Cuento de Dos
José Rivero Vivas
1
Recia y
airada Fermina
urge a su
íntimo Manuel:
-La “Nanaenmodomayor”
ha de
variar de anaquel.
Su estar
enfermo reduce
su
empuje, su intrepidez
para
gozar las delicias,
en
plétora de esbeltez,
de una hembra de bandera,
generosa
sin desdén,
que
además de compañera
es
servicial y es sostén;
sensata,
enérgica y recta
propicia
decoro y prez
al aire
contaminado
por la
abundancia de hiel
en la
sociedad entera,
lo que
lacera su sien.
Estupefacto
y sentido
-le
imputan acción soez-,
toma,
acusado sujeto,
el cáliz
del lodo aquel;
ante
tanta inconveniencia
exhibe
flor de doncel
y da
razón de su ocaso
al polen
de rica miel
Reaccionó
ella rumbosa,
mas él no
la apretó bien,
falto su
amor de codicia,
de pasión
y sin poder.
Sometido
y reprobado,
anemia
alega tener,
que lo
tuerce jorobado,
sumido en
honda endeblez.
La
decepcionada esposa
lo puso a
caldo de buey,
por ver
si el varón medraba
en su
función de astro rey,
y penetraba
su entraña
con
sapiencia y docta fe.
__
2
Tempestuosa
y esquiva,
sin
amilanarse, pues,
Fermina,
henchida de orgullo,
insta al
pazguato Manuel:
-Tu necia
actitud cobarde
me
conturba hasta la hez.
Fijo
estuviste con otra
limpiando
en el almacén,
sito
detrás de la casa
donde la
vida es de tres.
-Extraña
que no conozcas
a la
hacendosa Raquel,
quien
orden y policía
imprime
aquí por doquier.
Atribulada,
Fermina,
intranquila
en su sandez,
se
ofusca, fiera indignada,
en
sorpresivo jaez:
tilda al
cuco de pelanas,
singular
en su memez.
Atónito,
confundido,
desventurado
Manuel,
rompe a
llorar, dolorido:
la
ansiedad nutre su ser.
Hipo tras
hipo sustenta
su
inocencia en altivez.
Frustrada y enfurecida
por el encono recién,
en colmo de paroxismo,
Fermina a su par prevé:
-Enmienda tu refocilo
con la coqueta Raquel.
-Escucha, Fermina, dueña:
el menda tiene derecho
a su aventura correr.
-¡Tente!, que pecas de fresco:
el haz de tu hoja al envés
torna, antes que me enfade
y abogue
demanda cruel;
en prueba
de desagravio,
el
divorcio es de bon gré
__
3
Se acerca
Fermina sola
a la
procura de un juez,
a
presentar su querella
por el
maltrato de quien,
miembro
de su compañía,
le
produjo a volapié.
Con
asombro inusitado
exclama
lelo el bedel:
-La
“¡Nanaenmodomayor!”
¡Señora!
¿Qué pide usted?
-Que mi
marido componga
en
pentagrama a través.
-¿Cómo es
posible su enojo?
Su vista
sufre escasez.
La
“Nanaenmodomayor”
es
extremada, ¡pardiez!
Originada
en la cuna
para
entonar sólo a tres,
a coro la
cantan hoy
más de
veinte veces diez.
Excuso
admirar la gracia,
subyugado
a su dosel.
-El daño
en ciernes perverso
no fue
exceso de una vez:
reiterado
está el defecto,
multiplicado
por cien.
-Vaya
ante Su Señoría,
que
dirimirá su affaire.
Ya en la
sala pide venia
y expone
su caso exprés:
-Mi
marido es muy malquisto
y se
enciende sin porqué.
Impaciente
se desvive,
pendiente
de cuanto ve;
espera
del magistrado,
vaticinio
augusto dé.
Él se
ahueca circunspecto,
por laudo
justo verter:
-El
siervo repita el gesto
en fase
de ciento y seis.
Solemne
prende el sumario,
y, al
descender del andén.
-La
“Nanaenmodomayor”,
queda sin
efecto, ujier.
Gran
alboroto en la sala,
causa del
dúctil vaivén.
Estrábico
y demudado,
pierde el
público interés.
Fermina,
reconfortada,
mira
risueña a Manuel.
__
4
Pícara y
pizpireta,
Fermina
cita a Manuel
en la
hondonada del valle,
confluencia
y nitidez
del mar:
exclusiva rada
en que
suelto nada el pez;
al alba,
la pescadora,
en
cazuela echa un jurel.
Se
resiste el convidado
a su
apetito ceder;
mas, la
anfitriona sedosa
acciona
de timonel:
al margen
de simulacro,
lo invita
a tomar un té;
torva y
cativa persiste
en
sancionar su doblez.
Miscelánea
pomposa
de
descontento a granel:
mientras,
en prima dicencia,
surte su
plante de ayer:
-No estoy
ceñuda ni brava,
por introducir
tu pie
en coto
ajeno a mi nido,
fuente es
de sutil saber.
Pronta
respuesta recibe
atestada
de adustez:
-Tu
hazaña no es meritoria:
siempre
alardeas de ley;
cierto
que ciento más uno,
suma de
muchos también,
anhelan
cubrir un día
la aurora
que ha menester,
por
vencer el desconsuelo,
hallado
en perfecto ser.
Carente
ella de mesura,
presume
de madurez:
-El
hombre ha de aligerar
su peso
activo, su grey;
nunca
enarbole su cuita
cual
conviene a su merced.
Determina
su hombredad
el viraje
del bajel,
cuando
zarpa de trofeo
por mares
de estolidez.
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5
¿Qué
decir de aquella historia,
conchabada
en su avidez?
Ninguna
objeción suscita
el mismo
infame panel;
allí,
verdades de buten,
se
enfilan a todo tren.
Amalgama
edulcorada
en
indefinido arcén:
el
derrubio no contiene
carroza
ni palafrén,
oda de
acento furtivo
que
evidencia lucidez,
producto
de la franqueza
entre el
hombre y la mujer.
A tanto
agobio y fastidio
se erige
a cambio un relais,
símil
veraz del evento
que
escamotea el crupier.
Capta el
cuitado su rol
de mítica
sencillez
-glosario
de quien exhibe
un acervo
de oropel-,
restringido
a la encomienda
de paria
sin validez
ni
relevancia social
para ramo
de laurel.
De amable
condescendencia,
le
advierte su caro bien:
No subas
la pina cumbre
ni en
cero caigas después;
ignora el
fútil vejamen
en pro
del señor que fue:
fino
amante, enamorado,
galante,
cabal y fiel.
Persuadido
de su aporte,
concluye
turbador él:
Esclavo
de tu primor,
exento de
paripé,
no haya
recelo ninguno
de una
parte y del revés.
Maravilla
de cariño,
prodigio
de amor fetén:
Fermina
anega de mimos
a su
adorado Manuel:
embelesa
un arrorró
que ella
sí susurra y él
___
Guirigay
Cuento
de Dos
José
Rivero Vivas
Islas Canarias
Marzo de 2018
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