LOS MATAGUANCHES
DOMINGO GARÍ.
Existe
una larga tradición de matar guanches instalada en nuestra sociedad.
Normalmente esto está asociado a un deficiente conocimiento de nuestra
historia. La gente suele manejarse con cuatro generalidades que aprendieron en
el colegio, en los entornos familiares o con amistades tabernarias. Y como si
fuese resultado de un mantra que flota en el aire, reproducen tales banalidades
y las defienden con determinación. La permanencia de un sistema educativo
alienante y unos medios de comunicación reproductores de las cuatro simples
ideas del viejo colonialismo, entorpecen la posibilidad de que en este pueblo
se contemple el pasado sin complejos y falsas aproximaciones.
La
reflexión anterior me vino dada después de asistir este siete de septiembre a
la representación que los “guanches de Güimar” hacen en la fiesta de la Virgen
del Socorro, en la playa de Chimisay. Asistí a ella con ojos de etnógrafo para
anotar la existencia de los elementos más representativos del acto.
Lo
primero que me llamó la atención fue una abrumadora profusión de banderas
españolas. Incluso bordeando la cruz de tea, lugar emblemático, porque en el
pedestal en donde se encuentra se coloca la escultura de la virgen, centro del
escenario de la representación. Cuatro ramas de palmera coronadas con cuatro
enormes banderas españolas. ¿Pero qué sentido tienen esas banderas cuando la
obra que se representa data de 1594 y en consecuencia aún no existía esa
bandera? Es llamativo para comenzar.
Cuando
arrancó el espectáculo un narrador puso en situación al público. Y entonces
comenzaron los primeros disparos contra los guanches. La narración la basa en
lo escrito por el dominico Fray Alonso de Espinosa, autor del libro sobre la
virgen de la Candelaria escrito a finales del siglo XVI. Y se reproduce tal
cual, con las mismas falsedades e invenciones tendenciosas que hiciera el
dominico en su momento. Muchas partes de ese relato ya han sido desmentidas por
la investigación histórica, hecho que parece no interesar al mantenedor de la
fiesta, ni a sus promotores actuales, la parroquia local en este caso.
El
narrador nos cuenta que la información referida a los actos que acontecen en la
playa, fueron recopilados por el fraile dominico, quien pudo hablar con los últimos
guanches antes de que estos muriesen. ¿Estuvieron esos últimos guanches
esperando la llegada del fraile para, tras contarle que la virgen “apareció”,
luego morir? Esto contado en el siglo XXI es ridículo, tanto como decir que la
virgen se les “apareció”. Y no es que sea ridículo contar esto así en el siglo
XXI, sino que los propios guanches en 1544 hablaron de la virgen que ellos
habían “ayudado a hacer”, tal y como se nos demuestra documentalmente (Santana
Rodríguez, Lorenzo: 2009), o bien en un relato posterior cuando se dice que fue
“hallada”. Es decir, colocada allí ex-profeso por los misioneros mallorquines
al objeto de comenzar “con su táctica de penetración evangelizadora”.
Por
su lado, los güimareros que allí se visten a la usanza de los “guanches” para
representar una obra “barroca” según el mantenedor, están atrapados bajo el
argumentario de Espinosa. Uno, sufre parálisis en la mano que porta una piedra
para lanzarla a la Virgen, el otro, se autolesiona con una tabona, cuando
quiere atacar ese “objeto extraño” que se les cruza en el camino. Gesticulan
pero no hablan, como si los guanches fuesen homínidos imposibilitados para el
habla. Se golpean a modo de discurso en una mímica extraña por medio de la cual
representan a gente bárbara. Al fondo,
los “trescientos”, se mantienen alejados y temerosos, hasta que Acaymo, rey de
Güimar, se acerca a la talla de la virgen y se postra de rodillas. Todo ello es
el relato interesado que necesitaban los conquistadores y evangelizadores, pero
es insostenible históricamente.
¿No
pueden estos “guanche de hoy” hablar durante su representación? Podrían hacerlo
en castellano o en tamazight (al menos usar algunas de las palabras
documentadas), y mezclar ambos idiomas. Seguir manteniendo de manera literal la
narración dominica no deja de ser, en la actualidad, una maniobra de carácter
ideológico, igual que lo fue en su momento.
Continuar
matando guanches cultural y étnicamente se ve que es un ejercicio en pleno
estado de forma, que desdeña reparar en la abrumadora evidencia histórica para
poder construir una explicación más racional y verdadera acerca de nuestra
historia. La descripción de la ideología del colonialismo-evangelizador ha sido
desmontada gracias al trabajo de los investigadores e historiadores. Ahora debe
ser también desvelada, rebatida e impugnada en su falsedad por la ciudadanía
común.
Las
memorias colectivas se conforman de relatos compartidos acerca del pasado, pero
nunca deben ser considerados inmutables. Cuando el peso de las evidencias los
tornan ridículos, seguir manteniéndolos los transforma en parodias. La actual
Cofradía de los Guanches del Socorro de Güimar tiene la oportunidad de poner
remedio al asunto, si se compromete en la tarea de revisar y enriquecer su
necesaria representación, que cada año congrega a miles de personas para
contemplarlos.
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