EN BUSCA DE LA
BUENA COSECHA
Rafael ZAMORA
MÉNDEZ
Intentemos derrumbar arraigadas barreras
y onduladas montañas de inquietantes vacilaciones y absurdas negaciones en las
que, vagamente, nos hemos cobardemente atrincherados.
Mis Seleccionados Amigos de NACIÓN
CANARIA: Cada día, sea como sea, procuramos abrirnos personales caminos en el
solitario desierto de nuestro propio aislamiento, quizá, transitando a través
de los más alarmantes miedos sin fin; de esas exasperadas indecisiones que,
forzosamente, nos atajan y paralizan.
¡Hay que intentar saber aplanar
combinadas autopistas, las que sean capaces de conducirnos al feliz encuentro
de todos los amigos, e incluso, hasta de los inoportunos refractarios!
Tenemos que aprender a coexistir, como
es debido, entre tantas y tantas renovadas sueltas culturas de raza o religión;
con los desventurados emigrantes y marginados pobres, totalmente distanciados
por completo, ante la ecuánime indolencia absoluta de muchísimos excéntricos
personajes que, sin alma ni corazón, se asumen al loco cortejo de la colectiva
indiferencia.
Intentemos derrumbar arraigadas barreras
y onduladas montañas de inquietantes vacilaciones y absurdas negaciones en las
que, vagamente, nos hemos cobardemente atrincherados.
Una palabra, dicha a tiempo, puede
servir de mucho.
Muchas palabras...muchísimo más porque,
esta sorprendente señal sonora, y, no es idea mía, según he podido analizar,
tiene nutrida fraternidad con la irrefutable Aritmética:
Divide, cuando se utiliza como una
aguzada cuchilla, únicamente, para castigar.
Resta, cuando se emplea con ligereza,
para censurar.
Suma, cuando, como en este analógico
sucede, para comunicar y, multiplica, cada vez que, aquí, la esplendidez se
desborda, para solamente, diariamente, querer servirles, sin esperar vanas
recompensas de ningún género.
Si mal no recuerdo, hace ya algún largo
tiempo, en mis cumplidos años colegiales, un buen maestro gallego que tuve, nos
narraba una extraña leyenda que, más o menos, decía así: "Un joven, cierta vez soñó que entraba
en un supermercado recién inaugurado y, para su sorpresa, descubrió que un
célebre mago de la época, se encontraba detrás del mostrador.
-.- Qué vende usted aquí, Sr. Houdine?
-.- ¡Todo lo que tu corazón desee!- (Le
respondió)
Sin atreverse a creer lo que estaba
oyendo, el chaval, sobreexcitado, se decidió a pedir lo mejor que el ser
humano, de veras, podría desear:
-.- ¡Quiero, Amor, felicidad, sabiduría,
paz de espíritu y ausencia de todo temor! deseo que en el mundo se acaben todas
las guerras, el terrorismo, las crisis, el narcotráfico, las injusticias
sociales, la corrupción y las violaciones a los derechos humanos!
Cuando el mancebo terminó de hablar, el
portentoso mago, le dice:
-.- ¡Amigo, creo que no me has
entendido! aquí, no ofrecemos frutos! ¡solamente vendemos semillas!
Y, tal fábula, nos induce a que, todos
nosotros, hemos de convertir en frutos, las pocas o muchas semillas que
poseamos.
Tenemos de proponernos ser auténticos,
renunciando a la hipocresía, la falsedad, la adulación.
Hemos de renunciar a la fantasía, tras
la búsqueda de una vida sana y la mejor cultura.
Apartarnos por completo a la falsa culpa;
al..." no puedo, no tengo tiempo".
Decidirnos de una vez por todas a
tramitar pasar por alto a cuantos nos hayan ofendido, al odio, al rencor, al
resentimiento, silenciando a las palabras duras y a las hirientes maldiciones.
Desistir del egoísmo, la avaricia y, al
loco deseo de querer poseer más y más, anhelando obtener de todo.
¡A vivir la vida que disfrutamos,
rechazando a los miedos, a los temores y, hasta a la propia muerte, porque,
hace falta toda una vida entera, para aprender a vivir!
De este mundo, queramos o no, tarde o
temprano, hoy o mañana, a la fuerza, tendremos que marcharnos.
¡La inclemente e inexorable señora de la
incasable guadaña, para nada exime ni, sumisa, se postra ante nadie!
La mayoría de las veces, para
engañosamente tratar de ser venturosos, tontamente, decidimos ni siquiera
pensar en ella.
Mientras podamos circular por la vida,
intentemos sembrar todo lo que nos sea posible ya que,- y no es la primera vez
que lo decimos-, en el sepulcro, no nos será permitido el llegar a cumplir ni
tan siquiera, con el más mínimo de los buenos deseos.
¡Finalizando: Nuestro éxito en la vida,
depende de la ternura que tengamos con los jóvenes; la compasión con los
ancianos; la simpatía con los necesitados; la tolerancia con los débiles y
fuertes, porque, fatalmente, a lo largo de la existencia, nos tocará ser todos
ellos!
¡Hay que saber bien sembrar,
para gozar de cosecha
y, así, poder disfrutar,
de una
felicidad,
dichosamente
completa!
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