J.M. AIZPURUA
Ayer en La Isla; éramos muy pocos.
Se que a Víctor eso le duele, lo mismo que a
nosotros, pero yo trasciendo de la realidad y desde la otra orilla, en la que
me encuentro abandonado, creo mis propios presupuestos, mis utopías que me
permiten dormir bien y levantarme con ánimo.
La vida no es mas que una montaña por la que hay
que ir subiendo.
Duro ascenso, voluntario o forzado por las
presiones, pero inevitable y en el que la capacidad personal y estímulo de tus
allegados te permite ir alcanzando cotas, miradores, quizás rincones donde
descansar y retozar con los que te acompañan. La duración de tu vida y tu
propio esfuerzo te llevan a lugares, altos o muy altos, desde donde divisas
panoramas impensables, desde donde ves a los que se quedaron rezagados y ves
nítido su por qué. La altura te da la sabiduría.
Ayer en La Isla, estábamos los que sienten la
nación canaria, los que saben por qué el godo la reprime, los que comprenden la
visión del mal patriota, los que ya hace tiempo iniciaron el camino hacia la
cumbre y el Sistema no alcanza a mancillarlos.
Y en estas cumbres estaba entretenido cuando caí
en la cuenta, que, los de abajo, por edad o mezquindad, no saben lo que vemos
desde el alto, y que quizás nuestra única misión ya sea dejar de subir y tratar
de dejar escrita nuestra visión para que incite a los de abajo a seguir
subiendo abandonando la comodidad del llano.
Y Víctor, que es como el Messi de las letras
canarias, tiene un relato pendiente que de a la nación canaria la base para
iniciar el largo y duro camino hacia la Libertad.
Reunámonos en el alto, de vez en cuando, pero no
esperemos a los de abajo, que seguirán enfrascados en sus cosas de mira
estrecha.
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