j.m AIZPURUA
¡Y mira que lo intento! No acierto a ver por qué
M. Rajoy confunde Estado con Nación, y además nos vende que es “una gran
nación”. La nación castellana, fue un Imperio de tres siglos, pero a su caída,
1898, el Estado que la sucedió con los restos de aquel Imperio, como reino España
perdió la monarquía borbónica, surgió otra España republicana con territorios
africanos, y le dieron un golpe de estado y una guerra, y surgió otra España
fascista con moros asentados en sus Cortes, oriundos de, según decían, las
españolísimas provincias de Sahara e Ifni. Y al fin en 1978, se conforma un
nuevo Estado plurinacional eufemísticamente de las autonomías y
¿nacionalidades?, con los molestos vascos y catalanes y ya sin las colonias
africanas, salvo Canarias a la que se tiene en territorio fragmentado y bien
controlado por ejercito y represión, y la incorporaron sin resistencia.
Este es el Estado, que no nación, en el que, en
2018 M. Rajoy cree ver una gran nación de 500 años. Para comenzar:
M Punto; estos son grandes Estados y, que por su
decidida apuesta por I+D+I, lo seguirán siendo en el futuro. ¿Sabe el puesto
del que usted vende? El lugar 27, tras Polonia, Eslovenia, Malasia e Italia, justo
encima de Islandia.
Su gran Estado, que no nación, es del montón y
con tendencia a empeorar.
El camarerismo precario al que ustedes han
lanzado a la juventud afortunada con empleo es su mayor aportación a la
innovación mundial.
Les quitaron el ladrillo, y ya no saben a que
destinar la capacidad productiva de la gran nación, realmente un Estado.
Triste realidad de un farsante, al que la
corrupción, la vagancia supina, la concepción fascista de las cosas, y la
tolerancia de los Lobby, han permitido dilapidar el proyecto de la Transición,
mal gestionando y poniendo a los ciudadanos del Estado ante problemas ya
resueltos y resucitados del pasado como las pensiones o los catalanes.
El Estado fuerte, no necesita el uso de la
fuerza. La nación ficticia, solo por la fuerza puede imponerse, pero la fuerza
de la razón siempre acaba imponiéndose. Y la grandeza, es sublime condición,
hoy muy alejada de lo que se practica en las cúpulas poderosas.
¡Qué pena, Transición! ¡qué pena! Transitio vobiscum: et cum spiritu tuo.
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