agresiva
palabra evidenciando un encuentro fatal en las dimensiones de este mundo. Solo una, con solo una se hallaba ella
reconfortada y los demás ¿qué hacer? Meditaba en su silencio y soledad ahí en el
desierto donde las dunas son eco sonoro. La tierra sigue igual desde su
engendrar a los humanos, a esos seres donde la fealdad y las terribles abatida
a los débiles, a los frágiles, a los inocentes.
Guerras infinitas, violaciones eternas, atentados de invierno, hambre
agujerando los pasos, sed…mucha sed,
traficantes de cuerpos en la huída a la libertad, náufragos en las mareas alteradas por la agresiva
violencia de los océanos, fronteras intangibles, imprecisas, innecesarias.
Somos parte de un universo caótico donde
todo se expande y contrae. Somos minúsculos. Polvo, solo polvo en un apartado
lugar del cosmos. Como serán los otros mundos, las otras dimensiones donde no
llegaremos. Para qué tantos nocivos
alientos hacia los demás. Para qué tanta basura derramada sobre las aguas de la
vida…¡Ay la vida¡ tan corta, tan ajena a
sus creencias, tan efímera ¡dejémosla tranquila¡ en el continuar de las
estaciones, en el transcurrir de nuevos crepúsculos, en el canto de un
pajarillo sobre una rama ¡qué no se rompa¡ ¡qué no se rompa¡ Ya la claridad de la mañana se asomaba, una
bóveda celeste perfecta, llameante en sosiego y el silencio y la
soledad…CONTINUARÁ
CAPITULO 9
Esboza su
aliento la mujer de arena en su estado de vigía ante lo que pueda ocurrir en
esta esfera. Sintió pisadas. Pisadas en ese desierto donde se hallaba aislada,
meditativa, observadora. Ella en vertical acudió a sus pensamientos, a sus
recuerdos, se preguntaba si no sería algún malhechor. Allí , en el desierto
donde todo parecía estar sereno y equilibrado.
Contemplo la figura de alguien extraño, alguien ajeno a sus visitas,
alguien nómada de ese lugar apartado de la civilización, alguien donde el dolor
era impenetrable, donde el uso de sus huellas se desvanecía en la arena. Se acercó a él y le habló con su cuerpo de
mujer.
- Es de
día. Tú estás aquí apartado, envuelto en tus ropajes azules evitando así este
clima. No temas, yo y tú no somos murallones donde el inalado desprecio es
continuo en el más allá. Somos solo dos espíritus en el intacto insuflar del
viento y la soledad.
El de
espaldas se viró lentamente y la miro. Una extrañeza comenzó a palpitar en sus
entrañas, una rareza de hallar una mujer en el
implacable desierto. Estuvo largo tiempo examinándola, en su razón no
cabía encontrar algo de vida ahí. Cuando se asentó sus pensamientos le hablo.
- Buenos
días mujer- asombrado, arropado de cierta desconfianza- ¿Estás solas? ¿Qué
haces aquí?
- Por qué
te de extrañar el de esta soledad. El miedo y el temblor penetran en tus ojos y
no dejas de mirarme como si fuera una enemiga, alguien ajeno a tu ruta. Yo y
este desierto somos hijos de la sequedad, de la erosión, del agravio, del
castigo durante la existencia.
- Pero
aún así extraña mujer puedes correr peligro aquí, hay muchos depredadores que
pasan y se van después de hostigar a los más vulnerables y tú , que eres mujer,
estás en el más oscuro de los peligros, en el más oscuro de los túneles que tal
vez no hallen la luz jamás. Yo acostumbrado, con mi camello a divagar por estos
lares solitarios, está es mi vida pero tu…tu, no sé, siento desconcierto.
- Deja de
mirarme. Deja que mis ojos descansen. Allí…allí , no muy lejos hay un sitio
donde palmeras datileras y un pequeño manantial corre por sus venas podrás
comer y beber algo para que continúes. Te acompañares, como almas de la soledad
caminante del mutismo y hermetismo de éste
apartado lugar.
- No
entiendo. No comprendo que haces aquí, algo me dice de un agudo dolor navega
por tus manos, por tus piernas, por tus ojos callados, por tu corazón. Seguro que no vienes con nadie ¡tanta
soledad¡
-¿Tú
crees que es soledad? Estamos en la inmensidad del vacío, de la nada. Pero este
vacío, esta nada me complace. En su regazo me acoge y me siento bien. No te
interrogues más. No me mires más. Sigue tu camino, te acompañaré hasta aquel
vergel y luego la despedida.
Caminaron
y caminaron hasta enlazar con aquella minúscula selva irradiante en fertilidad.
Y el bebió agua, y el comió algo. Mientras, ella, cantaba algo. Pero ese algo
qué es, se preguntaba el nómada. Aunque
no entendía nada le seguía la corriente, ¿sería un espejismo?...CONTINUARA
Publicado
por DUNIA para DUNIA SÁNCHEZ PADRÓN ©2007-2018
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